Es noticia
¿Qué tiene que ver la gravedad con envejecer? La respuesta está en las orejas
  1. Alma, Corazón, Vida
Aquí no hay fábula, sino física

¿Qué tiene que ver la gravedad con envejecer? La respuesta está en las orejas

"¿Por qué las personas ancianas parecen tener las orejas más grandes?", se preguntó un médico en 1995. Hasta entonces, parece que nadie más se lo había planteado en el campo científico, nada evitó que encontrara la respuesta

Foto: Fuente: iStock.
Fuente: iStock.

El acto de envejecer es de una extrañeza incierta, porque nadie lo percibe encauzado y pausado, sino de un ritmo casi inmediato. El tiempo no se ve, no se toca, y cae sobre nuestro cuerpo sin ser apreciado, primero, pero su, pero es más fuerte que nuestro congojo. No queda sino observarlo de cerca en lo bello de lo inhóspito: una arruga, una vena cada vez más pronunciada, la piel fina y las manchas que la van cubriendo, esa piel creciendo hacia abajo.

En 1993, una veintena de médicos de cabecera ingleses se reunieron en Bore Place, en Kent. No era un encuentro especial, sino casi cotidiano: solían hacerlo para hablar de trabajo, de afanes diarios, de proyectos de investigación que asomaban… De repente, uno de los presentes lanzó una pregunta: "¿Por qué las personas ancianas parecen tener las orejas más grandes?" Aquel médico estaba buscando la misma respuesta que alguna vez, cualquier de nosotros, hemos buscado de pequeños muy cerca de las orejas de nuestros abuelos.

Foto: La ciencia descubre cuatro patrones de envejecimiento. (El Confidencial)

No era ninguna pregunta infantil, sin embargo. Lo de "para oírte mejor" queda en el cuento. Aquí no hay fábula, sino física, porque qué irónico que nuestras orejas crezcan cada vez más y que cada vez escuchemos menos, ¿no?, pensaría también el doctor.

¿Nadie se había fijado?

Tan irónico que fue suficiente para desatar el debate entre la asamblea y, por supuesto, fuera de ella. Así, al principio, algunos profesionales aseguraban que no había crecimiento alguno, que no, las orejas no se alargan con el tiempo. No obstante, otros médicos empezaron a darle vueltas al asunto, a afinar el oído ante la posibilidad de que algo pasara con ellas.

placeholder Fuente: iStock.
Fuente: iStock.

Poco a poco, cada vez más investigadores estaban convencidos de que, efectivamente, algo les pasaba a estas protuberancias que parecen brotan de nuestra cabeza. Con la ayuda de tres compañeros, James A. Heathcote se ofreció por fin a intentar resolver la cuestión.

El caso es que ni Heathcote ni el resto de profesionales encontraron, de entrada, nada al respecto que insinuara lo más mínimo. ¿De verdad nadie a lo largo de los siglos se había planteado alguna vez esta cuestión? ¿Nadie se había fijado? La literatura científica a su disposición le respondía: no.

Una investigación entre burlas

Descartada la vía "fácil" de la investigación, no desistieron: si no había nada habría que empezarlo, que la hipótesis no quedara en el vacío (si quedaba vacía ya era otra cosa). Así, durante varios meses, estos médicos ofrecieron a sus pacientes habituales estudiar sus orejas de una manera más peculiar que en lo habitual. Así era el avance de la ciencia. Al final, un total de 206 hombres y mujeres de entre 30 a 93 años aceptaron la petición.

El primer estudio consistió en colocar una regla pegada a la oreja izquierda de cada uno de estos pacientes. Había que medir desde la parte superior del órgano hasta el lóbulo. Por extraño que parezca, el método funcionó.

placeholder Fuente: iStock.
Fuente: iStock.

Y sí, resulta que el tamaño de las orejas iba cambiando, parecía estar correlacionado con la edad. Cuando los autores intercambiaron datos, comprobaron que estas habían crecido, de media, 0,22 mm por año. Vamos, que en cincuenta años aquellas personas tendrían un centímetro más de carne colgando de sus cabezas.

¿Por qué sucede?

El asunto no quedaba ahí. Con paciencia, también detectaron que no sucede igual en hombres y en mujeres: crecían menos en estas últimas. No hay más que hablar, solo escuchar: los datos estaban claros, la veintena no era el fin de nuestro crecimiento, al menos no en todos los sentidos. Pero entonces, ¿por qué sucede? ¿Por qué las orejas?

placeholder Fuente: iStock.
Fuente: iStock.

Este médico británico, que en 2017 recibió el 'Ig Nobel' de anatomía por sus años de investigación en torno el oído grande, cree que la gravedad es la responsable de tal alargamiento. A falta de certezas claras, lo cierto es que de ser así nuestras orejas no estarían creciendo sino más bien relajándose.

El estudio, que se publicó en el prestigioso British Medical Journal en 1995, zanjó las burlas y oposiciones de miembros de la misma profesión de Heathcote, y por supuesto ofreció al mundo una nueva evidencia de cuán curioso es envejecer. El propio autor explicaba tras recibir el premio que las orejas grandes de los hombres pueden parecer más notorias porque tienden a tener menos pelo. Trucos de la imagen.

placeholder Fuente: iStock.
Fuente: iStock.

Como explican desde 'Science Post', "a diferencia de la piel, que se vuelve más flácida a medida que envejecemos, el cartílago que forma las orejas no crece. Más bien, perdería su poder de sujeción con el tiempo y se alargaría gradualmente debido a la gravedad".

En la actualidad, comprobar los cambios en tus orejas no es tarea difícil. Teniendo en cuenta la edad, basta con emplear una fórmula matemática: longitud de oreja (en mm) = 55,9 + (0,22 x tus años).

El acto de envejecer es de una extrañeza incierta, porque nadie lo percibe encauzado y pausado, sino de un ritmo casi inmediato. El tiempo no se ve, no se toca, y cae sobre nuestro cuerpo sin ser apreciado, primero, pero su, pero es más fuerte que nuestro congojo. No queda sino observarlo de cerca en lo bello de lo inhóspito: una arruga, una vena cada vez más pronunciada, la piel fina y las manchas que la van cubriendo, esa piel creciendo hacia abajo.

Ciencia Investigación
El redactor recomienda