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Dónde come S. McCoy | Siempre nos quedará el 99 Sushi
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Dónde come S. McCoy | Siempre nos quedará el 99 Sushi

El día que me muera, si un restaurante tiene que formar parte de esas imágenes que pasan en un repaso rápido a toda la vida, será el 99 Sushi, versión Eurobuilding, el que aparezca

Foto: Imagen: Laura Martín.
Imagen: Laura Martín.
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Sí, ya lo sé, en el 'contrato' firmado por un servidor con cada uno de ustedes hay una cláusula explícita respecto al contenido de esta columna: la obligación de huir del horterismo de las modas, de obviar los sitios más concurridos, de contar experiencias personales alejadas de la fanfarria 'foodie' y de poner encima de la mesa (y del mantel) lugares distintos, fuera de circuito, que por unas razones u otras puedan merecer su presencia.

Pero hay veces que es imposible, qué se le va a hacer.

Hoy voy a hablarles de 99 Sushi.

Es verdad, la 'marca' lleva en el foco desde este verano, cuando se conoció que era el comedor de referencia del emérito en su destierro de Abu Dabi; no hay 'foodie' que se precie que no se haya dejado caer antes o después por sus predios, y reservar así, de un día para otro, en mesa o barra, no es tarea fácil en ninguno de sus locales de Madrid o Barcelona (desconozco si en Marbella o Bilbao).

Foto: Imagen: Irene de Pablo.
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Alberto Artero Ilustración: Irene de Pablo

Pero, qué quieren que les diga, es mi casa japonesa en Madrid.

Y, si no hablo yo de ella, ¿quién lo va a hacer?

Aún recuerdo esa visita a Ponzano 99 —de ahí el origen del número—, cuando los hermanos León comenzaban esta andadura de la mano de la sempiterna Mónica y se me ocurrió incluir el local en 'el alimento para el cuerpo' con el que se cerraban los artículos de los viernes en El Confidencial de este mismo McCoy venido a menos. El impacto en comensales y notoriedad fue inmediato, por más que yo tardara tiempo en saberlo, las semanas que retrasé el volver. No fue mérito solo mío. Su llegada supuso romper, de alguna manera, con la dictadura de Kabuki y poner una capa intermedia entre la excelencia y el resto, mejor o peor resuelto, franja de calidad a la que se han ido uniendo con el tiempo nuevos actores.

Desde entonces, sigo unido de manera especial a unos profesionales que han sido testigos de momentos muy especiales para mi familia. De ahí que en Hermosilla, Padre Damián, La Moraleja, el propio Ponzano o Tenor Viñas me sienta como en casa. De ahí que, casi desde la primera visita, no haya necesitado tirar de carta. Y de ahí que las veces que he recomendado a familiares y amigos que fueran y disfrutaran en cualquiera de ellos les he dicho: "Dile a Mónica que te ponga el menú McCoy".

Y hasta ahí puedo leer. ¿Y bien, en qué consiste?

Ha evolucionado con el paso del tiempo, pero, en esencia, pasaría por el 'carpaccio' de pez limón en salsa de cítricos, perfecto para arrancar; el 'sashimi' de toro, pura mantequilla; el carabinero a la parrilla con salsa de jalapeño —en verano— o las 'gyozas' de jabalí con su salsa de castañas —en invierno—, manía personal; la afamada tempura de langostino tigre, tan replicada posteriormente; los 'nigiris' de salmón flambeado, pez mantequilla con trufa, anguila asada, 'foie' a la plancha con frambuesa o vieira templada, clásicos que no fallan; el 'gunkan' de tartar de toro con panceta y huevo de codorniz, explosión de sabor, y la magnífica entraña de buey a la brasa o el excepcional bacalao negro gratinado con miso rojo, objeto de peregrinación, para terminar, en función de los gustos. Pese a abusar de las medias raciones, pocas veces llegamos a los postres. Nos bastan y sobran como remate las trufas con arena de kikos con que acompañan las infusiones.

No obstante, la oferta sigue evolucionando con el paso de los años. Así, en nuestra última visita atacamos unos espectaculares, por tamaño y sabor, berberechos aojiso con caldo 'tentsuyu'; el 'nigiri' de lubina con mantequilla de erizo y caviar Pearl, bomba en boca, o el contundente 'katsu sando', sándwich japonés de solomillo de 'waygu' que merece mucho la pena. Aun con esto, nos quedaron novedades por probar. Como siempre, servicio impecable, entorno reconocible 99 Sushi —los iniciados saben a qué me refiero—, bodega amplia con muchas referencias interesantes, aunque personalmente me cuesta en sus restaurantes salir del Godello —el último que tomamos, Neno, es quizá de los que menos nos han gustado—, y precios acordes con todo lo anterior. Preparen la cartera.

Lo dicho, el día que me muera, si un restaurante tiene que formar parte de esas imágenes que dicen que pasan en un repaso rápido a toda la vida, será el 99 Sushi, versión Eurobuilding, el que aparezca. Por eso y por muchas cosas, para un servidor siempre le quedará esta, su casa, como primera, última o única elección.

La semana que viene más y seguro mejor. Les espero en albertoartero (Instagram).

Sí, ya lo sé, en el 'contrato' firmado por un servidor con cada uno de ustedes hay una cláusula explícita respecto al contenido de esta columna: la obligación de huir del horterismo de las modas, de obviar los sitios más concurridos, de contar experiencias personales alejadas de la fanfarria 'foodie' y de poner encima de la mesa (y del mantel) lugares distintos, fuera de circuito, que por unas razones u otras puedan merecer su presencia.

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