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Sartenes de teflón: por qué podrían ser (o no) perjudiciales para tu salud
Seguridad alimentaria

Sartenes de teflón: por qué podrían ser (o no) perjudiciales para tu salud

Después de más de medio siglo de utilización, descubrimos que los elementos que forman las capas antiadherentes de las sartenes pueden tener consecuencias en nuestro organismo

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El rascar al fregar se iba a acabar. En 1954, el ingeniero francés Marc Grégoire revolucionó la cocina al inventar la primera sartén antiadherente. Lo hizo recubriendo una sartén cualquiera de un (relativamente) nuevo compuesto, el politetrafluoroetileno, más popularmente conocido como teflón. No tardó en llegarle el éxito a su pequeña compañía, llamada Tefal. Este compuesto 'milagroso' es un polímero, al igual que el polietileno, compuesto por átomos de flúor y carbono. Desde su descubrimiento en 1938, sus aplicaciones industriales han sido muy amplias. Pero no todo han sido buenas noticias.

Cada vez que añadimos un nuevo químico artificial a nuestras vidas cotidianas (o descubrimos que ya estaba), es inevitable que surjan las preguntas: ¿es seguro? y ¿provoca cáncer? Según la American Cancer Society, "el teflón, por sí mismo, no se sospecha que provoque cáncer". Lo máximo que está demostrado que provoca es la llamada 'fiebre por vapores de polímeros', bautizada en inglés como Teflon Flu y en español como 'gripe del teflón'. Al calentar este compuesto por encima de 300 ºC, empieza a liberar vapores que pueden provocar escalofríos, dolor de cabeza y fiebre. Incómodo, pero no grave.

El teflón contiene pequeños pero significativos niveles de PFOA, el cual se usa en su manufacturación

En cambio, algunos de los componentes añadidos al teflón podrían no ser tan seguros. En su fabricación se emplea un químico llamado ácido perfluorooctanoico (PFOA), y las dudas que este compuesto genera en torno a nuestra salud se deben tener en cuenta.

Según la American Cancer Society, "estudios en animales han visto que la exposición a PFOA aumenta el riesgo de padecer ciertos tumores, entre los que se encuentran el de hígado, testículos, pecho y páncreas". Para poder extrapolar dichos estudios a seres humanos, los investigadores compararon grupos de población expuestos a este compuesto (debido a la presencia de una planta química en las proximidades) con gente que no estaba en contacto con el químico, y aunque advertían de que "puede que otros factores afecten a los resultados", los estudios sugerían "una correlación entre la presencia del PFOA y un mayor riesgo de padecer cáncer testicular". Asimismo, sugerían "una relación entre el compuesto y el cáncer de riñón y de tiroides, pero en menor cantidad". La propia sociedad americana contra el cáncer avisa de que no todos los estudios mostraban exactamente los mismos resultados, y por ello zanja la cuestión: "Más investigación es necesaria".

Pero no es solo cáncer. Los PFOA provocan un gran recelo entre la comunidad científica por diferentes motivos. Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), "los PFOA interfieren con el metabolismo de los ácidos grasos y pueden desequilibrar el metabolismo de los lípidos y las lipoproteínas".

El PFOA puede afectar al desarrollo del feto, pudiendo provocar bajo peso al nacer o variaciones esqueléticas

Lo normal, sabiendo esto, es querer deshacerse del PFOA, pero no es tan fácil. Enormes cantidades fueron vertidas desde el año 1951 al río Ohio (que desemboca en el Misisipi, que a su vez desemboca en el océano Atlántico) por la compañía inventora del teflón, DuPont. Y este compuesto no se descompone tan fácilmente en la naturaleza y, lo que es más preocupante, en nuestro cuerpo. Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), "su periodo de semidesintegración [tiempo que tarda la mitad de una cantidad dada de sustancia en descomponerse] en seres humanos es de 3,8 años", o lo que es lo mismo: si tenemos un gramo en nuestro organismo, después de casi cuatro años seguiremos teniendo 0,5 gramos. Además, es un compuesto "capaz de atravesar la barrera hematoencefálica y atravesar la placenta de las embarazadas, pudiendo llegar al feto, al igual que puede ser transferido a través de la leche materna". Esto último puede ser un gran problema pues, como apunta la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), "la exposición a PFOA puede dar como resultado consecuencias adversas para la salud, incluidos efectos en el desarrollo del feto durante el embarazo, o en los bebés que son amamantados, pudiendo provocar bajo peso al nacer, pubertad acelerada o variaciones esqueléticas".

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En 2015, 252 científicos e investigadores de todo el mundo publicaron la conocida como 'The Madrid Statement' ('La declaración de Madrid'). Una iniciativa del Green Science Policy Institute, organización científica californiana, dedicada a investigar e informar sobre los químicos innecesarios con los que nosotros o el medio ambiente estamos en contacto cada día. Dicha 'Declaración de Madrid' estaba destinada a "documentar el consenso científico respecto a la persistencia y al potencial dañino del PFOA y sustancias similares". En declaraciones al 'Telegraph', la científica Simona Bala, miembro del Green Science Policy Institute y autora de la 'Declaración de Madrid', explicaba por qué no se han tomado medidas todavía: "Muy pocos PFA [grupo de sustancias de las que forma parte el PFOA] han sido estudiados todavía". Respecto a la presencia de estos compuestos en las sartenes que usamos a diario, la doctora Balam es clara: "El teflón contiene pequeños pero significativos niveles de PFOA, el cual se usa en su manufacturación".

Al final, que el arroz se pegue va a ser lo mejor.

El rascar al fregar se iba a acabar. En 1954, el ingeniero francés Marc Grégoire revolucionó la cocina al inventar la primera sartén antiadherente. Lo hizo recubriendo una sartén cualquiera de un (relativamente) nuevo compuesto, el politetrafluoroetileno, más popularmente conocido como teflón. No tardó en llegarle el éxito a su pequeña compañía, llamada Tefal. Este compuesto 'milagroso' es un polímero, al igual que el polietileno, compuesto por átomos de flúor y carbono. Desde su descubrimiento en 1938, sus aplicaciones industriales han sido muy amplias. Pero no todo han sido buenas noticias.

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