Estas son las nuevas señales de la anorexia y la bulimia
Un estudio muestra que las personas con estas patologías sufren dos años antes otras enfermedades mentales, lo que puede orientar a los médicos de atención primaria para hacer un diagnóstico precoz
En la tela de araña de la anorexia y la bulimia ya no solo están atrapadas niñas cada vez más jóvenes, sino también mujeres adultas y chicos. Aunque todavía hoy la población femenina la padece 10 veces más que la masculina, lo cierto es que los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) han saltado la barrera generacional y de género.
En España, y como aclara a Alimente la doctora Marina Díaz Marsá, presidenta de la Sociedad de Psiquiatría de Madrid y directora médica de Sommos Desarrollo Personal, “los últimos estudios establecen una tasa de prevalencia de casos en población adolescente de alrededor del 4,1 al 4,5%. En concreto, la anorexia se sitúa en torno al 0,3%, la bulimia en el 0,8% y el TCA no especificado en torno al 3,1% de la población femenina de entre 12 y 21 años. Pero si se incluyen formas más leves, la frecuencia asciende a entre el 11-16%”.
"Vemos más casos de anorexia y bulimia a edades más tempranas y más tardías"
Esta especialista apunta, además, a “que estamos asistiendo a un cambio en los trastornos de la alimentación. Vemos más casos a edades más tempranas y a edades más tardías. Desde el punto de vista clínico, la presentación con autolesiones (cortes superficiales en los antebrazos ..) o la comorbilidad con trastorno límite de la personalidad está siendo también muy frecuente”.
Las graves consecuencias de los trastornos de alimentación han promovido y promueven la investigación continua en este campo en busca de nuevas ‘pistas’ que ayuden a detectar su presencia en los estadios más iniciales de la enfermedad, lo que logra mayores tasas de curación.
En este sentido, se acaba de publicar un nuevo estudio a gran escala en el 'British Journal of Psychiatry', realizado por investigadores de la Universidad de Swansea, que revela señales de advertencia de que alguien podría desarrollar un trastorno alimentario.
Los resultados muestran que las personas diagnosticadas con un trastorno de alimentación tenían tasas más altas de otras afecciones mentales y prescripciones de tratamientos en los años anteriores a su diagnóstico. Los hallazgos pueden brindar a los médicos una mejor oportunidad de detectar precozmente la anorexia, la bulimia o el trastorno por atracón. De todos los TCA, la anorexia es el más frecuente.
Detrás de esta grave patología se esconden múltiples factores que la desencadenan: biológicos, genéticos, de personalidad, familiares, ambientales y sociales. También, como señala Marina Díaz Marsá, “los antecedentes traumáticos como abusos sexuales o acoso escolar también son frecuentes en las patologías más graves”.
Las afectadas, empujadas en parte por la obsesión social por un cuerpo perfecto, entran en un círculo vicioso del que es difícil salir. Cuanto más se adelgaza, más kilos se quieren perder. Porque la persona anoréxica (aquella que pierde hasta un 35% de su peso corporal) sufre, además, una distorsión de su propia imagen: a pesar de su extrema delgadez, se ve con sobrepeso.
Con 15.558 pacientes
El equipo de investigación, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Swansea, examinó los registros de salud electrónicos anónimos de médicos de atención primaria y las admisiones hospitalarias en Gales. 15.558 personas tenían trastornos de la alimentación entre 1990 y 2017. Y en los 2 años anteriores a su diagnóstico, los datos muestran que estas mismas personas tuvieron:
- Niveles más altos de otros trastornos mentales, como trastornos de personalidad o dependencia de alcohol y depresión.
- Mayores niveles de accidentes, lesiones y autolesiones.
- Mayor índice de prescripción de medicamentos del sistema nervioso central, como los antipsicóticos y los antidepresivos.
- Mayor índice de prescripciones de medicamentos gastrointestinales (por ejemplo, para el estreñimiento y el malestar estomacal) y de suplementos dietéticos (por ejemplo, multivitaminas, hierro).
Los expertos creen, por lo tanto, que buscar uno o una combinación de estos factores puede ayudar a los médicos de cabecera a identificar los trastornos alimentarios en una etapa temprana.
La doctora Jacinta Tan, directora de la investigación, asevera: “No puedo enfatizar lo suficiente la importancia de la detección e intervención temprana para los trastornos de la alimentación. Los retrasos en el diagnóstico y el tratamiento son tristemente comunes y también se asocian con resultados más pobres y gran sufrimiento”.
Para los autores de la investigación, “el aumento de las recetas de los médicos de cabecera, tanto antes como después del diagnóstico, indica que estos pacientes, incluso si no son conocidos por los servicios de especialistas, tienen muchas más dificultades o están teniendo dificultades. Esto subraya la necesidad clínica de una intervención temprana para ellos y la importancia de apoyar a los médicos de familia en este campo”.
Acudir al especialista
Como aclara la doctora Marina Díaz Marsá, “la comorbilidad en la anorexia y en la bulimia es muy habitual. La depresión, las alteraciones de la motilidad intestinal o la ansiedad son muchas veces previas al diagnóstico y pueden requerir tratamientos previos”. Recuerda, además, que los trastornos descritos en el nuevo estudio previos al cuadro de TAC “más que precipitantes son expresiones sintomáticas y síntomas prodrómicos de que algo mentalmente ocurre y hay que explorar con más detalle. Esto en atención primaria no es siempre posible y sería adecuado acudir al psiquiatra para realizar una evaluación adecuada”.
Detalla también que el diagnóstico de estos trastornos “es fundamentalmente clínico. Es necesario además una serie de evaluaciones para ver las disfunciones de la personalidad añadidas y una analítica completa con una valoración endocrina para determinar las consecuencias orgánicas de las alteraciones en la ingesta si el trastorno de la alimentación va asociado a otros problemas como los descritos".
En cuanto al tratamiento, debe ser combinado: “Farmacológico, que permite estabilizar al paciente, y psicoterapéutico, que ahondará en las dificultades y problemas interpersonales, lo que dará herramientas a las pacientes para tener una vida equilibrada. Además, las intervenciones familiares son fundamentales para interferir sobre aquellos aspectos de la familia que pueden perpetuar el trastorno”, apostilla.
Pero lo más importante es que “se debe intervenir cuanto antes para evitar la cronificación. Una adecuada valoración psiquiátrica para hacer el diagnóstico y ver la comorbilidad con otros posibles trastornos, valoración nutricional y endocrina e iniciar el tratamiento psicofarmacológico, nutricional y psicoterapéutico lo antes posible”.
Los investigadores de Gales recuerdan, por su parte, que la investigación “ha sido un proyecto absolutamente fascinante en el que trabajar. Utilizamos datos clínicos anónimos de toda la población y los desenterramos, con códigos y estadísticas, para contar una historia sobre trastornos de la alimentación”, añaden.
El profesor Keith Lloyd, presidente del Colegio Real de Psiquiatras de Gales, ha declarado: "Los trastornos alimentarios pueden tener un impacto devastador en las personas y sus familias, por lo que este estudio es muy oportuno".
En la tela de araña de la anorexia y la bulimia ya no solo están atrapadas niñas cada vez más jóvenes, sino también mujeres adultas y chicos. Aunque todavía hoy la población femenina la padece 10 veces más que la masculina, lo cierto es que los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) han saltado la barrera generacional y de género.
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