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La microbiota puede luchar contra las infecciones cerebrales
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La microbiota puede luchar contra las infecciones cerebrales

Son mucho más pequeños que cualquier célula de nuestro cuerpo, pero cumplen funciones vitales, algunas de las cuales se siguen descubriendo a día de hoy

Foto: Foto: iStock.
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Por mucho que queramos adelgazar, hay dos kilos que jamás nos podremos quitar de encima (y menos mal). Estos se deben a los más de 39 billones (sí, con b) de bacterias en el interior de nuestro intestino. En los últimos años se han descubierto un sinfín de funciones que estas cumplen en nuestro organismo. A fin de cuentas es una simbiosis: ellas nos necesitan para seguir vivas y nosotros a ellas. Una de las mas curiosas es que, cuando nuestros glóbulos rojos son demasiado viejos como para cumplir su cometido, son eliminados por el hígado, que como resultado obtiene una molécula llamada bilirrubina (llamada así en honor a Juan Luis Guerra). El problema es que esta sustancia pasa al tracto digestivo para ser eliminada en las heces, pero nuestro intestino la reconoce como 'buena' y la vuelve a absorber. Menos mal que existe un tipo de bacteria presente en todos nuestros sistemas digestivos que se alimenta específicamente de bilirrubina, rompiéndola y haciendo que no se vuelva a reabsorber.

Por supuesto, esta es solo una de las decenas de funciones de la microbiota que se han descubierto de momento. Ahora, un grupo de investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Utah, en Estados Unidos, encabezados por los investigadores June Round y David Garrett Brown, ha elaborado un estudio en el que han probado que la microbiota cumple una función determinante a la hora de protegernos frente a los daños neurológicos que pueden provocar determinados tipos de virus.

"Hemos descubierto que la microbiota es capaz de proteger a los ratones infectados de la parálisis"

Esto abre la puerta a la investigación acerca de si es posible luchar contra emfermedades producidas por patógenos microscópicos gracias a la ayuda de nuestras propias bacterias. Para llevar a cabo su investigación, los autores utilizaron ratas de laboratorio como los sujetos de estudio. Esto es de gran relevancia debido a que la microbiota de estos roedores (y su bioquímica en general) es extraordinariamente parecida a la del ser humano. Utilizaron dos grupos, unos que tenían una microbiota absolutamente normal y corriente y otros que se habían diseñado para no tener. "Queríamos investigar si la microbiota puede alterar la respuesta inmune a un virus en el sistema nervioso central y si esto modifica la cantidad de daño que el patógeno puede provocar", explica el investigador David Garrett Brown.

Descubrieron que los roedores sin microbiota tenían una respuesta inmune débil, eran incapaces de eliminar el virus y desarrollaban una parálisis progresiva. Por el contrario, los que tenían una flora intestinal normal y corriente eran capaces de luchar y de vencer al organismo patógeno. Por si eso fuera poco, las ratas que no tenían microbiota tampoco tenían un tipo de célula inmunitaria del sistema nervioso llamada microglía, que es capaz de identificar al invasor y comenzar la respuesta inmune contra él.

"Hemos demostrado que la microbiota proteje a las ratas infectadas de la parálisis al activar ciertas vías en el sistema nervioso central. Esto sugiere que las acciones que provoca la microbiota son esenciales para luchar rápidamente contra los virus y prevenir los daños de muchas enfermedades parecidas a la esclerosis múltiple" explica la investigadora June Round. Y apostilla: "Nuestros resultados enfatizan la importancia de mantener una comunidad diversa de bacterias en nuestro tracto intestinal y que, además, es necesario tomar medidas para restaurarla después de haber tomado antibióticos".

Por mucho que queramos adelgazar, hay dos kilos que jamás nos podremos quitar de encima (y menos mal). Estos se deben a los más de 39 billones (sí, con b) de bacterias en el interior de nuestro intestino. En los últimos años se han descubierto un sinfín de funciones que estas cumplen en nuestro organismo. A fin de cuentas es una simbiosis: ellas nos necesitan para seguir vivas y nosotros a ellas. Una de las mas curiosas es que, cuando nuestros glóbulos rojos son demasiado viejos como para cumplir su cometido, son eliminados por el hígado, que como resultado obtiene una molécula llamada bilirrubina (llamada así en honor a Juan Luis Guerra). El problema es que esta sustancia pasa al tracto digestivo para ser eliminada en las heces, pero nuestro intestino la reconoce como 'buena' y la vuelve a absorber. Menos mal que existe un tipo de bacteria presente en todos nuestros sistemas digestivos que se alimenta específicamente de bilirrubina, rompiéndola y haciendo que no se vuelva a reabsorber.

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