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¿Estás ganando peso o reteniendo líquidos? Cómo diferenciarlo
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Te interesa saber qué es la fóvea

¿Estás ganando peso o reteniendo líquidos? Cómo diferenciarlo

Problemas circulatorios, enfermedades renales o hepáticas e insuficiencia cardiaca congestiva son algunas de las causas del edema. Así es como podemos prevenirlo

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El edema, conocido comúnmente como retención de líquidos, es una enfermedad que se caracteriza por el aumento del volumen del líquido intersticial; es decir, “una acumulación excesiva de líquidos en los tejidos”, tal y como explican desde la Fundación Española del Corazón. Normalmente, esta dolencia no supone ningún tipo de gravedad, pero sí requiere el consumo de ciertos medicamentos si la causa de su aparición son enfermedades renales, hepáticas o cardiacas. No obstante, este problema tan habitual también tiene su fuente en el sedentarismo, la insuficiencia cardiaca congestiva, no beber suficiente agua durante el día o, como ocurre con otras muchas afecciones, el seguimiento de una dieta desequilibrada -especialmente rica en sal y sodio-.

Aunque los síntomas que acompañan a la retención de líquidos son muy claros y determinantes, algunos pacientes los confunden con un aumento de peso. Y es que el edema hace acto de presencia a través de unos kilos de más, calambres, palpitaciones, debilidad muscular, hinchazón en las piernas y los tobillos o el engrosamiento del perímetro abdominal. Bajo esta premisa, ¿cómo podemos determinar la verdadera causa de estos síntomas?

¿Kilos de más o retención de líquidos?

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Como acabamos de ver, resulta muy complicado diferenciar a simple vista un aumento de peso al uso de la aparición de un edema. Afortunadamente, existe un truco de lo más efectivo capaz de aclarar todas estas dudas. ¿Habéis oído hablar alguna vez de la fóvea? Esta pequeña depresión situada en el centro de la retina es la responsable de enfocar los rayos luminosos y ejecutar la visión del color. Sin embargo, también es el nombre que recibe la presión que se ejerce firmemente con el dedo sobre la piel, con el objetivo de notar “un hundimiento que permanece durante algunos minutos o segundos después de que hayamos quitado el dedo”, aclara la Fundación Española del Corazón.

"La ingesta de sodio de nuestra alimentación proviene, sobre todo, de los alimentos procesados"

Este acto tan simple nos permite identificar a qué problema de salud nos enfrentamos, pudiendo así poner remedio cuanto antes. Otras señales para determinar un diagnóstico previo más exacto son la ingesta de nuevos medicamentos, cambios en los hábitos de alimentación, la aparición de síntomas durante el ciclo menstrual -los cambios en las hormonas sexuales femeninas pueden provocar una retención de líquidos importante-, el aumento exclusivo de la zona abdominal o el color de la orina.

Como hemos visto anteriormente, la retención de líquidos está muy ligada a la alimentación. De hecho, algunos de los remedios para combatirla son la ingesta de tés o infusiones, ingredientes bajos en sal o aquellos que además son ricos en agua como, por ejemplo, la sandía, la manzana o la piña. En cambio, ¿qué alimentos debemos evitar para no empeorar la situación?

Enemigos del edema

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“Debemos tener en cuenta que la mayor parte de la ingesta de sodio de nuestra alimentación no proviene de la sal de mesa, sino de los alimentos procesados. Por este motivo, es preferible consumir alimentos naturales, como son las frutas, las verduras, las legumbres, las carnes y los pescados frescos, así como debemos leer las etiquetas de los alimentos comerciales y seleccionar aquellos con menor contenido sódico”, alertan desde la Fundación Española del Corazón. El potasio, la fibra, la vitamina C, el calcio y los antioxidantes son también de gran ayuda. Además, para evitar un agravamiento de la enfermedad, debemos eliminar de la dieta los siguientes alimentos:

  • Alcohol. Como es bien sabido, el alcohol es una sustancia nociva para nuestra salud y, sobre todo, en un caso como este. El motivo es que es rico en azúcares que se diluyen con dificultad, concentrándose en la zona de los pies, los tobillos y las piernas. Por ello, hay que eludir su consumo diario, especialmente si se trata de una retención acentuada y si, al mismo tiempo, se requiere una pérdida de peso urgente.
  • Azúcar refinado. Aunque la sal sea el principal rival a batir para los pacientes con retención de líquidos, el azúcar también potencia los síntomas relacionados. Un exceso puede desencadenar problemas para eliminar el sodio del organismo. Como alternativa, algunos expertos recomiendan sustituirlo por azúcar moreno.

La ingesta de tés o infusiones, ingredientes bajos en sal o ricos en agua son los más recomendados

  • Embutido. Al incluir una gran concentración de sodio y grasas saturadas en su composición, el embutido también es un alimento de riesgo, al igual que los quesos demasiado salados, el jamón curado o las salchichas. Además, su consumo tapona las paredes de las arterias, aumentando las probabilidades de sufrir un ataque al corazón.
  • Frutos secos. Este snack tan socorrido suele incluir una gran cantidad de sal, un hábito que resulta potencialmente peligroso. Por ello, es muy importante equilibrar su ingesta para evitar males indeseados.
  • Harina. Según la opinión de algunos especialistas, la harina y los hidratos de carbono provocan que los riñones acumulen sal en vez de expulsarla. Sin embargo, esta señal de alarma no significa que no podamos consumir arroz, pasta o pan; simplemente se recomienda moderar su consumo y eliminar por completo aquellos que estén elaborados con harina procesada.
  • Proteínas. Un exceso de proteínas tampoco es beneficioso para dicha enfermedad. El consumo desmesurado de carne puede provocar una actividad hepática irregular, es decir, que el hígado no trabaje correctamente, fomentando así la retención de líquidos.

El edema, conocido comúnmente como retención de líquidos, es una enfermedad que se caracteriza por el aumento del volumen del líquido intersticial; es decir, “una acumulación excesiva de líquidos en los tejidos”, tal y como explican desde la Fundación Española del Corazón. Normalmente, esta dolencia no supone ningún tipo de gravedad, pero sí requiere el consumo de ciertos medicamentos si la causa de su aparición son enfermedades renales, hepáticas o cardiacas. No obstante, este problema tan habitual también tiene su fuente en el sedentarismo, la insuficiencia cardiaca congestiva, no beber suficiente agua durante el día o, como ocurre con otras muchas afecciones, el seguimiento de una dieta desequilibrada -especialmente rica en sal y sodio-.

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