El sorprendente culpable del aumento de alérgicos a la carne
Los pacientes afectados por este trastorno a menudo se despiertan en medio de la noche con picores y enrojecimiento por todo el cuerpo. ¿Por qué? ¿Y cuál es el tratamiento?
La mayoría de personas pueden consumir toda clase de alimentos sin el menor problema; no obstante, el número de alérgicos e intolerantes ha aumentado considerablemente con el paso de los años. Dolencias que afectan directamente al sistema inmunológico y el metabolismo del paciente, respectivamente. Según los expertos, este incremento se debe a diversos factores que la propia población ha fomentado como, por ejemplo, la sobreprotección del sistema inmunológico con vacunas, medicamentos o exceso de higiene; la introducción tardía de ciertos alimentos en los bebés o el avance científico en lo que a pruebas y exámenes médicos se refiere.
Sin embargo, parece que todos estos desencadenantes nada tienen que ver con un nuevo tipo de alergia que ha comenzado a imperar entre los consumidores y cuyo origen radica en una pequeña e invasiva criatura: la garrapata estrella solitaria.
Alergia a la carne, ¿cuál es su historia?
A partir de ahora, los amantes de las hamburguesas y los chuletones deben mantener los ojos muy abiertos, pues la alergia a la carne se ha convertido en una reacción muy habitual en las últimas décadas. Es cierto que los casos apenas pueden compararse con los de la fruta, que afecta a más del 44% de los alérgicos, los frutos secos o el marisco; pero su impacto en la población sigue en aumento. Sobre todo en Estados Unidos, Suecia, Japón o España.
Un grupo de científicos de la Universidad de Virginia, en Estados Unidos, se encuentra detrás del estudio de este curioso diagnóstico. Ya en 2011, descubrieron que los pacientes que mostraban cierto rechazo a la carne tenían en su organismo altos niveles de anticuerpos IgE a a-gal, un tipo de azúcar relacionada con las proteínas de la carne y la sangre de los mamíferos no primates, derivados de la famosa garrapata estrella solitaria.
Esta criatura habita principalmente en la costa atlántica del sudeste y el este de Estados Unidos: “Es agresiva y realmente busca seres humanos para morder, siendo la ninfa y las hembras adultas las transmisoras más agresivas de la enfermedad. La hembra adulta se distingue por un punto blanco en su espalda. La saliva de esta garrapata puede ser irritante, pero el enrojecimiento y molestias en el sitio de la mordedura no necesariamente indican infección, ni tampoco indican necesariamente la adquisición de la alergia a-gal”, alerta Erin E. McGintee, experta en inmunología clínica del Southampton Hospital.
Síntomas y tratamiento
La alergia a la carne fue diagnosticada por primera vez en 2008, cuando los alergólogos Thomas Platss-Mills y Scott Commins descubrieron que algunos de sus pacientes habían desarrollado una sensibilidad especial a un medicamento anticancerígeno, el cetuximab. No obstante, el auténtico responsable de dicha reacción alérgica fue el tipo de azúcar conocido comúnmente como alfa-gal. Los casos comenzaron a sucederse en los alrededores de las Montañas Rocosas, una región donde la garrapata estrella solitaria ha establecido gran parte de su hábitat. En España, por ejemplo, los expertos sitúan la zona de riesgo cerca del mar Cantábrico y el océano Atlántico, donde ya hay casos descritos relacionados con el consumo de riñones de cerdo, el corte más afectado.
“La alergia se desarrolla en respuesta a un alérgeno de hidratos de carbono, en contraposición a la mayoría de otras alergias a los alimentos, que son en respuesta a una proteína”, añade McGintee. Los síntomas de la enfermedad comienzan a aflorar de tres a seis horas después del consumo de carne, sobre todo cuando esta tiene un alto contenido de grasa. La gelatina, derivada de la carne de res o de cerdo, también es un factor a tener en cuenta. “Los pacientes que desarrollan la alergia a la carne han sido previamente capaces de comer carne sin problema. Lamentablemente, todavía no se sabe lo que predispone a algunos pacientes para desarrollar este tipo de alergia”, concreta la doctora.
Las personas que pueden haber estado expuestas a picaduras y tengan síntomas deben ver a un especialista
Como hemos podido adelantar anteriormente, los pacientes que sufren este tipo de alergia pueden experimentar episodios graves de anafilaxia –una reacción alérgica multisistémica–, hinchazón alérgica, calambres abdominales, sibilancias, vómitos, diarreas, dificultad para respirar e incluso pérdida del conocimiento. No obstante, uno de los rasgos más significativos y que permite dar la voz de alarma es que los pacientes a menudo se despiertan en mitad de la noche con un picor severo, urticaria en todo el cuerpo y enrojecimiento. Al más mínimo problema, se recomienda acudir a un centro de urgencias.
En cuanto al tratamiento, los expertos recomiendan retirar la garrapata de la piel con unas pinzas, en el caso de presenciar el momento exacto de la mordedura. Si el individuo cae preso del pánico e intenta arrancarla o apretarla, corre el riesgo de que todo el veneno salga de su interior, provocando un efecto mucho más nocivo. Una vez estéis en el centro de salud, “hay una prueba que puede identificar a-gal específicamente IgE en una muestra de sangre de un paciente. Los pacientes que pueden haber estado expuestos a las picaduras de garrapatas y que desarrollan síntomas alérgicos tales como los descritos anteriormente deben solicitar consulta con un especialista en alergias experimentado”, concluye McGintee. Para prevenir posibles reincidencias, lo mejor es eliminar el consumo de carne entre seis y doce meses, para realizar después una nueva prueba de intolerancia.
La mayoría de personas pueden consumir toda clase de alimentos sin el menor problema; no obstante, el número de alérgicos e intolerantes ha aumentado considerablemente con el paso de los años. Dolencias que afectan directamente al sistema inmunológico y el metabolismo del paciente, respectivamente. Según los expertos, este incremento se debe a diversos factores que la propia población ha fomentado como, por ejemplo, la sobreprotección del sistema inmunológico con vacunas, medicamentos o exceso de higiene; la introducción tardía de ciertos alimentos en los bebés o el avance científico en lo que a pruebas y exámenes médicos se refiere.
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