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Aloe vera: no solo es salud en crema, sino también en zumos
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DE LA MACETA A TU PLATO

Aloe vera: no solo es salud en crema, sino también en zumos

La mayoría de personas suelen recurrir a esta planta en el ámbito de la cosmética. Sin embargo, esconde también grandes beneficios que solo podemos aprovechar en la cocina

Foto: Además de propiedades en la cosmética, también aporta muchos nutrientes. (iStock)
Además de propiedades en la cosmética, también aporta muchos nutrientes. (iStock)

¿Quién no ha recurrido nunca al aloe vera tras sufrir quemaduras solares, para combatir las manchas o aportar un extra de hidratación a la piel? Esta planta, que ya demandaban nuestros antepasados para curar las heridas de los soldados en combate y que la mismísima Cleopatra utilizaba como producto de belleza, es originaria de África y el sur de Arabia y pertenece a la misma familia que algunos alimentos de consumo diario como la cebolla, el nabo o el ajo: las liliáceas. Conocida también como sábila, este producto destaca por ser un inhibidor del dolor, por su carácter bactericida y sus propiedades cicatrizantes, depurativas, antibióticas y regenerantes, entre otras. Sin embargo, la cosa no acaba aquí.

Un gran potencial

Multitud de estudios en la materia han demostrado que el aloe vera es uno de los alimentos más saludables, pues contiene 19 de los 20 aminoácidos esenciales, casi una veintena de minerales, entre los que destacan el calcio, el hierro, el potasio, el zinc y el magnesio; proteínas, fibra, ácidos grasos, antioxidantes y 12 tipos diferentes de vitaminas.

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Foto: iStock.

Esta combinación hace que el aloe vera amplíe su poder más allá de la piel. Por ejemplo, puede actuar como energizante y reconstituyente para las personas que practican deporte a diario. Además, fomenta la metabolización de las grasas y la circulación, alivia el estreñimiento, previene las anemias ferropénicas, trata las infecciones bucales, ayuda a eliminar las toxinas del cuerpo, calma los síntomas de las crisis asmáticas o previene la caída del cabello, entre otras cualidades.

Lamentablemente, como ocurre con el resto de alimentos que habitan en nuestra despensa, el aloe vera también cuenta con algunas contraindicaciones. Aunque en términos generales el uso del aloe vera no tiene efectos secundarios graves, algunos consumidores deben tener cierta cautela. Las personas con diabetes, por ejemplo, deben ser muy comedidas, pues si lo toman por vía oral puede disminuir los niveles de glucosa en sangre. Por otro lado, esta planta incluye aloína, un poderoso laxante que en altas dosis puede resultar peligroso. Las personas alérgicas al ajo o la cebolla también pueden presentar cierta sensibilidad al aloe vera, mientras que un consumo prolongado puede provocar la pérdida de electrolitos.

Por estos motivos, antes de introducirlo en nuestra dieta, es mejor consultar a un profesional de la salud que conozca nuestro historial médico y sepa a ciencia cierta si el consumo de aloe vera nos beneficia.

El aloe vera en la cocina

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Foto: iStock.

Si ya tenemos vía libre para introducir el aloe vera en nuestras comidas, es importante saber que la cantidad diaria nunca debe superar los 100 mililitros al día, ya sea a través del jugo o la pulpa.

En cuanto a su participación en la cocina, los chefs que ya se han atrevido con este nuevo ingrediente suelen emplearlo para aglutinar las salsas, sustituir la harina en los platos aptos para celiacos, como ingrediente protagonista en la vinagreta de las ensaladas o incluso para dar un toque diferente a los cócteles y los smoothies más innovadores, pues lo único que el aloe vera tiene que ofrecer son sus propiedades -sobre todo gelificantes, estabilizantes y emulgentes-, ya que una vez tratado carece de sabor.

Es importante dejar la pulpa en remojo durante toda la noche para que pierda el sabor amargo que la caracteriza

Sin embargo, no basta con cortar un trozo de la planta e incluirlo en nuestras elaboraciones. Su incursión en la cocina requiere un proceso muy cuidadoso, que tiene como objetivo prioritario evitar la aloína y el látex que forman parte de su composición. Este último es la parte amarilla de la planta, que tiene un sabor muy amargo. Los expertos recomiendan pelar las hojas y dejar la carne viscosa y fibrosa en remojo durante toda la noche con una pizca de sal. Además, suelen ser mejores las plantas que ya cumplen entre tres y cinco años de vida.

Eso sí, para aquellos que no se atreven con esta técnica o, simplemente, no tiene tiempo para ella, ya hay muchos establecimientos que venden gel o tacos de aloe vera listos para su consumo. Bajo esta premisa, ¿queréis poner en práctica estos conocimientos en la cocina? Tomad nota de la siguiente receta.

Tomates rellenos con aloe vera

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Ingredientes:

  • 8 tomates medianos
  • 1 lata de atún
  • 2 tazas grandes de arroz blanco
  • 1 pimiento morrón rojo
  • Aceitunas negras
  • Gel de aloe vera
  • Mayonesa y mostaza
  • Salsa de soja
  • Sal y pimienta

Una vez cocido el arroz, picamos el pimiento morrón y las aceitunas. Después, mezclamos todos los ingredientes en un bol, añadimos una cucharada grande de mayonesa, una cucharadita de mostaza, salsa de soja, sal y pimienta al gusto. Acto seguido, incluimos un poco de gel de aloe vera apto para el consumo humano, que previamente habremos pisado en un mortero. Una vez creado el relleno, lo colocamos en el interior de los tomates ya vaciados y aderezamos de nuevo con un poco de aceite de oliva y las especias que más nos gusten.

¿Quién no ha recurrido nunca al aloe vera tras sufrir quemaduras solares, para combatir las manchas o aportar un extra de hidratación a la piel? Esta planta, que ya demandaban nuestros antepasados para curar las heridas de los soldados en combate y que la mismísima Cleopatra utilizaba como producto de belleza, es originaria de África y el sur de Arabia y pertenece a la misma familia que algunos alimentos de consumo diario como la cebolla, el nabo o el ajo: las liliáceas. Conocida también como sábila, este producto destaca por ser un inhibidor del dolor, por su carácter bactericida y sus propiedades cicatrizantes, depurativas, antibióticas y regenerantes, entre otras. Sin embargo, la cosa no acaba aquí.

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