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Tu ADN cambia tu microbiota: el descubrimiento que lo transformará todo
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ni se sospechaba

Tu ADN cambia tu microbiota: el descubrimiento que lo transformará todo

En los últimos años se han llevado a cabo cientos de descubrimientos sobre la implicación de las bacterias beneficiosas de nuestro intestino en nuestra salud. Ahora todo va a cambiar (a mejor) dado que sabemos qué determina su composición

Foto: Foto: iStock.
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Debemos aceptarlo de una vez: nuestra salud no depende (solo) de nosotros mismos. En nuestro interior (concretamente en el intestino) una cantidad enorme de bacterias llevan a cabo funciones esenciales para nosotros. Por poner un ejemplo, cuando nuestras células sanguíneas circulan demasiado tiempo por nuestras venas y arterias, pierden la capacidad de transportar oxígeno, lo que las convierte en inútiles totales. Es entonces responsabilidad de nuestro hígado 'matar' esas células y deshacerse de los residuos resultantes. El problema es que el resultado de esa descomposición es la bilirrubina (descubierta en 1990 por Juan Luis Guerra). Esta molécula pasa a nuestro intestino para ser desechada. El problema es que la pared intestinal la identifica como 'amiga', lo que provoca que sea reabsorbida y vuelva a entrar en el torrente sanguíneo. Varios procesos tienen lugar para evitar esto, pero el más notable es el que llevan a cabo ciertas bacterias de la flora intestinal, encargadas de degradar la bilirrubina para dar lugar al urobilinógeno, que se degrada a su vez en urobilina y en estercobilina, que pueden ser excretadas. Son estas sustancias las que confieren tanto a heces como a orina sus característicos colores.

Como explica a Alimente el director general del Instituto Español de Nutrición Personalizada, Javier Cuervo, "nuestras bacterias intestinales suponen nada más y nada menos que 2 kilos de nuestro peso total". Son miles de millones de organismos, de miles de especies diferentes, viviendo dentro de nosotros.

"Las implicaciones que tiene esto para nuestro entendimiento de las enfermedades son muy importantes"

El problema es que, aunque tenemos identificadas las funciones de algunas variedades, en gran medida sigue siendo un terreno completamente desconocido. En los últimos años, la investigación médica ha hecho diversos descubrimientos que han vinculado el estado de nuestra flora intestinal con diversas características de nuestra salud, como la obesidad, la malnutrición o el desarrollo de enfermedades como la colitis ulcerosa, la enfermedad de Crohn o el intestino irritable (las tres son las que componen las conocidas como enfermedades inflamatorias intestinales).

Ahora, un grupo internacional de investigadores, liderados por Nicholas J. Timpson, de la Universidad de Bristol (Reino Unido), han elaborado un estudio en el que han conseguido llevar a cabo un descubrimiento que, previsiblemente, cambiará la investigación de la microbiota en los años que están por venir. Hasta ahora no eran pocos los métodos con los que se había experimentado para cambiar la composición o población de nuestra flora intestinal. Supuestamente, esta debe tener gran número de bacterias y tener una composición variada. Para lograrlo se han llevado a cabo todo tipo de procedimientos, desde el consumo de probióticos a los transplantes fecales.

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Los investigadores de la Universidad de Bristol han llegado a la conclusión de que es nuestro propio ADN el que determina cómo está compuesta nuestra flora intestinal. Según detalla el doctor David Hughes, uno de los autores del trabajo científico: "Nuestros resultados representan un logro significativo para entender cómo la variedad genética de un individuo afecta a su flora bacteriana. Y lo que es más importante: representa un gran progreso en nuestra capacidad de saber si los cambios en nuestra flora intestinal también influencian directamente a las enfermedades del ser humano".

En este estudio, el más grande de su tipo jamás hecho, se han identificado 13 cambios en el ADN de los participantes que están relacionados con variaciones en la cantidad y diversidad de las bacterias que pueblan nuestro intestino. Han logrado realizar este descubrimiento gracias a los datos de 3.890 participantes. Una vez recopilados los datos, se realizaron estudios genéticos a todos ellos y se compararon con los resultados de sus análisis fecales para conocer a la perfección la composición de su microbiota.

Foto: Existen cientos de estudios sobre la microbiota. (iStock)

A juicio del doctor Hughes, "es excitante identificar nuevas e importantes pruebas que certifican la relación entre el ADN y la composición de la flora intestinal. Ahora afrontamos el gran desafío de confirmar nuestras observaciones con otros estudios para determinar, exactamente, por qué los cambios en el ADN pueden tener tanto impacto en la composición de la microbiota".

Esto, como indican los investigadores, abre la puerta a nuevos e importantísimos descubrimientos con respecto a enfermedades que llevan demasiado tiempo en el punto de mira de la ciencia médica sin ningún resultado positivo, como la enfermedad de Alzheimer. La investigadora Kaitlin Wade, profesora de Epidemiología de la Universidad de Bristol y coautora del estudio, asegura que "una de las fortalezas que tenemos gracias a este descubrimiento es que contamos con unas bases para determinar, a través de análisis, si la presencia de determinadas bacterias en la flora intestinal aumenta el riesgo de sufrir alguna enfermedad concreta o si es una manifestación de una dolencia ya presente". Y apostilla: "Las implicaciones que tiene esto para nuestro entendimiento de la salud del ser humano y cómo nos enfrentamos a las enfermedades son tan severas que puede cambiar el juego completamente".

Debemos aceptarlo de una vez: nuestra salud no depende (solo) de nosotros mismos. En nuestro interior (concretamente en el intestino) una cantidad enorme de bacterias llevan a cabo funciones esenciales para nosotros. Por poner un ejemplo, cuando nuestras células sanguíneas circulan demasiado tiempo por nuestras venas y arterias, pierden la capacidad de transportar oxígeno, lo que las convierte en inútiles totales. Es entonces responsabilidad de nuestro hígado 'matar' esas células y deshacerse de los residuos resultantes. El problema es que el resultado de esa descomposición es la bilirrubina (descubierta en 1990 por Juan Luis Guerra). Esta molécula pasa a nuestro intestino para ser desechada. El problema es que la pared intestinal la identifica como 'amiga', lo que provoca que sea reabsorbida y vuelva a entrar en el torrente sanguíneo. Varios procesos tienen lugar para evitar esto, pero el más notable es el que llevan a cabo ciertas bacterias de la flora intestinal, encargadas de degradar la bilirrubina para dar lugar al urobilinógeno, que se degrada a su vez en urobilina y en estercobilina, que pueden ser excretadas. Son estas sustancias las que confieren tanto a heces como a orina sus característicos colores.

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