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Detrás de los atracones de comida se esconde la necesidad de calmarnos
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Detrás de los atracones de comida se esconde la necesidad de calmarnos

Cada vez más estudios constatan que comer de forma compulsiva no es un problema de falta de autocontrol sino de regulación emocional, frecuente en pacientes obesos. Nuevas terapias psicológicas están dando buenos resultados

Foto: Comer en exceso se debe a una desregulación emocional. (iStock)
Comer en exceso se debe a una desregulación emocional. (iStock)

Salir del trabajo e ir directo a la tienda de chuches más cercana. Llegar a casa y asaltar la nevera para comer. Tener un mal día y sentir que no puedes controlarte mientras vas a por un menú completo al burguer de la esquina. Y después, sentirte fatal.

Si esto te resulta familiar, seguramente también lo serán pensamientos como "tengo que tener más fuerza de voluntad" o "me falta disciplina". Pero la realidad que constatamos diariamente en los gabinetes de psicología es que este comportamiento no se relaciona tanto con la fuerza de voluntad como con el autocontrol o la disciplina, sino con la regulación emocional.

"No se trata de fuerza de voluntad, sino de qué estrategias usamos para regular estados de ánimo"

Estudios llevados a cabo tanto en población infantil como con adolescentes y adultos han identificado el papel que juegan las emociones, las habilidades de regulación emocional, la motivación, la atención o la capacidad de poner nombre a lo que sentimos, en esa forma de comer de modo descontrolado.

Los estudios realizados con niños demuestran desde los primeros años una desregulación emocional que provoca una importante pérdida de control con la comida. En adultos hay numerosas investigaciones que están aportando información muy valiosa que estudia el papel de la regulación emocional en pacientes con sobrepeso u obesidad. Y en todos ellos se apunta hacia una dirección inequívoca: no se trata de fuerza de voluntad, sino de qué estrategias estamos utilizando para regular nuestros estados de ánimo.

Esta forma de comer impulsiva, desconectada del cuerpo y del momento, parece estar más relacionada con la necesidad de calmarnos o sentirnos mejor que con la de alimentarnos. En castellano utilizamos la palabra atracón o desfase, en inglés hay expresiones como 'binge eating' (borrachera de comida), 'loss control eating' (pérdida de control con la comida) u 'overeating' (sobrealimentación), relacionada con el sobrepeso como trastorno de alimentación. Son términos que tratan de descifrar y poner nombre a lo que sucede en nuestro mundo interno cuando salimos directos a por una bolsa de patatas fritas como forma de consuelo tras un mal día.

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Foto: iStock.

Los motivos

Los estudios relacionan estos atracones con nuestra falta de recursos o habilidades para calmarnos cuando nos sentimos mal, con la falta de tolerancia a las emociones negativas. Cuando comemos de forma impulsiva se evidencia la desconexión de nuestras emociones y nuestro cuerpo. En consulta hacemos ver a nuestros pacientes qué factores producen esa desconexión en ese momento. Les enseñamos a distinguir los disparadores de ese comportamiento y, gracias a ese análisis guiado, comprobamos que desde luego no tienen que ver con fuerza voluntad o la disciplina. Cuándo, cómo y por qué cuando me siento mal estoy utilizando la comida para manejar mis emociones".

"Una de las herramientas es 'resetear' ese mecanismo emocional que nos hace comer más"

Si nos detenemos a pensarlo, desde la infancia la comida es mucho más que alimento. La comida está asociada al placer y se relaciona con el afecto, con nuestros recuerdos de ser queridos y con el consuelo. Todos tenemos recuerdos en los que de niños nos consolaron con un helado, con un vaso de leche con galletas o con cualquier otra comida reconfortante que nos hizo sentir mejor.

En aquel momento, alguien que nos quería nos acompañó en un mal momento, nos ayudó a sentirnos mejor y nos dejó un sabor agradable en la boca. Es probable que la fuerza asociativa de aquel sabor y el consuelo que nos proporcionó en aquel momento sigan grabados en nuestro cerebro, mezclando sabor y afecto, y llevándonos a buscar el mismo consuelo que logramos entonces cuando nos sentimos mal hoy.

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La terapia

Una de las herramientas más potentes que ofrece la psicología para ayudarnos a 'resetear' ese mecanismo emocional que nos hace comer más de lo que necesitamos es el EMDR. Se trata de una técnica que nació hace 20 años en EEUU de la mano de la psicóloga Francine Shapiro. Según Ana Lucas, psicóloga clínica en EMDR, cada vez son más los campos de atención en los que el EMDR (desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares, por sus siglas en inglés) está demostrando su efectividad. El EMDR es una buena opción terapéutica para ayudar a los pacientes a reprocesar malos hábitos de alimentación determinados por las emociones.

Ana Lucas es psicóloga sanitaria especializada en adultos y adolescentes. Es licenciada en Psicología por la UNED, tiene también un máster en terapia cognitivo-conductual y es especialista en EMDR. Es creadora de Psico-Salud.

María Picazo es una de las psicólogas de Psico-Salud. Psicóloga sanitaria, está especializada en terapia EMDR y mindfulness

Salir del trabajo e ir directo a la tienda de chuches más cercana. Llegar a casa y asaltar la nevera para comer. Tener un mal día y sentir que no puedes controlarte mientras vas a por un menú completo al burguer de la esquina. Y después, sentirte fatal.

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