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¿Realmente el teletrabajo tiene la culpa de que comas más?
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Nuevos hábitos

¿Realmente el teletrabajo tiene la culpa de que comas más?

Trasladar la oficina a nuestras casas fue uno de los primeros cambios que trajo la pandemia de covid-19 y será de los últimos en irse (si lo hace). Esta modalidad de trabajo tiene ventajas, pero algunos la acusan de sus picoteos

Foto: Foto: Unsplash/@chrisspiegl.
Foto: Unsplash/@chrisspiegl.

Cuando a mediados de marzo del año pasado la explosión de la pandemia de covid-19 obligó al cierre de la inmensa mayoría de las oficinas y millones de empleados nos hicimos nuestro puesto de trabajo en casa, nos las prometíamos felices. Las ventajas eran muchas: minimizar el riesgo de contagio, no invertir tiempo en desplazamientos, posibilidad de conciliar vida laboral y familiar, etc. Sin embargo, pronto descubrimos que las bondades (evidentes) también se acompañan de una larga lista de inconvenientes.

Lo que en marzo nos parecía una situación transitoria ha dado paso a la evidencia creciente de que nada será como antes y de que es necesario regular el teletrabajo -y en eso están inmersos Gobierno, empresas y sindicatos- porque es una fórmula que trascenderá a la pandemia. Así pues, empecemos cada uno a tomar las riendas de nuestra situación y a identificar problemas e intentar resolverlos.

La ganancia de peso en el confinamiento ha sido de 2 o 3 kilos por la mayor ingesta calórica y solo en personas con sobrepeso

Un ‘efecto colateral’ del teletrabajo es la percepción de que comemos más, no tanto en el plato sino que cada poco tiempo nos asomamos a la nevera, como buscando en ella la colaboración de un compañero. Y ese gesto lo hemos repetido frecuentemente durante el confinamiento, como revela una encuesta realizada en redes por el grupo del doctor Diego Bellido, jefe de sección de Endocrinología y Nutrición del Complejo Hospitalario de Ferrol: “Hemos encontrado que, en estas semanas, la ganancia media de peso ha sido de dos o tres kilos, asociada a una mayor ingesta calórica”, revela a Alimente, un incremento que “solo han tenido personas con sobrepeso u obesidad, pero no las delgadas”.

De ese picoteo estas consecuencias

El también miembro de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) considera que en el teletrabajo “se picotea más; es un hecho que intuyo pero no tengo cuantificado”, un hábito que “está relacionado con tener la comida delante, y esa disposición es la que nos hace consumirla”.

Ese picoteo reaparece en un comunicado de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), en el que la doctora Emilia Cancer insiste en este hábito, que repetido frecuentemente “se traduce en transgresiones dietéticas que tendrán consecuencias indeseables”. Si al picoteo se suma la falta de actividad física asociada al teletrabajo, el problema está servido: aumenta el riesgo de desarrollar obesidad y sus consecuencias (hipertensión arterial, diabetes mellitus, aumento de colesterol y/o de triglicéridos en la sangre, subida del ácido úrico, artrosis y apnea obstructiva del sueño, entre otros).

placeholder Foto: Unsplash/@cathrynlavery.
Foto: Unsplash/@cathrynlavery.

En esas visitas reiteradas a la despensa o al frigorífico “buscamos frutos secos, refrescos, galletas y otros aperitivos densamente energéticos, y cuando al final del día hacemos balance de la ingesta calórica, comprobamos que se ha multiplicado”, afirma el endocrinólogo.

Isabel Aranda, especialista en psicología del trabajo y vocal del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid (COPMadrid), defiende que “el hecho de teletrabajar, por sí mismo, no tiene por qué afectar a los hábitos alimenticios”, y la demostración es que “las personas que teletrabajaban antes del confinamiento no han tenido problemas relacionados con la alimentación”. Entonces, una razón para esos 'desmanes dietéticos' es, a su juicio, la ausencia de unas buenas costumbres de trabajo. “Al igual que en la oficina tenemos unos tiempos de trabajo, otros de descanso y otros para comer, en casa se ha de hacer lo mismo. Pero nos falta esa disciplina”.

Contexto emocional

Además, hay que contar con el factor emocional, porque “la situación general de inseguridad, el no saber qué va a ocurrir y el desorden de horarios genera mayor estrés en el trabajo”, enumera la psicóloga, que insiste en que “el contexto emocional es mucho más intenso que el habitual y además permanente, y eso hace que nuestra forma de comer sea más emocional”, es decir, a capricho.

Y para ‘ahogar’ la ansiedad no tiramos de bastones de zanahoria o de apio, sino de alimentos ricos en azúcares y grasas, que “nos tranquilizan y dan calma”; se les podría comparar con “los ‘lexatin’ de la despensa”. Para explicar el poder tranquilizador de estos nutrientes nos debemos remontar a nuestra infancia: “La grasa y el azúcar son los componentes principales de la leche materna y tenemos metido en la memoria que la tranquilidad viene con esos nutrientes. Es algo que aprendemos de niños”, explica la psicóloga. “La situación actual de inseguridad crónica conduce a una especie de inseguridad infantil, y se evocan alimentos que tranquilizan”, añade.

placeholder Foto: Unsplash/@brett_jordan.
Foto: Unsplash/@brett_jordan.

Así pues, utilizamos el picoteo para defendernos del miedo que nos causa la inseguridad. ¿Mantendremos esta costumbre al regresar a la oficina? “Ya se habla de que muchas personas seguirán teletrabajando, por ello conviene aprender a fortalecer la mente y afrontar la inseguridad”, espeta. La actitud debe ser controlar la situación y no abandonarse al impulso, “es autorregulación”.

Para mejorar nuestra relación con la comida durante el teletrabajo es preciso insistir en consejos saludables -regular los tiempos de trabajo, de descanso y de las comidas- y enseñar a afrontar la situación sn recurrir a los alimentos. Es una situación prioritaria porque “hay miles de personas, entre el 17 y el 24% de la población, con problemas psicológicos derivados de esta situación”, alerta Aranda.

Consejos para no sucumbir

Minimizar el impacto del teletrabajo y el sedentarismo es posible siguiendo los consejos de la SEEN:

  • Llevar una alimentación saludable basada en la dieta mediterránea con 4-5 comidas al día, acompañada de ejercicio físico regular y un descanso nocturno reparador
  • Planificación semanal de menús: la organización permitirá reducir el picoteo descontrolado entre horas.
  • Hacer tres comidas principales: desayuno, comida y cena. Tomar un tentempié si van a pasar más de 4 o 5 horas entre dos comidas (verduras de colores vivos, fruta o encurtidos).
  • Hacer la compra después de comer, sin hambre, para evitar compras compulsivas y de alimentos ultraprocesados.
  • Escoger alimentos de origen vegetal -frutas, verduras, legumbres, frutos secos crudos-, harinas integrales, lácteos (desnatados para los adultos), mejor pescado que carne y aceite de oliva como principal fuente de grasa.
  • Programar un horario para hacer ejercicio puede ayudar a evitar la ingesta por aburrimiento.

Cuando a mediados de marzo del año pasado la explosión de la pandemia de covid-19 obligó al cierre de la inmensa mayoría de las oficinas y millones de empleados nos hicimos nuestro puesto de trabajo en casa, nos las prometíamos felices. Las ventajas eran muchas: minimizar el riesgo de contagio, no invertir tiempo en desplazamientos, posibilidad de conciliar vida laboral y familiar, etc. Sin embargo, pronto descubrimos que las bondades (evidentes) también se acompañan de una larga lista de inconvenientes.

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