Las otras grandes víctimas de la pandemia por coronavirus
El covid-19 está teniendo un impacto muy profundo y negativo en 9 de cada 10 personas con trastornos de la alimentación, según un nuevo estudio. Los expertos alertan que experimentarán a largo plazo sus efectos en los síntomas y la recuperación
La llegada de la pandemia por covid-19 tiene millones de rostros diferentes, pero algunos están más ocultos que otros. Es el caso de las personas afectadas por los trastornos de la alimentación, como la anorexia y la bulimia. Así lo documenta un nuevo trabajo que reconoce que el coronavirus plantea desafíos adicionales y únicos para ellas.
Las personas con trastornos de la alimentación (TCA) o en proceso de su recuperación están sufriendo especialmente el impacto del coronavirus. Los síntomas pueden exacerbarse por la exposición a los medios de comunicación, la interrupción de las actividades diarias, el aislamiento social, los cambios en el sueño y la actividad física y el miedo al contagio.
"Si la alimentación es la fuente de estrés, cuanto más lo nombren, más probabilidades hay de convertirse en un disparador del mismo que propicia episodios de descontrol", Ana Lucas
Y no solo. La pandemia también puede reducir la capacidad de protección y el acceso a la atención sanitaria, al restringir el apoyo social, el tratamiento y las estrategias de adaptación.
Detrás del impacto
La comunidad científica hace meses que se volcó en investigar las consecuencias de la pandemia en la salud mental de los grupos vulnerables, como los ancianos y aquellos con afecciones psiquiátricas graves, incluidos los que sufren TCA.
Uno de los primeros trabajos en este campo se llevó a cabo en Barcelona. Recogido en 'European Eating Disorders' y dirigido por Fernando Fernández-Aranda, del Hospital Universitario de Bellvitge‐IDIBELL, el CIBER Fisiopatología Obesidad y Nutrición (CIBEROBN) y el Instituto Salud Carlos III (Madrid), asevera: “La pandemia tendrá importantes repercusiones clínicas para la salud mental y puede producir cambios sustanciales en las estrategias diagnósticas y terapéuticas habituales”.
En el artículo se insiste en que “los pacientes, como los que padecen TCA, que a menudo no conocen bien su enfermedad y encuentran difícil la comunicación socioemocional, pueden retrasar la búsqueda de ayuda. Asimismo, este hecho cobrará aún más relevancia en los casos en los que, además, las patologías coexisten con otros trastornos mentales".
Es por ello de relevancia tener en cuenta que en España son alrededor de 400.000 personas, la mayoría mujeres, las que padecen un TCA.
La nueva aproximación
En la nueva investigación, liderada por las doctoras Dawn Branley-Bell y Catherine V. Talbot, ambas de la Universidad de Northumbria, Newcastle (Reino Unido), que recoge 'Journal of Eating Disorders', se encuestó vía online a las personas de todo el país que actualmente están experimentando o están en proceso de recuperación de un trastorno alimentario.
Concretamente, las entrevistas se realizaron durante el confinamiento a 129 pacientes. Los participantes tenían entre 16 y 65 años, y 121 se identificaron como mujeres, 7 como hombres y 1 participante prefirió no revelar su género.
Los resultados sugieren que las interrupciones en la vida diaria como resultado del encierro y el distanciamiento social pueden tener un impacto perjudicial en el bienestar de una persona, y casi nueve de cada diez (87%) de los participantes informaron que sus síntomas habían empeorado como resultado de la pandemia. Más del 30% afirmó que sus síntomas eran mucho peores.
Bienestar psicológico
En declaraciones a Alimente, la psicóloga Ana Lucas, creadora de Psico-Salud, documenta: “El covid-19 y todo lo que ha acompañado al virus son estresores que afectan a la salud emocional de cualquier persona, mucho más si son personas vulnerables o con factores de riesgo para padecer un trastorno de alimentación. Y no es extraño, el aislamiento social provoca síntomas como la sensación de disminución de los sentimientos de control, aumento de la rumiación (las personas con este trastorno regurgitan en repetidas ocasiones la comida después de comer, por lo general todos los días. No tienen náuseas y no tienen arcadas involuntariamente. Pueden volver a masticar el alimento regurgitado y luego escupirlo o tragarlo de nuevo sobre los trastornos alimentarios) y la escasa sensación de apoyo social”.
Y añade: “Esto se explica porque somos animales sociales, necesitamos de los demás para regular nuestros estados emocionales. Lo hacemos a través de la corregulación, que consiste en compartir experiencias con personas significativas, contrastar estas experiencias, tener feedback que nos ayude a objetivar la situación o estar acompañados durante una situación difícil”.
Defiende, además, que “durante el confinamiento ha habido situaciones de todo tipo, familias con una buena relación que han convivido 24 horas y el coronavirus les ha unido más. En otras, en cambio, con una mala relación, el confinamiento ha aumentado el nivel de crispación de la familia, personas que han estado solas y se les ha disparado la ansiedad, o las que también lo han estado pero han disfrutado de esa situación".
“En cuanto a las que padecen trastorno de alimentación, las situaciones han sido muy variadas. Casas donde la familia es un regulador y un elemento de control y cuidado; otras donde el nivel de conflictividad ha provocado más ansiedad con la comida, o situaciones de soledad donde la persona se ha regulado a través de la comida”.
Los científicos británicos insisten en que, mediante el análisis de las respuestas de los participantes, los investigadores encontraron también que los efectos negativos pueden deberse a cambios en las personas: rutina regular, situación de vida, tiempo pasado con amigos y familiares, acceso al tratamiento, participación en la actividad física, relación con la comida y uso de la tecnología.
Hallazgos cruciales
Uno de los principales desafíos que enfrentaron los encuestados fue la reducción en la prestación de servicios de salud o las discrepancias en el acceso a los servicios de salud. Algunos informaron que habían sido dados de alta prematuramente de las unidades de hospitalización o que se les suspendió el tratamiento o que continuaron en una lista de espera para recibir terapia y que recibieron apoyo posdiagnóstico limitado.
Una reducción en la prestación de servicios hizo que algunos participantes informaran que se sentían como una 'carga', un 'inconveniente' y 'olvidados' por el Gobierno y el sistema sanitario público.
Tom Quinn, director de asuntos externos de Beat, organización benéfica nacional para personas con trastornos alimentarios con más de 25 años de experiencia trabajando con pacientes y sus familias, asevera: "Hemos visto de primera mano el impacto devastador que la pandemia ha tenido en quienes padecen o son vulnerables a los trastornos alimentarios y sus seres queridos. Cada vez más personas se comunican con nuestros servicios online, y estamos preparados para ayudar a quienes lo necesiten en este momento".
Graves consecuencias
El equipo de investigación advierte que las consecuencias de no poder acceder a un tratamiento profesional durante la pandemia podrían ser graves, haciendo que las condiciones de algunas personas empeoren mucho y, en algunos casos, podrían resultar fatales.
La cobertura de los medios y las publicaciones en las redes sociales también se citaron como una fuente de ansiedad debido a la preocupación de la población en general por la comida, el aumento de peso y el ejercicio. Aunque se identificaron algunos aspectos positivos del uso de la tecnología, los encuestados destacaron repetidamente el énfasis en la alimentación y el ejercicio, que se ha convertido en un tema dominante en las redes sociales durante la pandemia y el bloqueo asociado.
Los científicos enfatizan que si bien los mensajes positivos sobre ambos pueden ser beneficiosos para la mayoría de la población, es importante que la atención médica y el Gobierno reconozcan que estos también pueden ser desencadenantes o perturbadores para las poblaciones vulnerables.
En este sentido, la doctora Lucas reconoce "que cuando la alimentación es la fuente de estrés, cuanto más lo nombren, más probabilidades hay de convertirse en un disparador de estrés que propicia episodios de descontrol con la comida. Así que un mismo mensaje puede ayudar a personas sanas a llevar un estilo de vida saludable, sin embargo, el mismo mensaje puede convertirse en una fuente de estrés para personas que tienen un trastorno de alimentación".
La Dra. Dawn Branley-Bell recuerda: "Nuestros hallazgos destacan que no debemos subestimar la longevidad del impacto de la pandemia. Las personas con TAC probablemente experimentarán un efecto a largo plazo en sus síntomas y recuperación".
La llegada de la pandemia por covid-19 tiene millones de rostros diferentes, pero algunos están más ocultos que otros. Es el caso de las personas afectadas por los trastornos de la alimentación, como la anorexia y la bulimia. Así lo documenta un nuevo trabajo que reconoce que el coronavirus plantea desafíos adicionales y únicos para ellas.
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