Definitivo: el alzhéimer y la mala microbiota están relacionados
Es una de las patologías neurodegenerativas más comunes. No existe ni cura ni tratamiento. De hecho, ni tenemos una explicación absoluta de por qué tiene lugar o cuáles son sus mecanismos. Por suerte, un nuevo descubrimiento acaba de llegar
A pesar de que en estos momentos excepcionales la mayor parte de los esfuerzos y recursos dedicados a la investigación médica están centrados en la lucha contra el covid-19, de fondo sigue habiendo otras grandes enfermedades que, a pesar de que no se hable de ellas, siguen afectando a la vida de millones de personas a lo largo y ancho del mundo. Una de las más temidas, sobre todo por aquellos que han tenido la tremenda desgracia de ver sufrirla a algún ser querido, es la de Alzheimer.
Se trata de una enfermedad neurodegenerativa que, aunque se dan casos a edades tempranas (en mucha menor medida), suele aparecer en la tercera edad. Se caracteriza por una demencia progresiva, la pérdida de las capacidades mentales y físicas del paciente, y por una constante progresión. Otra de sus características más macabras es que, a día de hoy, no tenemos ni un solo medicamento (y la industria farmacéutica se está gastando auténticas millonadas desde hace décadas para encontrarlo) capaz de hacer frente a esta enfermedad. Para que nos hagamos una idea, otras terribles enfermedades neurodegenerativas como la de Parkinson o la esclerosis múltiple, aunque no tienen cura, sí se pueden tratar con mayor o menor éxito con el objetivo de alargar los años del paciente y, al mismo tiempo, mejorar su calidad de vida. Pero no, para el alzhéimer no tenemos absolutamente nada.
"Nuestros resultados son indiscutibles: determinados productos bacterianos están relacionados con la cantidad de placas amiloides"
De hecho, ni siquiera tenemos claro qué es exactamente lo que la provoca. Se sabe que en los casos prematuros (que ocurren alrededor de los 40 años de edad) existe un factor genético, pero no muchos más. Existen muchas hipótesis, desde la que dice que determinados trastornos metabólicos podrían ser la causa hasta la publicada por los investigadores Sinda Makhlouf, Mariem Messelmani, Jamel Zaouali y Ridha Mrissa, todos pertenecientes al Hospital Militar de Túnez, que sugiere que el consumo de gluten podría ser un factor determinante, aunque esto necesita ser corroborado todavía por otros estudios científicos. Pero lo que sí se lleva sospechando años (se han realizado una gran cantidad de estudios al respecto), y ahora parece haber sido confirmado, es la relación entre la aparición de la enfermedad de Alzheimer y la microbiota intestinal.
En Alimente mencionamos más que a menudo la flora intestinal. Esto no es por capricho, sino porque en la última década se ha convertido en uno de los principales campos de investigación médica. Los billones (de los españoles, no de los anglosajones) de bacterias que viven en nuestro tracto digestivo y con las que mantenemos una relación de simbiosis son una fuerza a tener en cuenta en lo que a nuestra salud respecta. Esto se debe a que todas y cada una de ellas lleva a cabo reacciones químicas y tanto el 'alimento' de esos microorganismos como sus desechos están en el interior de nuestro cuerpo (y en muchas ocasiones llegan a entrar en nuestro torrente sanguíneo). A su vez, esas sustancias juegan un papel en nuestra salud, unas veces bueno y otras, por desgracia, negativo.
Ahora, un grupo de investigadores de la Universidad de Ginebra han publicado un estudio en el que se relaciona la flora intestinal con la acumulación de ciertas sustancias en nuestro cerebro. El neurólogo Giovanni Frisoni, director del HUG Memory Centre, explica: "Con anterioridad habíamos demostrado que la composición de la microbiota (tanto en tipo de bacterias como en número) de los pacientes con alzhéimer estaba alterada, comparándola con la de sujetos sanos. Tiene una diversidad reducida, con determinadas especies presentes en cantidad excesiva y otras casi eliminadas. Además, habíamos descubierto una correlación entre un tipo de fenómeno inflamatorio que tiene lugar en la sangre, la microbiota y la enfermedad de Alzheimer. Esto nos hizo preguntarnos: ¿puede ser esta inflamación un mediador entre la microbiota y el alzhéimer?". Esto es lo que los investigadores se propusieron responder con la publicación del último estudio.
La flora intestinal puede influir en el funcionamiento del cerebro (y de otros órganos) y promover la neurodegeneración a través de diversas vías. Por un lado, puede alterar el funcionamiento del sistema inmune (se sabe que determinadas enfermedades inflamatorias intestinales, como la colitis ulcerosa o el crohn, son una mezcla de enfermedad autoinmune e infección), lo que puede cambiar la forma en la que nuestro sistema de defensa interactúa con nuestro cerebro. Por otra parte, determinados lipopolisacáridos se encuentran en la membrana celular de algunas bacterias y tienen, al mismo tiempo, la capacidad de provocar respuestas inflamatorias por parte de nuestro organismo. Tanto es así que algunas de estas moléculas específicas han sido encontradas en las placas amiloides de los cerebros de personas que han desarrollado la enfermedad de Alzheimer.
"Para determinar si los mediadores de la inflamación y los metabolitos bacterianos son el vínculo entre la microbiota intestinal y la patología amiloide del alzhéimer, estudiamos una cohorte de 89 pacientes de entre 65 y 85 años de edad. Algunos sufrían otros otras patologías similares y también había sujetos que no tenían ningún problema de salud", asegura Moira Marizzoni, la autora principal del estudio. Y continúa: "Utilizando imágenes tomadas gracias a la tomografía por emisión de positrones, medimos los depósitos amiloides y después valoramos la presencia en sangre de diversos marcadores de inflamación y proteínas producidos por la flora intestinal".
La autora principal no tiene dudas a la hora de llevar a cabo una afirmación categórica. "Nuestros resultados son indiscutibles: determinados productos bacterianos de la flora intestinal están directamente relacionados con la cantidad de placas amiloides presentes en el cerebro. De hecho, los niveles elevados en sangre de lipopolisacáridos y determinados ácidos grasos de cadena corta (principalmente acetatos y valeratos) se han asociado con grandes depósitos amiloides en el cerebro. De la misma manera, mayores niveles de otro ácido graso, el butirato, se han vinculado a una menor presencia de estas placas", subraya.
Aun así, una vez más la precaución se ha vuelto a apoderar de la científica, que aclara: "De todos modos, no debemos celebrarlo todavía. Tenemos que identificar los tipos de bacterias del cóctel. Será entonces cuando podamos diseñar un efecto neuroprotector que sería efectivo en los primeros estadios de la enfermedad, haciendo hincapié en la prevención y no en el tratamiento".
En efecto, de esto a la cura del alzhéimer hay todavía un largo y arduo camino, pero saber que lo seguimos andando día a día y que los avances, aunque más lentos de lo que desearíamos, siguen llegando son buenas señales. A fin de cuentas, sigue haciendo falta lo de siempre: más investigación.
A pesar de que en estos momentos excepcionales la mayor parte de los esfuerzos y recursos dedicados a la investigación médica están centrados en la lucha contra el covid-19, de fondo sigue habiendo otras grandes enfermedades que, a pesar de que no se hable de ellas, siguen afectando a la vida de millones de personas a lo largo y ancho del mundo. Una de las más temidas, sobre todo por aquellos que han tenido la tremenda desgracia de ver sufrirla a algún ser querido, es la de Alzheimer.