¿Está justificada la 'fiebre' por los suplementos de vitamina D?
Es fundamental para mantener el organismo en perfectas condiciones, pero buena parte de la población tiene niveles bajos. Esto, unido a su potencial efecto frente al covid, ha disparado su consumo. ¿Cuál es su importancia real?
La vitamina D pasa por uno de sus mejores momentos. Desde hace tiempo, sin prisa, pero sin pausa, la ciencia ha ido acumulando evidencia sobre esta -más que vitamina- casi hormona, de tal forma que sin darnos cuenta ha pasado de ser conocida exclusivamente por ser la ‘guardiana’ de la integridad ósea a ser reconocida por su implicación en la salud de todo el organismo: corazón, piel, sistema inmunitario, sistema endocrino, etc. La explicación de su intensa acción es que casi todas las células de nuestro cuerpo tienen un receptor para la vitamina D, de forma que, aproximadamente, el 3% del genoma humano estaría regulado por esta molécula.
Pero, sin duda, el interés por los suplementos de vitamina D en los últimos meses se ha disparado por ser un potencial escudo frente al covid-19. Su efecto protector se asocia a un sistema inmunológico más fuerte y a la prevención de las infecciones respiratorias. Además, diferentes estudios de este último año han detectado niveles muy bajos de la misma en pacientes de covid-19 graves.
Durante el primer mes de confinamiento, las ventas de vitamina D se dispararon y en los últimos meses ha habido una tendencia al alza
Así pues, todos los elementos se han alineado a su favor para convertirla en ‘la vitamina de moda’, como confirma la farmacéutica Reme Navarro, cofundadora del portal Mifarma: “Es una vitamina que tenía pocas ventas en nuestra web y que ha conseguido repuntar y destacar sobre otras más conocidas, como la C“, una subida que ha ido pareja a la evolución de la pandemia. “En 2020, durante el primer mes de confinamiento, las ventas y búsquedas de la misma se dispararon y a medida que ha ido evolucionando la pandemia hemos notado una tendencia al alza, sobre todo, en los últimos siete meses”, afirma, una demanda que, en la mayoría de los casos, “ha sido por iniciativa propia y sin recomendación médica”.
¿Se cumplen las expectativas de los consumidores?
Médicos e investigadores han recogido sus hallazgos en multitud de artículos científicos y, como no podía ser de otra forma, resultados hay para todos los gustos y cambian a lo largo de los meses. Una de las primeras revisiones, publicada en mayo de 2020, es la del Centro de Medicina Basada en la Evidencia, de la Universidad de Oxford; dirigida por el doctor Joseph Lee, su conclusión fue: “No encontramos evidencia clínica sobre vitamina D en covid-19. Hasta la fecha de búsqueda (23 de abril) no hubo constatación de que la deficiencia de vitamina D predisponga al covid-19, ni estudios de suplementación que constaten su valor para prevenir o tratar el virus”.
Pero estos resultados hay que cogerlos con extremada prudencia. El doctor Ángel Durántez, experto en medicina antienvejecimiento y autor del blog Más años, más vida, en Alimente, matiza: “A día de hoy, esa publicación está obsoleta. En aquel momento, recién iniciada la pandemia, lógicamente no había muchos estudios al respecto. Desde entonces, y hasta ahora, han salido a la luz 345 artículos de vitamina D y covid-19, entre ellos tres ensayos clínicos que demuestran los beneficios de la suplementación sobre la mortalidad, el pronóstico y las complicaciones”.
El propio Joseph Lee ha admitido a Alimente que no ha actualizado aquella revisión y, por tanto, dice: “No conozco ninguna evidencia de que los suplementos sean beneficiosos, ni a quiénes puedan favorecer”.
Lo que parece más o menos claro es que los más beneficiados serían las personas menos sanas. “La cuestión es a quién llamamos persona sana”, reflexiona la doctora Carmen Martín Alonso, vocal de la Sociedad Española de Inmunología, porque “hasta un 60-80% de los españoles tendría deficiencias de vitamina D subclínicas; es decir, habría pocos 'sanos”. Tras esta aclaración, explica que “su deficiencia es más frecuente en personas de edad avanzada, mujeres posmenopaúsicas y, curiosamente, en obesos [uno de los reconocidos grupos de riesgo de covid-19]. Los niveles normales de vitamina D son necesarios para que la respuesta inmune sea también normal, pero no previene ninguna infección aunque es necesaria para responder a ellas”.
Encerrados y sin sol
La inmunóloga pone sobre la mesa una realidad común a muchos países desarrollados: buena parte de la población, de todas las edades, tiene cifras bajas de vitamina D, y Durántez aporta los datos: “En mi práctica clínica observo un elevado porcentaje de pacientes con niveles deficientes e insuficientes de vitamina D, por debajo de los 30 ng/mL y la mayoría presentan niveles subóptimos de entre 30 y 50 ng/mL”.
La explicación es que vivimos y trabajamos en espacios cerrados, de forma que desde hace décadas nos exponemos poco al sol - los rayos solares son necesarios para la síntesis de vitamina D3 en la piel, que es la principal vía para obtener la vitamina que necesita el organismo -, y cuando lo hacemos, utilizamos protectores para prevenir el melanoma. “En consecuencia, los niveles plasmáticos medios de vitamina D de la población han caído drásticamente. Diferentes estudios muestran que la prevalencia de deficiencia de vitamina D en España ronda entre el 40 y el 60% de la población, pudiendo alcanzar más del 80% de las personas mayores".
Joseph Lee destaca que en Reino Unido la deficiencia de vitamina D también está muy extendida entre los ciudadanos, y en particular en personas con enfermedades crónicas, “lo que no significa que esta sea la causa de las patologías o que la suplementación pueda revertirlas”. Por esto, “en Reino Unido los suplementos de vitamina D se recomiendan de forma rutinaria, pero no por el covid-19”.
Aporte dietético
Sobre este punto, ha saltado una nueva polémica. A pesar de esa recomendación general de tomar vitamina D, un nuevo estudio británico vuelve a descartar el beneficio de administrar dosis altas de vitamina D (superiores a 4000 UI) para prevenir o tratar la enfermedad pandémica, y desaconseja los suplementos y alerta de las graves consecuencias que puede acarrear una sobredosis.
En lugar de suplementos, la profesora Judy Buttriss, directora general de la British Nutrition Foundation, defiende seguir las directrices de la guía de Salud Pública Inglesa, según la cual los complementos se deben limitar a “10 microgramos al día durante los meses de invierno y todo el año si el tiempo de exposición al aire libre es limitado”. Por el contrario, aboga claramente por la dieta: "Los niveles de vitamina D en el cuerpo también se pueden complementar a través de una dieta nutricionalmente balanceada que incluya alimentos que la brinden, como pescado azul, carnes rojas, yema de huevo y alimentos fortificados como cereales para el desayuno".
La misma estrategia comparte Carmen Martín, para quien, más que la disyuntiva suplementos sí o no, “debería prevalecer la dieta inteligente, en la que se incluye todo tipo de nutrientes necesarios para la salud (que no todo tipo de alimentos: los ultraprocesados o los refrescos no son esenciales)”. Y enfatiza: “Hay problemas de desnutrición en una sociedad sobrealimentada. Desde mi punto de vista no se necesitan más suplementos en general, sino más educación en salud”.
La farmacéutica, que aconseja consultar con el médico de familia antes de tomar un suplemento, reitera que además de la exposición al sol, “una dieta rica en pescados grasos, las setas o los huevos también puede ayudarnos a mejorar nuestros niveles de vitamina D. La carencia severa de este nutriente puede llevar a mineralización defectuosa y a enfermedades como raquitismo en niños (con malformaciones óseas) y osteomalacia en adultos (con fragilidad y mayor riesgo de fracturas), así que es importante encontrar el equilibrio”.
¿Recomendaciones adecuadas?
La solución está clara: sol y dieta adecuada para tener unos buenos niveles de vitamina D. Pero la realidad demuestra que no es la tónica que sigue la población, y las autoridades sanitarias lo saben, y por eso algunas promueven la fortificación de algunos alimentos (desde 1931, en Estados Unidos se añade vitamina D a la leche; en Reino Unido y Holanda se fortifica la mantequilla y los cereales de desayuno).
Otra idea es que, quizá, sea hora de revisar los valores de referencia. Ángel Durántez comparte esta idea porque las recomendaciones actuales se basan en cálculos erróneos. “Las cantidades recomendadas por las autoridades sanitarias, de 400 UI al día para prevenir el raquitismo, son como decir que con 300 calorías diarias el 97,5% de la población no se muere”. En realidad, para gozar de una salud plena “se deberían elevar hasta los 600 UI-800 UI de vitamina D, para alcanzar y mantener unos valores plasmáticos de 20-30 ng/mL. Pero estos cálculos no son adecuados, y al hacerlos correctamente, las cifras son muy superiores”.
Por ello, defiende la “implantación de intervenciones a nivel poblacional”, como la referida de enriquecer los alimentos.
Después de cotejar todas las opiniones, ¿cuáles son los mensajes?
- Gran parte de la población tiene niveles subóptimos de vitamina D, como consecuencia de una pobre exposición al sol y una dieta escasa en alimentos que la contienen.
- Un buen nivel de vitamina D en el organismo favorece un sistema inmunitario más fuerte.
- No hay consenso científico sobre los beneficios de tomar suplementos de vitamina D para protegernos frente al covid-19.
Durántez advierte de que “la vitamina D no es la cura de los males que nos afligen ni creo que haya una alta expectación entre la población por la vitamina D, es más bien una sobreinformación malentendida”. Por ello, defiende una información veraz y que “los ciudadanos sepan que la ciencia hoy dice A y mañana B”. Después de estas aclaraciones, el objetivo es claro: “No recomiendo a nadie tener niveles plasmáticos de vitamina D por debajo de 30 ng/mL”.
La vitamina D pasa por uno de sus mejores momentos. Desde hace tiempo, sin prisa, pero sin pausa, la ciencia ha ido acumulando evidencia sobre esta -más que vitamina- casi hormona, de tal forma que sin darnos cuenta ha pasado de ser conocida exclusivamente por ser la ‘guardiana’ de la integridad ósea a ser reconocida por su implicación en la salud de todo el organismo: corazón, piel, sistema inmunitario, sistema endocrino, etc. La explicación de su intensa acción es que casi todas las células de nuestro cuerpo tienen un receptor para la vitamina D, de forma que, aproximadamente, el 3% del genoma humano estaría regulado por esta molécula.