El efecto del yogur y el estrés en la microbiota influye en la salud
La implicación de las bacterias intestinales en muchas enfermedades es abrumadora, de ahí el interés de una composición microbiana saludable. Científicos españoles han visto qué alimentos y hábitos le sientan peor a nuestro segundo cerebro
La microbiota, esos dos kilos de bacterias (unos cien billones de microorganismos) que pueblan el intestino humano, es una de las grandes estrellas de la investigación desde hace más de una década. Descubrir que lo que hacen los inquilinos de nuestro sistema digestivo repercute en la salud, y que están detrás de enfermedades tan dispares como la obesidad, la esclerosis múltiple, problemas cardiovasculares, diabetes o ansiedad y depresión, es apasionante también para los ciudadanos de a pie, porque tenemos a nuestro alcance un poderoso talismán contra muchas afecciones.
La cosa es tan sencilla (eso pensamos) como mantener una buena microbiota, aunque ¿quién sabe realmente la fórmula de una microbiota beneficiosa? Decir que tiene que existir un equilibrio entre las bacterias buenas (bacteroidetes) y las dañinas (firmicutes) es simplificar al máximo debido a las numerosas variables que entran en juego, desde la alimentación a factores ambientales, estilo de vida, etc. Además, los investigadores suelen analizarla en situaciones patológicas pero no en individuos sanos, a pesar de que es muy plástica y reacciona a los cambios y situaciones endógenas y exógenas.
Los adultos sanos requieren mucha atención para detectar pronto si evolucionan hacia desórdenes alimentarios u obesidad
"Pensamos que los adultos sanos no necesitan nada; sin embargo, requieren mucha atención porque pueden evolucionar hacia algún tipo de trastorno, como es la obesidad", apunta Ascensión Marcos, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Nutrición (FESNAD) y de la Internacional de Inmunonutrición (ISIN). Esta inquietud impulsó a su equipo de investigación en inmunonutrición del Instituto de Ciencia, Tecnología y Nutrición de los Alimentos (ICTAN), del CSIC, a evaluar todos los factores que influyen en la composición de la microbiota de personas sanas debido a la importancia que tienen en la inmunidad.
Costumbres bajo la lupa
Con este objetivo, los investigadores hicieron una exhaustiva revisión de lo publicado sobre ella y estilo de vida. "Nos hemos centrado, además de en el propio comportamiento alimentario, en la actividad física, el sedentarismo, el sueño (en cantidad y calidad), consumo de tabaco y alcohol y estrés", describe. Y los hallazgos se han recopilado en un artículo que se acaba de publicar en la revista 'Nutrients'.
Con respecto a la dieta, hay varios nutrientes y compuestos bioactivos que pueden afectar a la microbiota intestinal y se han analizado con frecuencia, como los probióticos (incluidos los yogures) y los prebióticos (fibras y polifenoles), junto con otros productos menos estudiados pero de consumo habitual, como bebidas alcohólicas, edulcorantes y grasas.
Acerca de los probióticos, Marcos, que ha dirigido el trabajo, destaca el yogur porque "es un alimento importante que tenemos que incluir en nuestra dieta. En estudios que hemos realizado anteriormente hemos comprobado que tiene un beneficio para la salud, tanto en personas sanas como en adolescentes con trastornos alimentarios".
El artículo de 'Nutrients' recoge: "La evidencia actual sobre los efectos de las grasas en la microbiota intestinal sugiere que el contenido de ácidos grasos del yogur podría desempeñar un papel en la modulación de la microbiota intestinal. La grasa de yogur tiene un perfil particular enriquecido en ácidos grasos saturados de cadena corta y media (SCFA y MCFA), que se ha relacionado con efectos beneficiosos sobre el metabolismo cuando se consume a altas dosis".
Las muestras de heces revelan un aumento de los niveles de cepas probióticas -Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus, procedentes del yogur- por todo el colon, y esto sugiere que tienen un efecto sobre la microbiota intestinal.
Impacto de las emociones
Sobre prebióticos, que "alimentan los probióticos para que ejerzan un efecto determinado", los autores han examinado el papel de la fibra y de los polifenoles (son los antioxidantes por excelencia), presentes en verduras, legumbres, cereales, té y cacao.
Otros alimentos incluidos en la revisión son: alcohol, azúcares refinados, bebidas azucaradas y las grasas, de los que se ha confirmado su influencia negativa en la composición microbiana.
Al margen de la dieta, hay otras variables que impactan en la población bacteriana, y entre estas sobresale el estrés, que interviene "en el eje microbiota intestinal/cerebro y puede incidir negativamente en el sistema inmunitario", ilustra la científica.
La estrecha conexión entre microbiota y cerebro queda demostrada en los trastornos intestinales (intestino irritable) asociados a enfermedades mentales como la depresión y la eficacia de algunas cepas de probióticos (psicobióticos) para mejorar los síntomas de estrés y ansiedad.
La actividad física, la contaminación ambiental y el consumo de tabaco y alcohol también dejan huella (aunque más débil) en la microbiota. Y dentro de cada persona, la edad, el sexo y la genética son factores relacionados con la composición microbiana.
Mimar el intestino
¿Qué implicaciones prácticas tiene lo encontrado en este trabajo? En primer lugar, que debemos cuidar de nuestra microbiota durante toda la vida, porque "aunque nazcamos con una microbiota excelente, los malos hábitos mantenidos a lo largo del tiempo la alteran negativamente".
A pesar de todos los hallazgos descritos, el artículo sostiene que son precisos más estudios para determinar el papel de cada uno de los factores anteriores y homogeneizar las líneas de investigación para que los resultados sean comparables.
El mensaje de Ascensión Marcos relacionado con la calidad de la microbiota es: "A lo largo de la vida hay que ser moderados, sin cometer grandes excesos e intentando controlar el estrés. En la dieta hay que primar los vegetales y reducir el consumo de proteínas, sobre todo la procedente de carnes rojas".
La microbiota, esos dos kilos de bacterias (unos cien billones de microorganismos) que pueblan el intestino humano, es una de las grandes estrellas de la investigación desde hace más de una década. Descubrir que lo que hacen los inquilinos de nuestro sistema digestivo repercute en la salud, y que están detrás de enfermedades tan dispares como la obesidad, la esclerosis múltiple, problemas cardiovasculares, diabetes o ansiedad y depresión, es apasionante también para los ciudadanos de a pie, porque tenemos a nuestro alcance un poderoso talismán contra muchas afecciones.