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¿Frío o calor? Guía para tratar cada dolor con su temperatura
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¿Frío o calor? Guía para tratar cada dolor con su temperatura

El poder calmante de la crioterapia y la termoterapia es conocido, pero saber con exactitud cuál está indicada para tratar cada cuadro doloroso exige conocimiento médico. Una anestesista aclara cómo y cuándo aplicarlas

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El efecto de la temperatura y de la humedad en el dolor es patrimonio de la ‘cultura popular’. Todo el mundo sabe que los dolores reumáticos empeoran con la lluvia y el frío, y que la manta eléctrica y la bolsa de agua caliente son excelentes bálsamos contra las contracturas. Ahora bien, una cosa es la sabiduría de andar por casa y otra la evidencia científica.

¿Qué dice la ciencia? La Fundación Española de Reumatología explica que el frío estimula la contracción muscular como mecanismo de defensa y esto agrava las enfermedades que tienen su origen en los músculos; un estudio británico publicado en ‘Journal of Pain’ concluye que los enfermos de fibromialgia tienen una sensibilidad extrema al frío (el dolor en invierno llega a ser incapacitante), y hace unos días, investigadores de la Universidad de Kobe publicaron en 'The Journal of Applied Physiology' un trabajo que ha encontrado que poner hielo en un músculo lesionado retrasa su recuperación.

Tanto el calor como el frío pueden tener un papel analgésico, pero recomendar uno u otro puede dejar más preguntas que respuestas

Este último hallazgo es revolucionario porque lo habitual es recomendar reposo y hielo para los traumatismos musculares que ocurren durante la práctica deportiva o por un accidente, y demuestra que existe un gran desconocimiento sobre qué temperatura conviene más a cada dolor, si frío o calor. La anestesióloga María de Madariaga, coordinadora de la Unidad de Dolor de los hospitales Infanta Sofía y HM Torrelodones (Madrid), indica que “tanto el calor como el frío pueden tener un papel analgésico, pero recomendar uno u otro puede dejar más preguntas que respuestas”.

Así pues, le pedimos ayuda para saber cómo actúa la temperatura, cómo aplicarla y en qué circunstancias.

Termoterapia

La termoterapia es el nombre con el que los médicos se refieren a los tratamientos basados en calor. “El calor tiene un efecto antiinflamatorio, drenante, relajante muscular y puede reducir la rigidez articular, por todo lo cual alivia el dolor”, detalla De Madariaga.

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Para aplicar el calor se emplean bolsas de agua caliente, almohadillas eléctricas, ‘hot packs’, sacos de semillas calientes, lámparas de infrarrojos.

Otra modalidad son los baños de parafina, indicados para mejorar el dolor y rigidez de las articulaciones a causa de la artrosis, aunque “en ocasiones, el paciente deberá acudir a centros de rehabilitación y fisioterapia si su médico recomienda tratamientos basados en aplicar calor profundo (onda corta, microondas o ultrasonidos)”

Baños de vapor o saunas y barros son otras fuentes de calor superficial, pero requieren instalaciones especializadas (balnearios).

Crioterapia

Las aplicaciones de frío por debajo de la temperatura corporal se conocen como crioterapia. “El frío puede producir analgesia al reducir la excitabilidad de las terminaciones nerviosas del tejido lesionado, además de que puede disminuir temporalmente los espasmos y las contracturas musculares”, explica la doctora, vocal de la Sociedad Española de Dolor (SED).

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Se administra a través de bolsas con hielo triturado, 'cold packs', introduciendo la zona afectada en agua con hielo, baños de contraste, spray criogénico, y “siempre -previene la anestesista- hay que aplicarlo protegiendo la piel del contacto directo con la fuente de frío para evitar quemaduras”.

¿Cuándo usar frío? ¿Y calor?

La pauta general que dan los profesionales es: calor en procesos crónicos y degenerativos, y frío local en procesos agudos que causan inflamación. Por ejemplo, una rodilla con artrosis (deformidad por cambios degenerativos crónicos) se puede inflamar de forma aguda por sobreesfuerzos, caídas o golpes accidentales. En este caso, “la recomendación es comenzar con medidas térmicas siguiendo esta pauta, pero si el dolor no disminuye, se puede probar con el contrario”. ¿Y si no funciona ninguno? “La mejor decisión es no aplicar ninguno de ellos”.

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¿Qué hacer en estos casos?

María de Madariaga, que coordina la web divulgativa Tu vida sin dolor, resuelve las dudas para algunas de las situaciones más corrientes:

  1. Dolor de una articulación sin golpe ni torcedura: si no hay inflamación asociada, aplicar calor; por ejemplo, en la artrosis de rodilla.
  2. Golpe en una extremidad: aplicar frío local en la zona más contusionada, protegiendo la piel del contacto directo con la fuente de temperatura para evitar quemaduras.
  3. Dolor de cuello por estar trabajando con el ordenador: la contractura o dolor miofascial que aparece en el dolor cervical crónico responde mejor al calor que al frío.
  4. Dolor de cuello/hombro por un tirón: al contrario, si el dolor articular o cervical aparece tras impacto o lesión, recomendaremos mejor frío sobre el área lesionada.
  5. Torcedura de un pie: frío local en caso de sospechar la presencia de esguince, mejorará el dolor y la inflamación
  6. Dolor abdominal tipo cólico, dolor menstrual y de riñones por un cólico: el calor local suele mejorar el dolor visceral (abdominal, pélvico, cólico) porque genera un espasmo muscular del territorio abdominal pélvico o lumbar, que es el lugar donde lo aplicamos.
  7. Dolor lumbar: suele manifestarse como espasmo muscular profundo o síndrome miofascial, por lo cual mejora bastante con la aplicación de calor local. Si se debe a una inflamación articular aguda (sacroileitis, artritis de articulaciones facetarias..), el frío aliviará más.
  8. Cefalea: se pueden recomendar ambos, aplicación de calor o frío en la cabeza o el cuello. Las aplicaciones de frío pueden tener efecto analgésico o reductor del dolor especialmente si la cefalea implica un atrapamiento nervioso (neuralgia occipital). Las compresas calientes y las almohadillas térmicas pueden relajar la contractura o espasmo muscular (cefalea tensional, cefalea de origen cervical).

Estas son las indicaciones generales, aunque tampoco son válidas al cien por cien para todas las personas. La especialista hace hincapié en que algunos efectos son comunes al calor y al frío; por eso, “nuestra recomendación es que cada uno pruebe con cuál de las dos mejora más el dolor y la que es más confortable”. Y lo más importante: “Si el dolor no mejora con estas medidas sencillas, hay que consultar con el médico o enfermera para que haga una valoración profesional”.

El efecto de la temperatura y de la humedad en el dolor es patrimonio de la ‘cultura popular’. Todo el mundo sabe que los dolores reumáticos empeoran con la lluvia y el frío, y que la manta eléctrica y la bolsa de agua caliente son excelentes bálsamos contra las contracturas. Ahora bien, una cosa es la sabiduría de andar por casa y otra la evidencia científica.

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