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La peor cualidad que puede tener un presidente y cómo nos afecta
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Análisis

La peor cualidad que puede tener un presidente y cómo nos afecta

Lyndon B. Johnson, Teddy Roosevelt y Richard Nixon fueron los que más alto puntuaron en narcisismo, un rasgo que aumenta las probabilidades de empezar un conflicto

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Lyndon B. Johnson, Teddy Roosevelt y Richard Nixon tenían un rasgo en común: el narcisismo. La pregunta adecuada: ¿lo sabían? La respuesta es solo una: el reflejo es la complacencia excesiva en la consideración de las facultades propias. El término alude al personaje mitológico Narciso, enamorado de sí mismo (se ahogó al intentar besar su imagen reflejada en el agua). Pero si hablamos de este trastorno de la personalidad en personas que ejercen el poder, las consecuencias se amplían.

Sin ir más lejos, la propia ciencia a través de la revista 'PLOS ONE' nos da un claro ejemplo. "El estilo de liderazgo de Donald Trump se caracterizó por un sentido exagerado de importancia personal y un desprecio por los demás, dos características clave del narcisismo. Si bien muchos psicólogos han señalado los rasgos narcisistas de la personalidad de Trump, pocas investigaciones han considerado si sus partidarios podrían tener tendencias similares", reza el estudio.

El autor del mismo Matthew M. Yalch, de la Universidad de Palo Alto (EEUU), sugiere que las personas con una imagen exagerada de sí mismas combinada con una susceptibilidad a sentirse infravaloradas podrían sentirse atraídas por la grandiosa personalidad de Trump. En otras palabras, las personas con tendencias narcisistas podrían verse seducidas por la personalidad narcisista de Trump, buscando defender su valor identificándose con sus formas autoritarias y agresivas.

"Ser narcisista de forma patológica es vivir entregado al enaltecimiento de la propia imagen ante los demás y ante uno mismo"

En declaraciones a El Confidencial, José Luis Carrasco, catedrático de Psiquiatría y director de la Unidad de Trastorno Límite de la Personalidad del Hospital Universitario Clínico San Carlos, de Madrid, comenta que ser "narcisista de forma patológica es vivir entregado al enaltecimiento de la propia imagen ante los demás y ante uno mismo. Que no es lo mismo que tener ambiciones o querer desarrollar con excelencia la tarea que a uno le ha sido asignada. En realidad, es todo lo contrario. Para el narcisista, lo importante no es la misión, sino el éxito de uno mismo".

"Se les distingue porque no muestran un aprecio auténtico por los demás ni por sus necesidades, aunque con frecuencia puedan adoptar discursos de encantamiento y afectos impostados", agrega.

Conflictos

Ahora llega un nuevo estudio que constata que los presidentes estadounidenses más narcisistas desde 1897 prefirieron instigar conflictos con otros países de grandes potencias sin buscar el apoyo de aliados. Los resultados mostraron que de los presidentes, los más altos en narcisismo, incluidos Lyndon B. Johnson, Teddy Roosevelt y Richard Nixon, como hemos enumerado anteriormente, tenían aproximadamente seis veces más probabilidades de iniciar una disputa con otra gran potencia en un año determinado que un presidente con niveles promedio de narcisismo.

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La inclinación a 'actuar por su cuenta' en conflictos internacionales encaja con el deseo de quienes tienen un alto nivel de narcisismo de mejorar su propia reputación y autoimagen y parecer duros y competentes ante los demás, dijo John Harden, autor del estudio y estudiante de doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de Ohio (EEUU). "Los presidentes estadounidenses más narcisistas se diferenciaron de los demás en la forma en que enfocaban la política exterior y la política mundial", según Harden.

E insiste: "Era más probable que sopesen sus deseos personales más que la supervivencia política o los intereses del país cuando se trataba de cómo manejaban algunas disputas". El estudio aparece en una edición reciente en línea de la revista 'International Studies Quarterly'.

La evaluación

Harden estudió a presidentes desde 1897, aproximadamente cuando Estados Unidos se convirtió en una gran potencia en el mundo, a través de George W. Bush en 2009. Para medir el narcisismo presidencial, utilizó un conjunto de datos de 2000 creado por tres investigadores para evaluar las personalidades de los presidentes. Estos investigadores aprovecharon el conocimiento de historiadores presidenciales y otros expertos que habían escrito al menos un libro sobre un presidente. Cada uno completó un inventario de personalidad con más de 200 preguntas sobre el presidente que estudiaron.

Otra investigación ha hecho que las personas completen el mismo inventario utilizado por los historiadores en nombre de un conocido. Los resultados mostraron que estas personas respondieron las preguntas de personalidad de manera muy similar a los propios conocidos.

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Utilizando los resultados de la prueba de personalidad para los 19 presidentes de 1897 a 2008, Harden analizó cinco facetas que se relacionan con una medida común de narcisismo grandioso: altos niveles de asertividad y búsqueda de emociones, y bajos niveles de modestia, cumplimiento y franqueza. Harden determinó que esos cinco factores están correlacionados con el narcisismo en un análisis separado utilizando una muestra de población general.

Dispuestas a mentir

"Estas facetas describen a las personas que quieren estar al cargo de todo, buscan el centro de atención, se jactan de sus logros y están dispuestas a mentir y adular para conseguir lo que quieren. Ciertamente también estarían dispuestas a insultar a los demás", destaca el experto. "Así que es una descripción bastante buena de un narcisista", continúa.

Según estos resultados, Lyndon Johnson fue el presidente que obtuvo la puntuación más alta en narcisismo, seguido por Teddy Roosevelt y luego Richard Nixon. El presidente que consiguió la puntuación más baja en narcisismo fue William McKinley, seguido de William Howard Taft y Calvin Coolidge.

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"Los resultados están en línea con las evaluaciones comunes de los presidentes", expone. "McKinley con principios éticos, Taft sensible y a menudo abrumado y Coolidge taciturno están al final de la lista. Mientras tanto, figuras ensimismadas y conscientes de la imagen como Johnson, Roosevelt y Nixon están en la parte superior".

Para ver cómo el narcisismo se relacionaba con el conflicto internacional, Harden usó otro conjunto de datos, llamado 'disputas interestatales militarizadas'. Estos datos incluyen todos los casos en los que un país amenazó, mostró o utilizó la fuerza contra otro desde 1816 hasta 2014.

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Harden analizó específicamente las disputas iniciadas unilateralmente por Estados Unidos contra otras grandes potencias, como la Unión Soviética y China. Cualquier conflicto en el que Estados Unidos buscara el apoyo de aliados no se contaba como una disputa de gran potencia iniciada unilateralmente. Muchas de estos conflictos no son bien conocidos por el público, indicó Harden, pero crearon mucha tensión entre los líderes mundiales.

Operación Lanza Gigante

Por ejemplo, Nixon inició la Operación Lanza Gigante en 1969, que envió un escuadrón de B-52 armados con armas nucleares para patrullar los casquetes glaciares cerca de Moscú. Johnson lanzó la llamada Guerra de los Insectos Relámpagos en 1964, mandando drones en misiones al interior de China.

En su estudio, Harden tomó en cuenta y controló una amplia gama de factores, además del narcisismo del presidente, que pueden haber jugado un papel en estos conflictos, incluido, entre otros, el partido político del presidente, si este estaba en su mandato final y si tenía experiencia militar, si el país estaba cansado de la guerra o en recesión, si el Gobierno estaba unificado bajo un solo partido y si el incidente ocurrió durante la Guerra Fría.

"Los tres presidentes más narcisistas iniciaron unilateralmente disputas de grandes poderes que representaron entre el 33% y el 71% de todas las que empezaron"

Después de tener en cuenta todos estos factores, los resultados mostraron que la probabilidad de que Estados Unidos iniciara unilateralmente al menos una gran disputa por poder en un año determinado era de aproximadamente el 4%. Para los presidentes con mayor narcisismo, la probabilidad era de alrededor del 29%, más de seis veces mayor. Para los presidentes que se encontraban en el extremo inferior de la escala de narcisismo, la probabilidad era inferior al 1%.

"Los datos en bruto hablan por sí mismos. Los tres presidentes más narcisistas habían iniciado unilateralmente disputas de grandes poderes que representaron entre el 33% y el 71% de todas las que empezaron. Mientras tanto, los tres últimos no tenían ninguna", apunta Harden.

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Hay varias razones por las que los presidentes más narcisistas tendrían una mayor probabilidad de iniciar peleas con otras naciones de gran potencia sin el apoyo de sus aliados, señala Harden.

Centro de atención

"¿Por qué un líder que se concentra en su imagen y notoriedad histórica 'perdería el tiempo' con poderes de estatus menor?", se pregunta el investigador principal. También trabajarían sin socios porque no quieren compartir el centro de atención y no creen que otros tendrían algo con lo que contribuir.

Los líderes con alto nivel de narcisismo también se comportan de maneras que aumentan las tensiones, como tomar acciones para proyectar fuerza. Están dispuestos a aceptar riesgos. También se desenvuelven de manera dramática y envían señales poco claras, detalló Harden.

"El narcisista busca el poder y carece de escrúpulos. Por ello suele llegar a los puestos de poder más frecuentemente que otros"

Si bien el público y algunos científicos políticos pueden creer que los presidentes de EEUU actúan teniendo en cuenta los mejores intereses del país, este estudio proporciona evidencia de que algunos usan su cargo para sentirse poderosos e importantes: "Los líderes con alto nivel de narcisismo no quieren las mismas cosas de su posición que los demás".

​Según el doctor Carrasco, "en lo social es muy frecuente que adopten discursos populistas que simulan una preocupación por el bien de los demás que en realidad esconde un interés en exclusiva por el propio enaltecimiento".

Y añade: "El narcisista busca el poder y carece de escrúpulos. Por ello suele llegar a los puestos de poder más frecuentemente que otros. Pero, para el narcisista, ningún poder es suficiente, siempre vive en el temor de que le será arrebatado. Por ello tiende a ser muy desconfiado e insensible. El riesgo que supone el narcisista con poder es muy alto. Porque en último extremo prefiere que se hunda el barco a perder el poder sobre el mismo".

Lyndon B. Johnson, Teddy Roosevelt y Richard Nixon tenían un rasgo en común: el narcisismo. La pregunta adecuada: ¿lo sabían? La respuesta es solo una: el reflejo es la complacencia excesiva en la consideración de las facultades propias. El término alude al personaje mitológico Narciso, enamorado de sí mismo (se ahogó al intentar besar su imagen reflejada en el agua). Pero si hablamos de este trastorno de la personalidad en personas que ejercen el poder, las consecuencias se amplían.

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