Cuando llegan los hijos, ¿desaparece la pasión?
La exitosa serie 'Sex/Life' refleja cómo la prole marca la vida sexual de la pareja. ¿Se puede tener todo?
Se preguntaba Machín en uno de sus mejores boleros: ¿cómo querer a dos personas a la vez y no estar loco? Y no le faltaba razón al buen hombre. La nueva y exitosa serie de Netflix 'Sex/Life' es un clásico pero en 2021. El argumento no puede sonarnos más: una joven y guapa mujer, Billie, que vive en Connecticut (en la serie, "los suburbios de New York" y eso que separan a ambas ciudades más de hora y media en coche), en una casa preciosa con jardín, enorme por supuesto, con dos niños de anuncio y un marido, Cooper, que, además de estar estupendamente bien, es fiel, siempre llega pronto de la oficina y gana muchísimo dinero (si no de qué van a poder estar viviendo así sin ella trabajar, ya que ha dejado su PhD —doctorado— en Columbia). Perfecto, ¿verdad? En apariencia sí, pero no. Billie no es del todo feliz y tiene un motivo. Es más, para muchos expertos de pareja es más que un motivo de peso para, si no romper un matrimonio, sí ponerlo en riesgo: la falta de deseo sexual… De él.
Parece un cliché, pero no lo es. La llegada de hijos a la pareja, sobre todo si son seguidos, pone patas arriba cualquier relación por muy estable que esta sea. Tal y como explica la psicóloga experta en sexología Diana Sánchez, "la llegada de un hijo provoca a nivel hormonal y fisiológico en la mujer una bajada (a unas más que a otras) en el deseo sexual por el incremento de la prolactina (en el caso de que la madre dé el pecho)".
Otras consecuencias en el posparto es la llamada "falsa menopausia que trae falta de lubricación", sostiene la experta. ¿Qué pasa entonces con las mujeres que no dan el pecho? Sucede algo similar, ya que la naturaleza siempre busca la supervivencia de la especie, por lo tanto transforma el cerebro de la madre de tal manera que centra toda su atención en los cuidados de hijo.
Las hormonas mandan
Tal y como explica el proyecto BeMother, de la mano de Óscar Villaroya, investigador de Psiquiatría y Medicina Legal de la UAB, "un estudio descubrió que el embarazo comporta cambios sustanciales, y que duran al menos 2 años después del parto, en el cerebro de la madre". En concreto, según estas investigaciones, "cuanto más cambiaba el cerebro, mejor es el vínculo entre la madre y el bebé".
¿Y qué pasa con el padre, como es el caso de la serie? "Hay padres que cambian cuando llega un bebé y adoptan el rol de cuidadores de la díada madre-bebé, y otros no", detalla Sánchez. De todas maneras, esto no está demasiado estudiado.
Cuando hablamos del deseo sexual en el hombre es fundamental tener en cuenta los niveles de testosterona. Desde hace tiempo se sabe que en la especie humana, cuanto más elevada sea la testosterona, más proclive será el hombre a ser padre; y, a su vez, cuanto más intervenga el padre en el cuidado de las crías, más bajada de esta hormona se producirá. En román paladino, cuanto más macho sea el hombre, más posibilidad de que algún día sea padre. Lo que la ciencia todavía no ha descubierto es el motivo, aunque es fácil sospechar que es una tendencia de supervivencia de la especie.
¿Los hombres con menos testosterona son más proclives a ser unos buenos y entregados padres o ser padres les hace disminuir dichos niveles?
Y, desde luego, lo que no se sabe es qué viene antes, si el huevo o la gallina; es decir, ¿los hombres con menos testosterona son más proclives a ser unos buenos y entregados padres o ser padres les hace disminuir dichos niveles? Científicos de Estados Unidos y Filipinas se pusieron a investigar midiendo la testosterona en un grupo de 624 hombres a los 21 años, cuando no eran todavía padres, y cinco años más tarde la repitieron cuando muchos de ellos ya habían tenido hijos. Los resultados señalaron, efectivamente, que los que habían mostrado niveles más altos de testosterona en la primera prueba fueron más propensos a la hora de procrear; y en los que se dedicaban más de 3 horas a cuidar a sus hijos, sus niveles en la hormona eran los más bajos. Curioso.
Fantasías sexuales: ¿buenas o malas?
La protagonista de la serie, aburrida de no despertar el mínimo deseo sexual en su marido, empieza a rememorar sus apasionados encuentros con su exnovio, lo que le despierta un deseo que no puede ser satisfecho por su pareja. Y ahí comienza su tormento. ¿Es malo fantasear? "No, en absoluto, las fantasías son eso, pensamientos, no son hechos, y son buenas", matiza Sánchez: "En mi consulta me encuentro con esto muchísimas veces y no pasa nada si esto te hace sentirte mejor, otra cosa es hacerlas realidad".
Cuando Cooper, el marido, lee el diario que su mujer está escribiendo describiendo con todo lujo de detalles la intensa vida sexual que tuvo, le sucede algo que a la psicóloga le parece una reacción muy normal: cambiar el chip, despertarse: "Muchos pacientes en consulta me han dicho que cuando han visto a su pareja flirtear con otro, ser objeto de miradas o simplemente pensar que otra persona la está deseando más que uno mismo, esto les reactiva el deseo que estaba dormido". Digamos que es como una especie de reactivación en el cerebro que te pone alerta sobre algo que ves peligrar, que te hace recordar que ella o él fueron objeto de deseo y pasión no hace demasiado tiempo.
Claro que esto puede tener unos matices importantes porque ni todo el mundo reacciona igual ni todas las reacciones son buenas. Puede que la pareja, ante una mínima sospecha de flirteo, despierte una actitud agresiva, algo que nadie desearía, claro está. Cada pareja es un mundo y tampoco el mensaje es "dale celos a tu pareja para reavivar el deseo". Está demostrado —agrega— que cuando uno deja de ver a la pareja con el rol de padre o madre, vuelve a encontrar su atractivo sexual y esto beneficia, lógicamente, a ambos.
¿Se puede tener todo?
Una de las grandes cuestiones de la protagonista de la serie, pero también de muchos, es si en una pareja podemos experimentar todo lo que nos puede hacer felices: sexo increíble, seguridad, fidelidad, amor del bueno, pasión, sensación de estabilidad, un excelente padre/madre, que llega pronto a casa, que comparte a medias las tareas del hogar y el cuidado de los hijos… Billie parece quererlo todo, la pasión que experimenta con su ex también tiene su base en la incertidumbre, ya que es un tipo atormentado con una infancia que le impide establecer un compromiso. En este aspecto también habría que hablar de los diferentes tipos de personalidades que hay con respecto a aceptar esto. Hay personas que parecen enganchadas a tipos así y otras que enseguida ven que no es viable y huyen inmediatamente. Todo depende de la personalidad y las vivencias acumuladas en la vida.
"Claro que hay personas que lo pueden tener todo aunque lo normal es que no", señala Sánchez. Lo que sí es lo normal —agrega— "es que la pasión se atenúe con los años pasando a tener un amor diferente, el cerebro también se modifica con el tiempo y la misma pareja".
Teorías de expertos aparte, lo cierto es que el matrimonio, la vida en pareja y con hijos es una lotería que puede salir bien o no y que pasa, eso seguro, por altos y bajos, de ahí la importancia de la solidez de la pareja elegida y de uno mismo, pero sobre todo la creencia firme de que una cosa son las series de Netflix y otra, la vida real.
Se preguntaba Machín en uno de sus mejores boleros: ¿cómo querer a dos personas a la vez y no estar loco? Y no le faltaba razón al buen hombre. La nueva y exitosa serie de Netflix 'Sex/Life' es un clásico pero en 2021. El argumento no puede sonarnos más: una joven y guapa mujer, Billie, que vive en Connecticut (en la serie, "los suburbios de New York" y eso que separan a ambas ciudades más de hora y media en coche), en una casa preciosa con jardín, enorme por supuesto, con dos niños de anuncio y un marido, Cooper, que, además de estar estupendamente bien, es fiel, siempre llega pronto de la oficina y gana muchísimo dinero (si no de qué van a poder estar viviendo así sin ella trabajar, ya que ha dejado su PhD —doctorado— en Columbia). Perfecto, ¿verdad? En apariencia sí, pero no. Billie no es del todo feliz y tiene un motivo. Es más, para muchos expertos de pareja es más que un motivo de peso para, si no romper un matrimonio, sí ponerlo en riesgo: la falta de deseo sexual… De él.
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