Meteorosensibilidad: la razón por la que tu salud se resiente cuando cambia el tiempo
¿Te suele doler la cabeza cuando cambia el tiempo? ¿Sufres dolor articular con la lluvia? Si la respuesta es que sí, es muy probable que tu cuerpo experimente mayor sensibilidad a los cambios estacionales. Descubre los detalles
Los seres humanos, como el resto de los seres vivos del planeta, nos encontramos expuestos directamente a las inclemencias meteorológicas. Dado que nuestro planeta —y consecuentemente nosotros— se encuentra rodeado por la atmósfera terrestre, parece lógico pensar que los cambios que suceden en ella, sobre todo en sus capas más bajas, puedan afectarnos en mayor o menor medida.
"Meteorosensible hace referencia a las personas que experimentan cambios en su salud física o mental por cambios meteorológicos"
Esto no es algo para nada nuevo ya que desde la Antigüedad siempre ha existido interés por conocer cómo los factores ambientales podrían influir en la salud humana. El propio Aristóteles ya hablaba de problemas físicos de salud relacionados con cambios en la meteorología, e Hipócrates, padre de la medicina, escribió sobre la relación entre el tiempo y la salud en su tratado ‘Aire, aguas y lugares’. No sería hasta más tarde, en 1956, cuando se crea la Sociedad internacional de Biometeorología para estudiar la relación entre la atmósfera y los seres vivos.
La ciencia
Poco después surgirían decenas de estudios vinculando cada una de las variables atmosféricas con diferentes patologías y cambios en el estado anímico. Tras casi décadas observando cómo se producían estos cambios, recientemente se acuñó el término 'meteorosensible', que hace referencia a aquellas personas que experimentan cambios en su salud física o mental cuando se producen cambios bruscos en los parámetros meteorológicos.
Por ejemplo, los cambios repentinos de presión con la llegada de un anticiclón (altas presiones) pueden provocar un aumento de las migrañas en aquellas personas que ya presenten esta dolencia; un descenso de temperatura brusco puede afectar a los huesos, y un cambio repentino en las condiciones de humedad por la llegada de lluvias suele estar asociado a problemas articulares y musculares.
Pero no son los únicos factores, ya que el viento es uno de los elementos de la naturaleza que más alteraciones puede producir. Los vientos cálidos y resecos, con una alta ionización positiva, tienen una influencia negativa sobre la mente y el cuerpo. Suelen ir asociados a un fenómeno que en meteorología se conoce como el efecto Foehn.
Este sucede cuando una masa de aire se ve obligada a ascender al encontrarse con una montaña. Cuando asciende, el vapor de agua presente en ella se condensa al encontrarse con aire más frío por encima, pudiendo dar lugar a lluvias en ese lado de la montaña.
El viento
En cambio, cuando llega a la cima, se ve forzada a descender de forma muy rápida y brusca, produciendo un aumento de temperatura muy elevado al otro lado de la montaña. Este aire descendente tiene un gran contenido de iones (moléculas cargadas) positivos, algo que, según las investigaciones, podría ser perjudicial para la salud.
Está demostrado que cuando estos vientos soplan pueden dar lugar a un aumento de los episodios de ansiedad, depresión, agresividad e incremento en las tasas de suicidios. Además, pueden producir dolores de cabeza y fatiga. Este fenómeno es muy común en Suiza, donde sopla en la región de los Alpes con tanta intensidad que incluso se considera un atenuante en ciertos delitos menores.
Otra variable que influye en nuestra salud son las altas temperaturas, que pueden generar un aumento de la ira e irascibilidad. Algunos trabajos científicos vinculan la agresividad a la hora de realizar ciertos actos vandálicos o criminales con temperaturas elevadas de hasta treinta y ocho grados.
El número de horas de luz también es otro de los aspectos más influyentes en nuestro estado de ánimo. Cuando nos adentramos en el otoño, las horas de oscuridad aumentan y recibimos menos vitamina D, lo cual puede verse traducido en menos segregación de serotonina en el cerebro y una caída del estado de ánimo. Esto se conoce como el trastorno afectivo estacional.
Aprender a cuidarse
La primavera es uno de los momentos más susceptibles para las personas meteorosensibles ya que es un momento de transición del invierno al verano y hay mucho movimiento de masas de aire de diferentes características que pueden conducir a cambios bruscos de tiempo, bien sea en temperaturas, humedad o vientos. Además, en esta época del año se suman las alergias y la astenia primaveral que pueden sumarse como un extra negativo a las sensaciones experimentadas con los cambios en la meteorología.
Pero ¿cómo podemos cuidarnos si somos personas meteorosensibles? Es fundamental estar muy pendientes de los cambios de tiempo y en especial de las épocas del año donde pueden producirse variaciones más bruscas, reforzando nuestro organismo mediante la alimentación y el descanso y cuidando nuestro sistema inmunológico.
Mar Gómez, doctora en Físicas y responsable del área de meteorología de eltiempo.es
Los seres humanos, como el resto de los seres vivos del planeta, nos encontramos expuestos directamente a las inclemencias meteorológicas. Dado que nuestro planeta —y consecuentemente nosotros— se encuentra rodeado por la atmósfera terrestre, parece lógico pensar que los cambios que suceden en ella, sobre todo en sus capas más bajas, puedan afectarnos en mayor o menor medida.