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¿Quieres el mejor fármaco para la obesidad? Lo tienes, pero lo pagas tú
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Estrategia

¿Quieres el mejor fármaco para la obesidad? Lo tienes, pero lo pagas tú

Cargar con kilos de más tiene consecuencias serias para la salud. Hay medicamentos eficaces y uno destaca sobre el resto. Su precio: 300 euros al mes, pero no está financiado. Los especialistas piden ayuda a la sociedad para cambiar esta situación

Foto: Foto: iStock.
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Estamos acostumbrados a los mensajes que advierten de que la obesidad es la mayor pandemia del siglo XXI, de que es un tsunami que arrasa y se lleva la salud 'de los pies a la cabeza' -en el sentido real de la palabra, porque afecta desde las articulaciones hasta la función cognitiva, pasando por el corazón, el aparato digestivo y el sistema reproductivo- de quienes la padecen, de que ya la mitad de la población acumula un exceso de kilos y de que el panorama va a peor porque cada vez hay más niños con sobrepeso.

Se necesitan planes nacionales contra la obesidad, como los que ya están arrancando en Alemania, Reino Unido o Italia

Entonces, si el problema está identificado, ¿por qué no se ataja eficazmente? Lo cierto es que es una enfermedad tremendamente compleja, en la que intervienen multitud de variables, algunas son individuales, pero muchas corresponden al estilo de vida occidentalizado. Por eso, hacerle frente exige una ‘fuerza multidisciplinar’ compuesta por sanitarios, psicólogos, arquitectos, políticos y, por supuesto, los ciudadanos; es decir: se necesitan planes nacionales contra la obesidad, como los que ya están arrancando en Alemania, Reino Unido o Italia.

Lo primero: reconocer la enfermedad

¿Qué pasa en España? Las autoridades sanitarias han puesto en marcha iniciativas para controlar el avance de la obesidad (la principal, la estrategia NAOS ) y también lo han hecho las empresas de alimentación y bebidas (Código PAOS de autorregulación de la publicidad). De esto han pasado 16 años y los datos no han mejorado. “Una de nuestras estrategias es elaborar un Plan Nacional, porque sin él y solo con acciones puntuales no se consigue frenar el avance”, destaca el doctor Francisco Tinahones, presidente de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO).

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Foto: EFE.

Además, hace falta que todos reconozcamos que la obesidad es una enfermedad, algo que parece obvio, pero que no siempre ha sido así, sino que lo hemos reducido a un problema estético derivado de un estilo de vida poco saludable. Tal vez esa falta de percepción de que realmente es un problema de salud haya influido en que los medicamentos contra la obesidad no estén financiados por el sistema de salud y que el consumidor/paciente tenga que pagarlos íntegramente de su bolsillo.

Foto: Foto: Unsplash/@diana_pole.

“Desde hace varios años, contamos con diferentes fármacos [orlistat y una combinación de bupropión y naltrexona] pero no son demasiado eficaces (reducciones en torno al 4%), y eso ha podido influir en que no se financien”, indica el especialista. Sin embargo, hace unos meses irrumpió una tercera opción, liraglutida, y con ella ‘llegó el escándalo’, ya que aunque “promueve pérdidas de peso en torno al 8%”, con un impacto positivo en la salud, tampoco está financiado.

Más saciedad, menos apetito, menos grasa

Liraglutida -un antidiabético de la familia de los GLP1- “modifica un péptido que tenemos en el tubo digestivo y que se encarga de dar la señal de saciedad después de la ingesta. De forma natural, esta señal dura poco; sin embargo, el fármaco prolonga la acción del péptido de forma que la sensación de saciedad se mantiene en el tiempo y se reduce el apetito de forma importante”, explica el doctor Albert Lecube, vicepresidente de la SEEDO. Además, la molécula actúa sobre el tejido adiposo y favorece que se queme más grasa.

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Foto: Unsplash/@diana_pole.

Este tratamiento tiene un coste mensual de unos 300 euros, pero dado que “la obesidad es una enfermedad crónica y, siendo realistas, habría que tomarlo durante toda la vida”, una cantidad que no es asumible para muchos bolsillos.

“Es paradójico. Hay aprobados fármacos para la obesidad, pero no están financiados y si el paciente quiere acceder a ellos tiene que pagarlos de su bolsillo. Si se complica la obesidad con hipertensión, diabetes o hiperlipemia sí se financian, mientras la enfermedad de base, que es la obesidad, no”, lamentan los endocrinólogos.

Actuación conjunta

¿Qué se puede hacer para cambiar esto? Desde la SEEDO aseguran que su Plan Nacional contempla la petición de que el SNS financie estos tratamientos y “la sociedad civil también se debería movilizar para reclamar a Sanidad que facilite el acceso a los fármacos, como ya hicieron las asociaciones de pacientes de hepatitis C”.

En el futuro habrá fármacos que combinen varios mecanismos de acción y ofrezcan resultados similares a los de la cirugía bariátrica

Tanta es la complejidad que rodea a esta enfermedad que enfrentarse a la obesidad se puede ver como una lucha contra gigantes. Con todo, la investigación en todos los frentes avanza, y esos progresos se presentan estos días en el XVII Congreso de la SEEDO. La doctora Mar Malagón, presidenta electa de la Sociedad, es optimista: “En los últimos años, y gracias al mejor conocimiento de los mecanismos implicados en el desarrollo de la obesidad, estamos viendo la luz en cuanto a la aparición de posibilidades terapéuticas. Esto es importante pues la obesidad ha sido una enfermedad prácticamente huérfana de tratamientos farmacológicos”, cuenta a Alimente. “Ya disponemos de tratamientos que consiguen pérdidas de peso del 5-10% en casi el 50% de los pacientes, pero el futuro aún es más esperanzador, basado en moléculas que combinan más de un mecanismo de acción y que nos acercarán aún más a la opción que hasta ahora consigue los mejores resultados, la cirugía bariátrica”.

La reforma laboral contra la obesidad

Optimismo no es sinónimo de falta de realismo y la eficacia terapéutica no significa curar, porque, como recuerda Albert Lecube, “la obesidad es una enfermedad crónica, progresiva y recidivante; una vez diagnosticada no hay retorno, no se deja de sufrir, pero sí podemos aspirar a tenerla bajo control, es decir, a mantener el peso en el rango más saludable posible”. ¿Como? “Es esencial cuidar bien la alimentación y evitar la inactividad física, pero tambíén disponer de un fácil acceso a los tratamientos farmacológicos y, en algunos casos más graves, poder optar por opciones más agresivas, como la cirugía”.

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En esos hábitos saludables, se debe incluir un buen descanso y reducir el estrés (hay evidencia científica de que dormir poco y el estrés favorecen el desarrollo de la obesidad), aunque el trabajo nos lo pone muy complicado. También aquí nuestros gobernantes tienen pueden hacer algo y la reforma laboral ofrece una oportunidad: “Disponer de un horario laboral estable favorece el mantenimiento de una buena salud. Dicho de otra manera, los horarios en turnos cambiantes inducen una disrupción de nuestros ritmos biológicos. Y hay cada vez mayor evidencia de que esta cronodisrupción ejerce un impacto negativo sobre las enfermedades metabólicas, incluida la obesidad y las cardiovasculares”, describe el vicepresidente de SEEDO.

Así pues, “la reforma laboral sería una oportunidad para ayudar a visibilizar este problema y justificar algunos de los cambios propuestos”.

Estamos acostumbrados a los mensajes que advierten de que la obesidad es la mayor pandemia del siglo XXI, de que es un tsunami que arrasa y se lleva la salud 'de los pies a la cabeza' -en el sentido real de la palabra, porque afecta desde las articulaciones hasta la función cognitiva, pasando por el corazón, el aparato digestivo y el sistema reproductivo- de quienes la padecen, de que ya la mitad de la población acumula un exceso de kilos y de que el panorama va a peor porque cada vez hay más niños con sobrepeso.

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