Mucofagia: un trastorno mucho más frecuente de lo que crees
Es una conducta que se asocia a estados de ansiedad y de intranquilidad, y si no se frena a tiempo, puede tener efectos nocivos en la salud. Te contamos por qué ocurre
Quién no se ha encontrado alguna vez en su vida a alguna persona hurgándose la nariz. Los niños lo hacen a menudo, sobre todo cuando son pequeños. Lejos de parecer anécdotas, este 'hábito', cuando se ingieren los mocos, puede convertirse en un trastorno conductual denominado mucofagia.
El 'Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV2)' no lo incluye de forma explícita entre los trastornos de la alimentación (pica), ni como uno de los tipos de TOC (trastorno obsesivo-compulsivo). Sin embargo, sí como un trastorno de la conducta.
"Los mocos tienen una alta concentración de bacterias", afirma el psicólogo Abel Domínguez
Al igual que la ingestión de los mocos, existen otros trastornos similares que se conocen en su conjunto como síndrome pica y se definen como “una perversión del apetito en la que apetecen sustancias no comestibles”. Dentro de este síndrome se encuentran algunos trastornos como la geofagia (comer tierra), tricofagia (comer cabellos), onicofagia (comer uñas) o la acufagia (comer objetos agudos), entre otros.
Mucofagia: cuándo se convierte en un problema
Abel Domínguez, psicólogo del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid y especialista en psicología infanto-juvenil y director de Domínguez Psicólogos, explica a El Confidencial qué es y por qué se produce la mucofagia y cuáles son las consecuencias en la salud.
“Está considerado un trastorno conductual porque efectivamente, a nivel social, eso tiene un efecto nocivo para la salud del niño o del adulto cuando lo hacen público. Los mocos tienen una alta concentración de bacterias y virus, el organismo los detiene ahí para evitar que entren, cuando se ingieren al final se están introduciendo de nuevo en el organismo”, apunta el experto.
Según explica el psicólogo, sacarse los mocos es una conducta que se ha observado que está asociada a estados de ansiedad y de intranquilidad. Sin embargo, agrega, “cuando se ha convertido en un hábito automático, se puede observar a las personas haciéndolo en lugares donde están relajados (viendo la tele, en un semáforo en rojo, etc), sobre todo cuando no tienen las manos ocupadas, como ocurre con otras manías y trastornos del mismo espectro como chuparse el pelo o arrancárselo”.
Según el blog de la farmacéutica Bayer, “la producción media diaria de moco en condiciones saludables y de normalidad es de aproximadamente un litro”, y en su mayoría está compuesto de agua (un 96%) y de glucoproteínas (4%).
No solo afecta a los niños
Aunque pueda parecer que la mucofagia afecta solo a los niños, también existe en adultos. En cuanto a los niños, este hecho es bastante común, aunque no tienen por qué padecer este trastorno. Sin embargo, en palabras del psicólogo, “puede llegar a convertirse en ello si la persona no puede controlar dónde comete esa conducta o con qué frecuencia, y eso empieza a interferir en su vida laboral o formativa, social incluso en su propia salud”.
En el caso de los niños, asegura que es normal que en el marco de su proceso evolutivo, al descubrir la nariz, descubran los mocos y los manipulen. “Me atrevería a decir que prácticamente el 100% de los humanos nos hemos comido algún moco en nuestra etapa de bebés y de niños a la hora de pasar por esa etapa evolutiva de exploración. El problema viene cuando este tipo de conductas se prolongan en el tiempo, pasando ya a fases evolutivas posteriores”, afirma Domínguez.
“A los padres les tenemos que indicar pautas en la dirección para que corrijan con cariño a los niños", aconseja el psicólogo
Una de las consecuencias, a nivel social, que pueden preocupar en los niños es “el rechazo social” que pueden recibir por parte de sus iguales, de sus profesores o de otras personas. En este sentido, el psicólogo recomienda a los padres que ayuden a los menores a frenar la situación cuando se está produciendo. “Podemos ayudar a nivel psicológico a los padres para que pacten con los niños o con los jóvenes alguna palabra clave que les pueda alertar cuando están en público de que se están hurgando la nariz, porque el problema de esta conducta, cuando se convierte en trastorno, es que dejan de tener control sobre cuándo lo hacen y dónde lo hacen. Ahí ya puede ser problemático”, asevera el experto.
Otra de las consecuencias que destaca Domínguez es que, cuando la frecuencia es muy alta, “los niños o los adultos se pueden llegar a hacer heridas que, con la alta concentración de bacterias, se pueden llegar a infectar”.
Pautas psicológicas a seguir
Algunas de las recomendaciones que se hacen a los padres, según indica el experto del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, están orientadas a la prevención: “A los padres les tenemos que indicar pautas en la dirección para que corrijan con cariño a los niños y que les hagan conscientes de lo que les está pasando. Eso sí, solo siempre y cuando haya un problema. Si es simplemente la fase exploratoria, prestar más atención de la debida puede ser contraproducente”.
Por otro lado, prosigue, es importante ofrecerles conductas alternativas o contrarias a la de hurgarse la nariz, como puede ser mantener una correcta higiene de nariz y manos.
“En los adultos trabajaríamos que el propio adulto (con ayuda de su familia si puede ser) sea consciente de todas las conductas que tenga asociadas a hurgarse la nariz y le haríamos ver cómo se toca la cara, cómo se toca el pelo e incluso cómo se muerde las uñas, para que lo sepa y evitar que reproduzca esa conducta”, argumenta.
Quién no se ha encontrado alguna vez en su vida a alguna persona hurgándose la nariz. Los niños lo hacen a menudo, sobre todo cuando son pequeños. Lejos de parecer anécdotas, este 'hábito', cuando se ingieren los mocos, puede convertirse en un trastorno conductual denominado mucofagia.