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Descubren que los microplásticos de los alimentos alteran la microbiota
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Estudio del CSIC

Descubren que los microplásticos de los alimentos alteran la microbiota

A través de la comida, introducimos en nuestro cuerpo de 0,1 a 5 g de estas pequeñas partículas y, una vez dentro, son capaces de alterar la composición de las bacterias del colon, como revelan científicos españoles

Foto: Microplásticos recogidos en el Mediterráneo. (EFE/David Arquimbau)
Microplásticos recogidos en el Mediterráneo. (EFE/David Arquimbau)

Los microplásticos son una seria amenaza mundial. Esos pequeños fragmentos, de menos de 5 milímetros de longitud, inundan los mares, pero también abundan en tierra firme. Los moluscos son la especie más contaminada, lo que no excluye su presencia en animales de granja (vacas y cerdos). Cuando las personas comemos estos animales, los microplásticos pasan a nuestro organismo, y no solo al sistema digestivo, también se almacenan en los pulmones, el hígado o los riñones, como ha encontrado un trabajo de la Universidad de Arizona.

Foto: Los animales de granja pueden estar contaminados por microplásticos. Foto: REUTERS/Agustin Marcarian

Poco a poco, se van encontrando nueva evidencias de los efectos de estas micro y nanopartículas para los seres vivos, y ahí se incluyen las bacterias que se alojan en nuestro intestino.

Un grupo de investigadores del CSIC ha descubierto que la ingesta de microplásticos reduce la diversidad bacteriana de la microbiota del colon, además de alterar el equilibrio en los microorganismos presentes. El estudio, publicado en la revista 'Scientific Reports', ha demostrado que tras la ingestión de microplásticos PET (asociados con la cadena alimentaria) disminuye la abundancia de bacterias beneficiosas para la salud y aumenta la presencia de otros grupos microbianos relacionados con una actividad patógena. “Dada la posible exposición crónica a estas partículas a través de nuestra dieta, los resultados obtenidos plantean que su ingesta continuada podría alterar el equilibrio intestinal y, por tanto, la salud”, expone Victoria Moreno, investigadora del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL) del CSIC.

Primer estudio en humanos

La investigación, en la que también han participado el Instituto de Catálisis y Petroleoquímica (ICP) y el Instituto de la Cerámica y el Vidrio (ICV) del CSIC, es la primera que evalúa el impacto de la ingesta de microplásticos en el tracto digestivo y la microbiota intestinal humana. Para la primera autora, “es necesario conocer el destino en el organismo de estos materiales, que están presentes en nuestro día a día, así como sus consecuencias a corto, medio y largo plazo”.

placeholder Imagen microscópica de microplásticos colonizados por la microbiota intestinal. (CSIC)
Imagen microscópica de microplásticos colonizados por la microbiota intestinal. (CSIC)

Las estimaciones apuntan que, de media, cada persona podría ingerir entre 0,1 y 5 gramos de microplásticos cada semana a través de alimentos y bebidas.

Además, el estudio ha mostrado por primera vez que estos microplásticos pueden sufrir biotransformaciones a lo largo del tracto gastrointestinal y llegar al colon con una forma estructuralmente diferente a la original. “Todos estos mecanismos y factores observados, que apenas se están empezando a estudiar, contribuirán a averiguar si estos compuestos pueden permanecer en el cuerpo humano y acumularse en algunos órganos y tejidos”, concluye la investigadora.

Experimentos in vitro innovadores

Para desarrollar esta investigación, el equipo interdisciplinar del CSIC ha diseñado un protocolo de simulación de la ingesta y digestión de microplásticos en condiciones fisiológicas, que es extrapolable al estudio de otros tipos de plástico y tamaños de partícula. “Mediante el modelo in vitro de digestión gastrointestinal patentado por el CSIC, simgi®, hemos podido albergar la microbiota colónica humana durante la intervención con microplásticos”, detalla Victoria Moreno. Este protocolo, combinado con el uso de microscopía electrónica y espectroscopia, ha permitido monitorizar los cambios en la estructura y morfología de los microplásticos en el tracto digestivo.

La investigación se ha desarrollado en el marco de la plataforma Susplast y el proyecto europeo sobre el estudio de los efectos de los micro y nanoplásticos en la salud humana PlasticsFatE, que cuenta con 20 socios (centros de investigación, agencias gubernamentales, universidades y una empresa) de 11 países.

Del laboratorio a la vida real

¿Qué saco yo de esto? Esa es la gran pregunta que solemos hacernos cuando los científicos exponen sus conclusiones. En este caso concreto, el primer interrogante que nos asalta es de qué alimentos proceden esos microplásticos. "No se han obtenido de ningún alimento concreto, pero son representativos de los que hay en la cadena alimentaria", aclara Moreno a El Confidencial. De hecho, "la elección de PET se debe a que se trata de uno de los microplásticos de uso alimentario más utilizados y el principal proveniente de las botellas de plástico utilizadas para el agua que, a su vez, es la principal contribución de la dieta a la ingesta de microplásticos".

placeholder Foto: Vista de botellas con agua y plásticos recogidos en el océano, en Times Square (EFE: Jorge Fuentelsaz)
Foto: Vista de botellas con agua y plásticos recogidos en el océano, en Times Square (EFE: Jorge Fuentelsaz)

El trabajo apunta hacia consumos semanales de microplásticos de entre 0,1 y 5 g, pero para que influyan en la composición de la microbiota es preciso que su ingesta sea 'mantenida' en el tiempo. Sin embargo, la científica asegura que, "con la información que tenemos, no es posible estimar ese tiempo para todos los tipos de microplásticos porque, además de la cantidad ingerida, también depende de otros factores", como su combinación con aditivos contaminantes. Con la prudencia debida, "es plausible que se trate de una ingesta prolongada en el tiempo", señala.

Foto: Foto: iStock.

Aunque el trabajo se ha desarrollado in vitro, la investigadora defiende que reproduce las condiciones fisiológicas del tracto gastrointestinal, "es decir, nos permite monitorizar los efectos en cada tramo del aparato digestivo y en su conjunto". Además, "nuestro estudio, respecto a otros, sí ha permitido evaluar la interacción con microbiota intestinal humana, que refleja lo que podría estar pasando en nuestro organismo".

Victoria Moreno indica que el efecto de los microplásticos en la salud se debe a que "se acumulan en el intestino y pueden alterar el equilibrio entre bacterias positivas y negativas" y también porque al degradarse los microplásticos, las partículas (nanoplásticos) pasan a la sangre y se distribuyen en los diferentes órganos y tejidos.

Quedan muchas incógnitas en el aire, pero ya hay una conclusión clara: "Hay que delimitar los riesgos de exposición humana".

Los microplásticos son una seria amenaza mundial. Esos pequeños fragmentos, de menos de 5 milímetros de longitud, inundan los mares, pero también abundan en tierra firme. Los moluscos son la especie más contaminada, lo que no excluye su presencia en animales de granja (vacas y cerdos). Cuando las personas comemos estos animales, los microplásticos pasan a nuestro organismo, y no solo al sistema digestivo, también se almacenan en los pulmones, el hígado o los riñones, como ha encontrado un trabajo de la Universidad de Arizona.

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