La terrible adicción a cortarse: "Siempre llevaba dos cuchillas para hacerlo en cualquier momento"
"Me autolesionaba todos los días varias veces, incluso llegué a reservarme momentos del día para hacerlo", cuenta Sara, una veinteañera que empezó a infligirse dolor con solo 11 años
“Hubo una época entre los 14 y los 15 años que me autolesionaba todos los días varias veces, incluso llegué a reservarme momentos del día para hacerlo”, cuenta a este periódico Sara, una joven de 20 años que empezó a infligirse dolor cuando apenas tenía 11. “Siempre llevaba en la funda del móvil dos cuchillas para poder hacerme cortes en cualquier momento”, relata la veinteañera, que se realizaba pequeñas incisiones en lugares que mantenía ocultos –brazos y piernas– como modo de liberación de tristeza y rabia.
Sara arrastraba un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) que al principio solo se manifestó de forma restrictiva, pero que acabó llevándola a estados de rabia, tristeza, ansiedad y depresión. Las búsquedas en Google ayudaron a la joven no solo a ‘perfeccionar’ su técnica para no ser descubierta evitando la comida, también le pusieron en conocimiento de otro modo de liberar la rabia: “Descubrí en internet la bulimia y después encontré la técnica de los puñetazos a la pared como instrumento de liberación, luego empecé a arrastrar los nudillos hasta que me hacía sangre y también me tiraba al suelo de rodillas para hacerme daño. Pero no solo sentía rabia en ese momento, también había tristeza, vacío, depresión… que no sabía cómo gestionar. Y la forma de combatir estos sentimientos fueron las heridas, que siguieron con punzones y luego cuchillas, digamos que fui mejorando la calidad de las autolesiones”.
En nuestro país aproximadamente el 30% de los adolescentes se ha autolesionado sin intención suicida, al menos una vez.
Estos comportamientos suelen iniciarse al principio de la adolescencia –entre los 12 y los 16 años–. Aunque hace un tiempo se creía que era un comportamiento casi exclusivo en mujeres, actualmente se observa que se encuentra a partes iguales en hombres, según explica Almudena Castells de Castro, psicóloga especialista en TCA del Centro Adalmed, a El Confidencial.
“Este tipo de conductas se denominan autolesiones no suicidas (ANS), pero no están relacionadas exclusivamente con los cortes, ya que pueden manifestarse en forma de diferentes tipos de lesiones”, desgrana la especialista. Se realizan “como estrategia de regulación emocional patológica. Este mecanismo de afrontamiento genera un patrón de conducta resistente que manifiesta una necesidad de liberar la ansiedad”.
El motivo de la autolesión
La psicóloga detalla que estas conductas orientadas a ocasionar dolor físico se efectúan con el fin de evadir el malestar. “La persona, ante la falta de recursos para regular las emociones de una manera funcional y sana, tiende a utilizar este tipo de estrategias que son muy ‘eficaces’ en el corto plazo”.
Respecto a los motivos, apunta a que “no existe una única causa” que justifique o que explique que una persona se autolesione: “Normalmente es el resultado de múltiples factores que están relacionados con una incapacidad para enfrentarse a los problemas y resolverlos de manera funcional, junto con una dificultad para regular y gestionar las propias emociones. De manera que la persona que se autolesiona intenta reducir la ansiedad buscando una sensación de alivio que se produce mediante el dolor físico”.
Activan un mecanismo de liberación de endorfinas, que es un opiáceo endógeno que genera un efecto relajante y ansiolítico
Esto funciona porque las lesiones en la piel activan un mecanismo de liberación de endorfinas, que es un opiáceo endógeno que genera un efecto relajante y ansiolítico, que a su vez se relaciona con un efecto analgésico. “Este mecanismo lo podemos comparar con la sensación de placer que generan las drogas, como puede ser la heroína”, ejemplifica Castells de Castro. “Como consecuencia de esto, habría personas que se harían adictas a la sensación que produce esta liberación endorfínica, recurriendo a la autolesión para conseguirla”, apostilla.
Este perfil de paciente presenta una baja autoestima, manifestando fuertes sensaciones de fracaso, de soledad, de culpa, de ira, de rechazo a sí mismo…, provocando elevados niveles de ansiedad, que busca liberar a través de este tipo de sintomatología.
La psicóloga destaca el gran peso de las redes sociales: “En Instagram y TikTok, las plataformas más utilizadas por los adolescentes hoy en día, podemos encontrar miles de vídeos y fotografías de autolesiones, lo que puede llegar a incitar a estos jóvenes a realizar este tipo de conductas por dos principales motivos. El primero es por el aprendizaje vicario y el segundo por el fuerte sentido de identidad que generan este tipo de síntomas al formar parte de un ‘colectivo”.
El perfil
“Manifestar la necesidad de dañar el propio cuerpo como herramienta de regulación emocional nos indica que la persona presenta una gran dificultad para afrontar diferentes situaciones conflictivas o desagradables de una manera funcional, lo que nos alerta de que existe una patología. En la punta del iceberg podemos observar este tipo de sintomatología, pero debemos centrarnos en todo lo que subyace”, ahonda la psicóloga.
Por esto, los profesionales encuentran que las personas que muestran de manera reiterada esta conducta suelen presentar diferentes trastornos psicológicos sin ser algo exclusivo de ninguno en particular. En su mayoría pueden hallarse:
- Trastorno del comportamiento y de la conducta.
- Trastorno límite de la personalidad (TLP), debido al descontrol de impulsos que se observa en este tipo de pacientes.
- Trastornos depresivos.
- Trastorno obsesivo compulsivo (TOC).
- Trastornos del neurodesarrollo, como los trastornos del espectro autista (TEA).
- Trastorno de la conducta alimentaria.
Si nos paramos en los TCA, la especialista matiza que las autolesiones se pueden manifestar más en pacientes con anorexia o bulimia nerviosa, al ser pacientes más impulsivos, pero también con rasgos muy autoexigentes y un alto nivel de ansiedad.
El tipo de lesión: brazos, piernas y abdomen
Castells de Castro aclara que las autolesiones no son solo los cortes que pueden producirse con objetos afilados, sino que se pueden producir también a través del rascado, quemaduras, golpes a uno mismo, marcarse palabras y, en ocasiones, insertarse objetos debajo de la piel, entre otros muchos.
Asimismo apunta que el tamaño de la herida no implica una mayor carga emocional, lo relevante de la sintomatología no es lo que podamos observar sino la motivación que hay detrás de esta conducta.
El tamaño de la herida no significa una mayor carga emocional
Estas heridas se realizan con mayor frecuencia en los brazos, en las piernas y en el abdomen.
“En ocasiones encontramos pacientes que tienen la necesidad de tapar las heridas por el sentimiento de culpa y de vergüenza que este síntoma genera. La necesidad de taparlo puede también producir conductas desajustadas como ir con ropa larga en estaciones cálidas”, añade.
El riesgo de suicidio
La especialista sostiene que autolesionarse como tal no tiene una intención suicida, pero sí que puede aumentar el riesgo de que suceda debido a los problemas emocionales que esto conlleva causados por la inestabilidad emocional y la imprevisibilidad del comportamiento. “Lo mismo que ocurre con cualquier otra conducta sintomatológica que nos podamos encontrar dentro de este perfil de pacientes, como consumo de sustancias, abuso de alcohol o vómitos, entre otros. Es decir, el riesgo no está tanto relacionado con la conducta autolesiva en sí, más bien con la patología que el paciente presenta”, señala.
“Las autolesiones no nos indican que exista una ideación suicida, pero sí que la persona tiene unos altos niveles de ansiedad que no sabe cómo regular” concluye a este respecto.
La psicóloga resalta la necesidad, ante cualquier señal de alarma, de pedir ayuda y acudir a un profesional de la salud mental para evaluar la patología que subyace y así poder realizar un tratamiento ajustado a las necesidades de cada paciente.
“Hubo una época entre los 14 y los 15 años que me autolesionaba todos los días varias veces, incluso llegué a reservarme momentos del día para hacerlo”, cuenta a este periódico Sara, una joven de 20 años que empezó a infligirse dolor cuando apenas tenía 11. “Siempre llevaba en la funda del móvil dos cuchillas para poder hacerme cortes en cualquier momento”, relata la veinteañera, que se realizaba pequeñas incisiones en lugares que mantenía ocultos –brazos y piernas– como modo de liberación de tristeza y rabia.
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