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La revolución de la protonterapia que ni la pandemia ha frenado
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La revolución de la protonterapia que ni la pandemia ha frenado

La Clínica Universidad de Navarra puso en marcha en su sede de Madrid esta técnica para tratar el cáncer en abril de 2020. Desde entonces, 300 pacientes han pasado por la Unidad de Terapia de Protones

Foto: La doctora Elena Panizo y una paciente ya tratada. (Clínica Universidad de Navarra)
La doctora Elena Panizo y una paciente ya tratada. (Clínica Universidad de Navarra)

Eugenia, una valenciana de 42 años, acaba de finalizar el tratamiento de protonterapia para su condrosarcoma, un tipo de tumor óseo que ha requerido cirugía y, posteriormente, 30 sesiones con esta modalidad de radioterapia, que permite aplicar dosis más altas de radiación en el tumor que las técnicas habituales. Durante las semanas de protonterapia, administrada en la Clínica Universidad de Navarra, Eugenia ha llevado una vida normal, incluso con actividad física.

Eugenia es una de los 300 pacientes tratados en los dos años de funcionamiento de la Unidad de Protonterapia que la clínica ha instalado en su campus de Madrid. Por sus salas han pasado niños y mayores llegados de diferentes comunidades autónomas y de otros países -incluso de distintos continentes-, afectados por tumores (hasta 24 tipos: pulmón, mama, próstata, base del cráneo, etc) o reirradiaciones, y de alguna forma han vivido un momento histórico, ya que, como destaca el doctor Felipe Calvo, director científico de la Unidad, “toda nuestra actividad se ha desarrollado en contexto covid, con las complicaciones que acarrea”.

Foto: Paciente en tratamiento de protonterapia. (Cortesía)

Para captar el sentido de esta observación, hay que recordar que tener una consulta médica, aunque fuera telemática, en las primeras semanas de la pandemia de covid-19 era una verdadera hazaña, y acceder a un tratamiento hospitalario era, casi, una utopía. De hecho, los retrasos en el acceso a la asistencia médica y sus consecuencias pronto se convirtieron en motivo de denuncia por parte de los pacientes, pero también de los propios sanitarios. Y en ese escenario, y con la ciudad vacía, arrancó esta Unidad de Protonterapia. “Teníamos pacientes candidatos al tratamiento, y cuando se desencadenó el estado de alarma hubo que tomar decisiones institucionales, y la clínica decidió no cerrar”, relata Calvo a El Confidencial. “Todo el plan de instalación de la unidad estaba agendado a la semana; y cuando los japoneses -nuestro equipo es Hitachi- nos dieron el haz de protones para que lo empleáramos, se generó la crisis: teníamos 5 enfermos y el haz de protones; había que tratarlos”.

Los primeros de la lista

Dos niños, dos adultos y un adolescente vivieron en primera persona ese momento extraordinario, y no fueron los únicos, ya que también lo fue para los más de 50 profesionales -desde secretarias, técnicos, radiofísicos y médicos de distintas especialidades- que trabajan en la unidad perfectamente coordinados. El objetivo: superar todos los trámites y evaluaciones, desde la petición de tratamiento para el paciente desde su lugar de origen hasta que llega a la clínica, un proceso que involucra a instituciones sanitarias públicas y privadas.

Para pacientes pediátricos, desde que se hace la solicitud hasta que se aplica el tratamiento pasan de 12 a 14 días y 20 o 22 días para adultos no priorizados

Es una carrera contrarreloj (el tiempo es fundamental en el abordaje del cáncer) en la que, estos dos años, el equipo de Felipe Calvo ha aprendido cómo mejorar sus ‘marcas’. “Ahora hacemos todos los pasos en un tiempo récord, pero al principio era una pesadilla auténtica”, dice el radioncólogo. El desafío se mantiene a día de hoy en los pacientes pediátricos priorizados, para los que “desde que se hace la solicitud hasta que se hace el tratamiento pasan de 12 a 14 días, un tiempo asumible”, y para adultos no priorizados es de 20 o 22 días.

placeholder El doctor Felipe Calvo. (Clínica Universidad de Navarra)
El doctor Felipe Calvo. (Clínica Universidad de Navarra)

Pero el tratamiento es mucho más que recibir las sesiones y dosis de radioterapia necesarias; hay que crear un entorno agradable para el enfermo y sus familias, especialmente para los más pequeños, una labor que implica también a psicólogos, ya que “la mayoría de nuestros pacientes son desplazados y necesitan una atención integral; no se trata de protones, sino de todo lo que se relaciona con su enfermedad”, subraya el experto.

Características

La protonterapia es una modalidad de radioterapia externa de gran precisión basada en protones. Causa menos toxicidad que la radioterapia convencional (de fotones), lo que permite aumentar la dosis de radiación en el tumor cuando es necesario, consiguiendo un mayor control local de la enfermedad con la mínima exposición de los tejidos sanos a la radiación.

"Los protones tienen más poder ionizante que los fotones y, por tanto, más efecto antitumoral"

Ambas técnicas tienen el mismo mecanismo de acción: una radiación que ioniza las moléculas y hace que las células tumorales no sean viables, pero “los protones tienen más poder ionizante que los fotones y, por tanto, más efecto antitumoral”. Y, según el doctor Calvo -que se ha formado en esta técnica en la Clínica Mayo-, “la tolerancia durante la radiacion es extraordinaria debido a la precisión que ofrece a la hora de evitar tejidos sanos circundantes”.

Mayor precisión y menor toxicidad son las características que hacen de la protonterapia la modalidad de radioterapia más indicada para niños -el paciente más joven tratado en esta unidad tiene 7 meses- y adultos de edad avanzada -una mujer canadiense de 87 años es la enferma más veterana- afectados por tumores localizados en regiones más sensibles a la radiación, como son el cerebro, la médula o los ojos, pero también esófago, próstata, pulmón, recto.…

Tecnología muy exclusiva, de momento

La instalación de una Unidad de Protonterapia es extremadamente compleja, entre otras razones por el enorme tamaño del acelerador de partículas, el brazo y el resto de componentes de la unidad (la de la Clínica de Navarra en Madrid ocupa una superficie de 3.600 metros cuadrados y una altura de 15 metros). Esos elevados requerimientos la hacen inaccesible para la mayoría de hospitales; de hecho, en España, además de esta, solamente el Grupo Quirón Salud cuenta con una unidad de protonterapia. Por la alta cualificación de ambas instalaciones, han sido elegidas para organizar el Congreso Mundial de Terapia con Protones de 2023, que tendrá lugar en Madrid.

placeholder Unidad de Protonterapia de la Clínica Universidad de Navarra.
Unidad de Protonterapia de la Clínica Universidad de Navarra.

Pero no falta mucho para que la sanidad pública cuente con ese tipo de instalaciones, gracias a la donación por parte de la Fundación Amancio Ortega de 10 equipos de protonterapia, que se instalarán en diferentes hospitales.

Foto: Amancio Ortega. (EFE)

Hay muchos miles de candidatos a recibir terapia de protones (se estima que hasta un 25% de pacientes no pueden recibir radioterapia convencional), y Felipe Calvo vaticina: “El día en que esas máquinas e instrumentos quepan en los espacios hospitalarios en los que ahora hay instalados aceleradores lineales de fotones, se generalizará su uso. La miniaturización de los aceleradores de protones es un reto de ingeniería biomédica enorme, pero será posible acelerar protones en espacios hospitalarios relativamente pequeños. Eso yo lo veré”.

A medida que la tecnología va avanzando y se aplica más, se van descubriendo nuevas indicaciones. Todo apunta a que la radioterapia que ahora conocemos tiene sus días contados, y la protonterapia ya está en el presente, dispuesta a conquistar el futuro.

Eugenia, una valenciana de 42 años, acaba de finalizar el tratamiento de protonterapia para su condrosarcoma, un tipo de tumor óseo que ha requerido cirugía y, posteriormente, 30 sesiones con esta modalidad de radioterapia, que permite aplicar dosis más altas de radiación en el tumor que las técnicas habituales. Durante las semanas de protonterapia, administrada en la Clínica Universidad de Navarra, Eugenia ha llevado una vida normal, incluso con actividad física.

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