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Narcisismo y egolatría: dos males de la sociedad actual
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Narcisismo y egolatría: dos males de la sociedad actual

El complejo de superioridad es un sentimiento o vivencia afectiva interior que hace que el sujeto en cuestión se vea muy por encima de quienes le rodean. La seguridad en sí mismo es superlativa y la arrogancia le conduce a cierto liderazgo

Foto: Ilustración: iStock.
Ilustración: iStock.

El narciso es una planta exótica, con hojas largas, estrechas y puntiagudas, agrupadas en el extremo por un bohordo grueso blanco o amarillo oloroso; crece en la cercanía de los lagos y se inclina hacia él, como si se mirara en el espejo que le ofrece el agua en calma. Este estar continuamente contemplándose es la idea que late bajo su concepto. Según Plotino, el mito de Narciso se refiere al hombre que busca la belleza más en lo externo y, en consecuencia, se queda en la fachada personal, cuidando la portada, el frontispicio, la apariencia.

Fue Havelock Ellis el primero que utilizó este término a finales del siglo XIX para referirse a aquellos sujetos que desarrollaban una tendencia sexual hacia sí mismos. Freud adaptó más tarde el concepto a sus criterios psicológicos para referirse a las personas con un amor desordenado y excesivo hacia sí mismos. Tiempo después, la corriente psicoanalista estableció los rasgos de esta personalidad, haciendo hincapié en dos vertientes: el amor extraordinario hacia uno mismo y una autoestima grandiosa, fruto de una evaluación personal desmedida.

Foto: Foto: EFE/Miguel Gutiérrez.

Los narcisistas giran sobre sí mismos pidiendo de los demás aplausos y gratificaciones verbales, siempre preocupados por causar un fuerte impacto positivo en la gente que les rodea y, a la vez, reclamando elogios, admiración y reconocimiento de su valía. No obstante, resulta más importante lo que ellos piensan sobre su propia excelencia que lo que opinan los demás. El patrón de conducta se vertebra sobre la impresión de grandeza suprema de su persona y la necesidad de reconocimiento por parte de la gente del entorno. Hay en él presunción, engreimiento, soberbia descomunal y fatua, jactancia y petulancia.

Por todo ello, los narcisistas provocan en los demás rechazo y carecen de empatía. La autovaloración y la hipersensibilidad respecto a la opinión de los otros dan lugar a una psicología desagradable que invita a alejarse de ellos, pues la gente que les rodea ve en ellos una inclinación a ser explotados. Buscan un trato privilegiado y muestran fantasías de éxito, logros y prestigio. Dentro de ese marco, es frecuente la descalificación de las personas cercanas y de personajes de la vida pública. No reconocen ni aceptan sus propios defectos o fallos, y cuando alguien se los hace ver, aunque sea con suavidad y educación, pasan al ataque.

placeholder Ilustración: iStock.
Ilustración: iStock.

Su forma de ser se nota incluso en su modo de vestir: quieren dejar bien claro su estatus social y cuidan su aspecto de modo excesivo, con el objeto de llamar la atención y de ser reconocidos y estimados. Con el paso del tiempo, solo quedan a su lado quienes se someten a ellos y se vuelven aduladores. En ocasiones, saben rodearse de personas que actúan como si formaran un coro encargado de alabarlos sistemáticamente. Esto es frecuente en la vida artística o política, pero también puede darse en otros ámbitos, ya que se trata de individuos que tienen de sí mismos una excesiva complacencia.

El complejo de superioridad

El complejo de superioridad es un sentimiento o vivencia afectiva interior que hace que el sujeto en cuestión se vea muy por encima de quienes le rodean. La seguridad en sí mismo es superlativa y la arrogancia le conduce a cierto liderazgo, pues se trata de gente que nunca puede estar en segundo plano o en posiciones de subordinación. El narcisista es un ser vanidoso; tanto que cuando se le minusvalora, su respuesta es siempre irritabilidad o fuerte agresividad. Sus afirmaciones de superioridad pueden llegar a ser de escándalo y producen una mezcla de sorpresa y rechazo en los que observan sus actitudes.

La distancia en el trato interpersonal es una táctica bien estudiada que busca la admiración a través de una apariencia que produzca pasmo y asombro. El narcisista está muy pagado de sí mismo y los elogios que recibe le parecen escasos para lo que él se merece. Dado que es pretencioso, creído y petulante, resulta fácil que abuse de los demás, prometiéndoles algo más o menos claro o impreciso. Cuando alguien le pregunta su opinión sobre otra persona, la descalificación es inmediata, rotunda, y puede aludir a todas las vertientes de dicha vida. Su poco respeto por los otros es lo que motiva su desconsideración y su crítica.

Foto: Foto: EFE/Juan Carlos Hidalgo.

La idealización propia del narcisista pone de relieve su falta de autoconocimiento, razón por la cual niega sistemáticamente cualquier defecto o fallo personal. Se ha discutido mucho sobre cómo se fragua este estilo de ser. Unos piensan que por haber tenido cerca a algún narcisista durante la infancia y la adolescencia. Hoy sabemos la enorme importancia que tiene el aprendizaje por imitación; todo se contagia, tanto lo positivo como lo negativo. El modelo de identidad se va construyendo con las diversas influencias que recibe un individuo. También es interesante poner de relieve que entre los niños hipermimados y superprotegidos es fácil que prospere este tipo de personas, dada la enorme indulgencia de los padres; son chicos muy acostumbrados a recibirlo todo de palabra y, de hecho, a no ser corregidos o criticados por sus progenitores.

Otra hipótesis, la psicoanalítica, sitúa el origen del narcisismo en las críticas excesivas, el desprecio o el abandono sufridos durante la infancia y la pubertad. A lo largo de los años, estas personas van utilizando ciertos mecanismos psicológicos de superación que consolidan su vanidad y complejo de superioridad. El trabajo terapéutico consistirá, entonces, en localizar la mutación enfermiza de dicha forma de funcionar, búsqueda que obliga a rastrear el pasado con detalle.

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Ilustración: iStock.

Muchos han sido los investigadores que han profundizado en el análisis narcisista y su grandiosidad arrogante. Así, G. Adler (1981) establece un puente de unión entre la personalidad narcisista y la personalidad límite, ya que ambas tienen grandes dificultades para establecer una buena transferencia psicológica (es decir, una buena relación médico-paciente), aquellos por la inestabilidad y estos por su egocentrismo exultante. Existe una relativa proximidad entre la personalidad narcisista, la histriónica y la límite, centradas en las dificultades para el contacto social sano y equilibrado. En todos estos casos hay graves distorsiones cognitivas que conducen a una interpretación propia expansiva, que recuerda a los episodios eufóricos en sus momentos más álgidos. La conciencia social es deficiente, ya que se creen estar por encima de todo y de todos, despreciando las reglas y las normas de comportamiento social.

Tener una personalidad sana produce una mezcla de paz y alegría, que se transmite a los demás.

El narciso es una planta exótica, con hojas largas, estrechas y puntiagudas, agrupadas en el extremo por un bohordo grueso blanco o amarillo oloroso; crece en la cercanía de los lagos y se inclina hacia él, como si se mirara en el espejo que le ofrece el agua en calma. Este estar continuamente contemplándose es la idea que late bajo su concepto. Según Plotino, el mito de Narciso se refiere al hombre que busca la belleza más en lo externo y, en consecuencia, se queda en la fachada personal, cuidando la portada, el frontispicio, la apariencia.

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