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Once factores que predisponen a una personalidad obsesiva
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Once factores que predisponen a una personalidad obsesiva

Carga genética y criarse en un ambiente rígido son dos grandes condicionantes que influyen en esta forma de ser y comportarse. Pero hay una lista de rasgos que también definen a los obsesivos. Las técnicas cognitivo-conductuales resuelven el problema

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Las historias clínicas son biografías, en ellas van quedando reflejadas las influencias familiares, escolares, de amistad, etc, podemos extraer conclusiones respecto al tipo de personalidad. Lo primero que hay que señalar es que existe una fuerte carga hereditaria que marca un estilo, una forma de ser. Al observar a los padres, o a los abuelos, se constata una conducta muy parecida. También influye mucho el haber vivido en un ambiente muy rígido y normativo, en el que el deber, la obligación y el sometimiento a ciertas reglas resulta de una exigencia tal que la persona se siente mal si no sigue a rajatabla esas directrices.

Entre lo genético y lo adquirido hay que hilvanar la etiología de la personalidad obsesiva. Lo primero deja una impronta visible; lo segundo, una rica diversidad de estilos que no quiero dejar de sistematizar, ya que los diversos factores repercuten en la configuración posterior de dicha personalidad.

Ambiente

El ambiente que se ha respirado durante la infancia es demasiado rígido: normas inflexibles, almidonadas, que suponen un corsé del que no puede salirse. Esto conduce a una meticulosidad que, si no se controla, puede desembocar en patología.

Temperamento

El temperamento suele ser introvertido: personas que viven más hacia dentro que hacia fuera, poco habladoras, rumiadoras, inexpresivas, monosilábicas, secas, con poca capacidad para hablar de modo fluido y con tendencia a pasar desapercibidas. En la primera aproximación pueden resultar hoscas y antipáticas.

Afectividad

La afectividad es restringida, limitada, enjaulada. El orden y el cuidado de las formas externas configuran un importante entramado en el que las relaciones se mantienen con solemnidad, con poca naturalidad, y los sentimientos son fríos, medidos, calculados. De entrada, el balance de estos individuos es positivo debido a su grado de educación, pero a medida que se les trata se echa en falta llaneza, afabilidad, efusión, soltura y desenfado para expresar sus sentimientos. Es como si su modo emocional fuera forzado, premeditado. Y el contacto con los demás se establece sobre un esquema jerárquico y artificial de superioridad e inferioridad.

Foto: Foto: iStock. Opinión

Pensamiento

El pensamiento obsesivo es el centro de operaciones de la conducta obsesiva. Las ideas son el núcleo esencial de esta patología: absurdas, ilógicas y sin sentido, suelen producir un enorme sufrimiento por su tono repetitivo. El paciente lucha contra ellas al darse cuenta de su carácter irracional, pero no puede impedir que se apoderen de él. Su mundo, construido a base de leyes e imperativos, les impide ser imaginativos, ya que se adhieren a los reglamentos. De ahí que, cuando observan los comportamientos flexibles de otras personas, los califican de frívolos, poco maduros e irresponsables.

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El baremo son ellos mismos y, desde esa visión, todo el mundo les resulta superficial, epidérmico. Por esta razón les cuesta tanto divertirse y tener actividades lúdicas y de ocio. Pensamientos intrusos que dañan el paisaje interior.

Estilo cognitivo

El estilo cognitivo se centra en un locus (lugar o sitio) de control externo, inestable, y en una búsqueda incesante de señales anticipatorias que le mantienen en tensión y alerta. Es como si el obsesivo viviera en un estado de hipervigilancia con el fin de estar preparado para las cosas que pueden sobrevenirle; como si esperara que algo catastrófico y dañino le fuera a suceder.

Ansiedad

La ansiedad se encuentra en el fondo de toda personalidad obsesiva. La alimenta, vive detrás de cada uno de sus pensamientos y conductas, anticipando lo peor. Se está en el presente imaginando un futuro incierto, temeroso, con malos presagios, lo que deja incluso huellas físicas importantes: taquicardia, hipersudoración, pellizco gástrico, dificultad respiratoria, opresión precordial…

El riesgo, por pequeño que sea, es vivido con enorme inseguridad; de ahí el gusto por una vida cuadriculada, rígida, meticulosa en extremo

El obsesivo tolera mal las incertidumbres y la sensación de que las cosas están flotando, sin asidero. El riesgo, por pequeño que sea, es vivido con enorme inseguridad; de ahí el gusto por una vida cuadriculada, rígida, meticulosa en extremo, en donde todo está programado. La ilógica de tal planteamiento debe desmontarse en la psicoterapia, enseñando al paciente a vivir las indecisiones y los titubeos propios de cualquier existencia de forma más madura y equilibrada.

Superstición

La superstición entra a formar parte de la interpretación de ciertas señales. Este fenómeno habitual consiste en atribuir deducciones ilógicas, lo que lleva al individuo a actuar de determinada manera para tranquilizarse. Un paciente me dijo en cierta ocasión: “Si cada noche al acostarme no cierro la puerta de una forma concreta, dejo los libros de la mesita de noche en un orden fijo, las zapatillas dentro del armario y la ropa del día siguiente en una silla, creo que puede morirse alguien de mi familia o pasarles alguna desgracia a mis seres queridos. Si no hago las cosas así, no puedo dormirme y tengo que levantarme enseguida”. Estos ritos, liturgias y ceremoniales deben seguirse paso a paso, pues están presididos por un pensamiento primitivo que se nutre de magia y fetichismo.

Torbellino de ideas

La personalidad obsesiva tiene los pies de barro, como quien está sentado encima de una bomba que puede explosionar. ¿Qué significa esto? Sencillamente, que hay un torbellino de ideas revoloteando por la cabeza sin rumbo fijo, y que estas se controlan siguiendo una serie de instrucciones y reglas bien definidas. Los hechos que escapan a este control y que inesperadamente pueden aparecer hacen que el obsesivo se sienta arrollado por una vorágine de novedades.

Depresión

Cuando la persona obsesiva padece una depresión o un cuadro de ansiedad, su forma de ser matiza los síntomas, que también adquieren un tinte obsesivo. A un paciente le tuve que cambiar la medicación porque le producía temblores. La mejoría fue rápida, pero le produjo una recaída depresiva tras varios meses de estabilidad. El diagnóstico podría haber sido de trastorno obsesivo, pero en realidad se trataba de una depresión obsesiva.

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Actos obsesivos-compulsivos

No es lo mismo la personalidad obsesiva que los actos obsesivos-compulsivos. La primera no es condición 'sine qua non' de la segunda; es decir, se puede tener una personalidad obsesiva sin ritos obsesivos. El trastorno obsesivo-compulsivo es aquel que se acompaña de pensamientos e imágenes reiteradas e irracionales, así como de actos externos o internos que son automáticos, sin objetivo ni finalidad. El sujeto se da cuenta de ello, pero no puede librarse de su presencia. Lucha, se esfuerza por desterrar tales ideas, pero siente una enorme ansiedad si no piensa en ellas o ejecuta dichos actos: ideas compulsivas y actos compulsivos son dos entidades distintas.

Enfermedades relacionadas

En el espectro de los trastornos obsesivo-compulsivos figuran varias enfermedades, desde el síndrome de Gilles de la Tourette, pasando por obsesiones estéticas (hoy tan de moda: operaciones de cirugía estética sin mucho sentido), la compra compulsiva, la tricotilomanía (obsesión por arrancarse el pelo), la hipocondría, la onicofagia (morderse las uñas)… En todas estas conductas late, vibra, resuena la personalidad obsesiva, que se camufla bajo tal apariencia.

El río de las obsesiones arrastra y sumerge las historias individuales: unas remontan la corriente y se superan, pero otras hacen naufragar al paciente. Estas máscaras obsesivas tienen hoy en día mejor pronóstico porque pueden resolverse con técnicas cognitivo-conductuales.

Las historias clínicas son biografías, en ellas van quedando reflejadas las influencias familiares, escolares, de amistad, etc, podemos extraer conclusiones respecto al tipo de personalidad. Lo primero que hay que señalar es que existe una fuerte carga hereditaria que marca un estilo, una forma de ser. Al observar a los padres, o a los abuelos, se constata una conducta muy parecida. También influye mucho el haber vivido en un ambiente muy rígido y normativo, en el que el deber, la obligación y el sometimiento a ciertas reglas resulta de una exigencia tal que la persona se siente mal si no sigue a rajatabla esas directrices.

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