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Buscando tus orígenes: por qué las empresas genéticas han proliferado estos años
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Buscando tus orígenes: por qué las empresas genéticas han proliferado estos años

¿Qué nos hace estar ahora más que nunca interesados en nuestros ancestros? ¿Qué dice eso de nosotros como sociedad y qué ética tienen estas empresas?

Foto: Fuente: iStock.
Fuente: iStock.

La cosa es fácil (lo sé porque yo misma, la que escribe esto, la ha probado): abres una especie de tubo donde tienes que tomar una muestra de tu saliva (en otras palabras, escupir). Después, lo envías a un laboratorio que está bastante lejos, cruzando el Atlántico. Y esperas. Lo habitual es que unas tres semanas después recibas un mail al correo electrónico donde podrás descubrir todos tus orígenes, de dónde vienes o quiénes fueron tus ancestros, en una palabra. En mi caso fue poco sorprendente, la verdad sea dicha: 98,4% europea (más concretamente, 98,1% del sur de Europa y, aún más concretamente, 98,1% española o portuguesa), aunque también "un 04% árabe, levantina o egipcia", e incluso un "0,3% judía asquenazí" (lo veo difícil). Pero no solo eso: también advierten de cosas tan variadas como que tengo más probabilidades de tener hoyuelos, el pie griego o de que odie el cilantro (ahí se equivocan).

Es uno más de esos análisis genéticos que se han puesto de moda y tanta gente se apunta a ellos. En mi caso, probé 23andme, pero a lo largo de los últimos años, algunos periodistas o youtubers intrépidos han probado con My Heritage o 24Genetics, entre otros, y después han contado su experiencia a quien estuviera interesado. Cada vez más personas deciden regalarlo, mientras otras observan con incredulidad y miedo creyendo que su saliva y sus datos genéticos van a ir a un laboratorio lejano en Texas, donde entrarán en un banco de datos y les tendrán fichados para *inserte aquí un motivo convincente*. Una muestra más, quizá, del ombliguismo actual mezclado con cierto componente trascendental. ¿Y si descubres de pronto que tus orígenes no están en Villalpando, Zamora, sino en un paraíso natural en Indonesia?

Eso sucede pocas veces, todo sea dicho, pero no por ello deja de interesarnos. Nuestro pasado nos fascina, buena prueba de ello es una noticia que se publicó hace escasos días en 'BBC': ¿Y si todos fuéramos vikingos? "Los vikingos llegaron a muchas de las islas de Escocia, así como el continente, en los siglos VIII y IX. Vinieron, conquistaron, se fueron, o eso parecía ser la historia. Ahora los historiadores están reevaluando la idea del legado que dejaron en islas como Islay, una pequeña isla de unos 3.000 habitantes en la costa oeste de Escocia. La evidencia lingüística y de ADN ahora sugiere que los vikingos nunca se fueron realmente", explican.

Cuantas más personas se lo hagan, más posibilidades de dar en el clavo: se compara con una amplia base de datos de ADN

Generalmente, los test de ancestros, como pasa con Akinator, funcionan gracias a la cooperación. Es decir, cuanto más amplia sea la base de datos en la que vamos a entrar, más probabilidades de dar en el clavo tendremos. Se realiza generalmente una especie de panel sobre el ADN autosómico (que proporciona la información genealógica, tanto del padre como de la madre, heredado de anteriores generaciones) y después se compara con una amplia base de datos de ADN que cuenta con marcadores de infinidad de distintas partes del mundo. En mi caso, cada día me llegan correos advirtiéndome de que tengo nuevos primos lejanos en distintas regiones del mundo, y conozco el haplogrupo de mi madre que se remonta a la Ruta de la Seda (aunque si quisiera conocer el de mi padre, mi hermano tendría que someterse al mismo test y por ahora no está entre sus prioridades).

Quebraderos de cabeza éticos

Estos test genéticos han dado algunos quebraderos de cabeza éticos, con noticias sorprendentes de todo tipo. El corresponsal de 'ABC News' que descubrió quién era su tío, la mujer que contó en 'Washington Post' que había sido cambiada al nacer, dos individuos desconocidos entre sí que se hicieron la prueba y resultó que compartían el 22% de su genoma... De hecho, en 2014, 23andMe estimó que 7.000 usuarios de su servicio habían descubierto una paternidad inesperada o hermanos desconocidos anteriormente, una fracción relativamente pequeña de los usuarios en general. La empresa ya no proporciona datos sobre resultados sorpresa. Por no hablar de aquellos test genéticos que predicen las posibles enfermedades que podremos tener en nuestra vida. Algunos científicos han detectado que en parte tienen efecto placebo, y que pueden modificar la respuesta fisiológica del organismo. Un poco como el que lee sus síntomas en Google sin entender muy bien y cree que le espera una muerte inminente.

"La pregunta sería si la proliferación de estos test también nos indica una carencia a nivel social, ya que la gente recurre a este tipo de análisis para satisfacer la necesidad de pertenencia"

Pero ¿por qué? ¿Qué nos hace estar ahora más que nunca interesados en nuestros ancestros? Para comprenderlo mejor desde un punto de vista psicológico, he hablado con la psicóloga Laura Rodríguez, psicóloga de Madrid Cepsim. "Como sociedad la proliferación de estos test nos habla de una búsqueda de arraigo y vinculación", me cuenta. "El definirnos como parte de un grupo (por ejemplo, 87% ibérico y 3% norafricano) aumenta nuestra sensación de pertenencia y nos dota de una identidad propia. La pregunta sería si la proliferación de estos test también nos indica una carencia a nivel social, ya que la gente recurre a este tipo de análisis como una forma de satisfacer esa necesidad de pertenencia, lo cual puede ser indicio de que su vinculación con otros grupos, como la familia, el trabajo o los amigos, deja sin cubrir algunos espacios que es preciso llenar".

placeholder Alguien en Texas están analizando tu saliva. (iStock)
Alguien en Texas están analizando tu saliva. (iStock)

Aunque no cree que haya un componente egocéntrico en todo esto, sí opina algo interesante, o por lo menos curioso, conociendo la psique humana: "La cuestión es que la búsqueda de identidad a través de estos test puede derivar en actitudes o situaciones peligrosas si el hecho de definirse según la genética le genera a una persona la sensación de que es superior a otra u otras por el solo hecho de pertenecer a un determinado grupo. Por ejemplo, si mi test confirma que soy cien por cien europeo y por ello me defino como alguien que está por encima de otra persona cuyo ADN proviene de lugares diferentes".

No es lo mismo la información que da nuestro ADN que la que puede dar nuestra cuenta de correo electrónico o nuestro número de teléfono

Otra cuestión es cómo, debido en parte a la proliferación de internet y a las redes sociales y aplicaciones, nos hemos vuelto mucho más proclives a dar nuestros datos a desconocidos. Una actitud que en el pasado probablemente habría parecido una locura. "Se podría decir que sí, ceder nuestros datos es algo habitual en nuestros días: cuando visitamos una web, nos introducimos en alguna red social o nos suscribimos a un blog, esa cesión se convierte en un requisito imprescindible para continuar navegando. Sin embargo, que sea tan frecuente hace que no nos detengamos a cuestionarlo y no le demos importancia a este hecho, pasando por alto que hay datos más sensibles que otros. Cuando autorizamos o prestamos el consentimiento a este tipo de test que analiza una muestra de nuestro ADN, debemos ser aún más cuidadosos en relación con los términos de ese consentimiento, las condiciones que lo definen y las posibles derivaciones o consecuencias del uso de la información que resultará de ese test: si estamos también autorizando que estos datos se compartan con otras empresas, si se podrán usar para especular o si tendremos derecho en el futuro a que se eliminen. Creo que en muchos casos esto no se considera con la debida atención. No es lo mismo la información que da nuestro ADN que la que puede dar nuestra cuenta de correo electrónico o nuestro número de teléfono".

"Que estos test se permitan desde un punto de vista bioético no quiere decir que se vayan a usar de forma ética", aclara. "Además de la reflexión sobre los datos que se ceden cuando se hace esta prueba, considero importante que cada persona que la va a realizar se pregunte 'desde dónde lo hago' y 'para qué lo hago', es decir, qué motivos le llevan a realizarlo y qué función va a tener la información que reciba. Estas preguntas a nivel individual nos animan a la reflexión y nos dirán si el uso que le daremos al test es ético en nuestro caso particular". Quizá ahora que conozco mis orígenes también tenga que replantearme algunas cosas sobre mí misma.

La cosa es fácil (lo sé porque yo misma, la que escribe esto, la ha probado): abres una especie de tubo donde tienes que tomar una muestra de tu saliva (en otras palabras, escupir). Después, lo envías a un laboratorio que está bastante lejos, cruzando el Atlántico. Y esperas. Lo habitual es que unas tres semanas después recibas un mail al correo electrónico donde podrás descubrir todos tus orígenes, de dónde vienes o quiénes fueron tus ancestros, en una palabra. En mi caso fue poco sorprendente, la verdad sea dicha: 98,4% europea (más concretamente, 98,1% del sur de Europa y, aún más concretamente, 98,1% española o portuguesa), aunque también "un 04% árabe, levantina o egipcia", e incluso un "0,3% judía asquenazí" (lo veo difícil). Pero no solo eso: también advierten de cosas tan variadas como que tengo más probabilidades de tener hoyuelos, el pie griego o de que odie el cilantro (ahí se equivocan).

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