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El dilema de las estatinas: la resistencia del veterano soldado contra el colesterol
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Ventajas e inconvenientes

El dilema de las estatinas: la resistencia del veterano soldado contra el colesterol

Hace décadas que son los fármacos estrella en este ámbito. Los médicos los defienden porque salvan vidas, pero muchas personas los abandonan por sus efectos y porque no perciben sus beneficios

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La mitad de la población española tiene el colesterol alto, uno de los mayores enemigos reconocidos de la salud cardiovascular. Ese estado predispone a sufrir un infarto cardiaco o cerebral, que puede causar la muerte (en el peor de los casos) o secuelas permanentes para el resto de la vida. La cosa no es para tomarla a la ligera, así es que bajar las cifras de colesterol es uno de los primeros objetivos en la prevención cardiovascular.

Dependiendo de la magnitud de las cifras –el límite de colesterol total está en 200 mg/dl– y de la presencia de otros factores de riesgo cardiovascular (como hipertensión arterial, obesidad o diabetes), para corregir ese exceso será suficiente con seguir una dieta saludable y hacer ejercicio o, además, tomar un fármaco hipolipemiante.

Solo en España, en 2021 se vendieron más de 62,5 millones de envases de estatinas, dos millones más que en el año anterior

Hay diferentes medicamentos para este fin, pero los líderes indiscutibles son las estatinas, y la prueba es que, solo en España, en 2021 se vendieron más de 62,5 millones de envases, dos millones más que el año anterior, según la información que aparece en la web del Ministerio de Sanidad. El informe 'Mercado global de las estatinas: tendencias de la industria y pronóstico para 2029', elaborado por la consultora Dat Bridge, prevé un aumento sostenido de su consumo y calcula que, en 2029, las ventas alcanzarán a nivel mundial 20.410 millones de dólares (sin duda, una prueba de la magnífica salud de estas moléculas).

¿Mala fama merecida?

Sin embargo, y confirmando el refrán de que el dinero no da la felicidad, las estatinas arrastran desde su nacimiento (la primera, la lovastatina, fue aprobada por la Agencia Estadounidense del Medicamento, FDA, en 1987) cierta mala fama relacionada con sus efectos secundarios. Los más frecuentes son dolores musculares, náuseas y dolor de cabeza, pero también se las ha relacionado con aumento de cáncer, un nexo que han desmentido numerosos estudios científicos. “El mito de los efectos adversos de las estatinas está muy exagerado”, asegura el cardiólogo Borja Ibáñez, director científico del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC): “No es cierto que se asocien a efectos adversos severos; sí es verdad que pueden provocar dolor muscular y otros problemas, pero es un fármaco extremadamente seguro”.

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“Con algunas estatinas, y a dosis muy altas, pueden aparecer dolores musculares; algo que sucede más con las estatinas liposolubles (atorvastatina, fluvastatina y simvastatina), que se metabolizan en el hígado, que con las hidrosolubles (pravastatina y rosuvastatina), que se eliminan por el riñón”, añade Antonio Pose, jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital de Santiago (CHUS). La intensidad de los efectos tiene mucho que ver con la potencia y la dosis del fármaco, pero no hay que llamarse a engaño: “La prioridad es bajar el colesterol, y por esto debemos utilizar las estatinas a dosis moderadas o altas y olvidarnos de las dosis más bajas”, subraya el también director de la Cátedra de Cronicidad de la Universidad de Santiago.

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Otro efecto que se asocia al consumo de estos medicamentos es el desarrollo de diabetes tipo 2, aunque, dice Pose, “realmente lo que sucede es que, muchas veces, las estatinas se dan a personas con síndrome metabólico, hipertensión arterial y prediabéticos”. Y es en estas en las que hay que asumir riesgos, porque “sus posibilidades de tener una enfermedad cardiovascular es muy superior”, insiste.

Objetivo: cumplir el tratamiento

Si la prioridad es mantener a raya los lípidos en la sangre, quizá se pueda conseguir con otros medicamentos (fibratos, ácidos grasos omega-3, anticuerpos monoclonales…). Nuevamente, el cardiólogo se manifiesta tajante: “Hay otras intervenciones que bajan el colesterol, pero no se acercan ni de lejos a los beneficios que han mostrado las estatinas. Tanto en el control de colesterol, que es mucho mayor que con otros fármacos, como en la reducción de efectos adversos cardiovasculares a largo plazo”.

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La insistencia de los médicos está en que muchos pacientes dejan a un lado el tratamiento, que es de por vida, por estas consecuencias. “El problema con las estatinas y el colesterol es que no da síntomas, hasta que la persona sufre un infarto, un ictus y se queda hemipléjico. Como no da síntomas, ¿para qué tomar unas pastillas durante años y al final puede ser que aparezca algún efecto secundario?, piensa la gente. Y la verdad es que son medicamentos espectaculares”, defiende Pose, que lleva 30 años tomando estatinas, de las que se declara "un enamorado" (y también sufre, alguna vez, algunos de los molestos síntomas que pueden acarrear).

Estrategia

El problema del incumplimiento terapéutico necesita una estrategia para frenarlo. Por ello, 70 especialistas reunidos en el Panel Internacional de Expertos en Lípidos (ILEP) han elaborado un documento de posicionamiento al respecto, y definen el llamado efecto nocebo/drucebo para diagnosticar y controlar síntomas, como dolores musculares, para que la mayor cantidad posible de pacientes continúen tomando sus estatinas.

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El presidente de la ILEP, el profesor Maciej Banach, de la Universidad Médica de Lodz y la Universidad de Zielona Góra, Polonia, destaca que “existe un enorme problema mundial para diagnosticar correctamente la intolerancia a las estatinas. Además, sabemos que la mayoría de sus efectos secundarios diagnosticados no deberían, de hecho, atribuirse a la terapia con estatinas. Hasta el 70% de los síntomas pueden deberse a un fenómeno psicológico llamado efecto 'nocebo' -efectos secundarios adversos que un paciente puede experimentar cuando se le administra una pastilla que no contiene ningún ingrediente activo- o 'drucebo' -cuando se toma una pastilla que contiene un ingrediente activo (en este caso, una estatina) sabiendo que lo es, de forma que proporciona una idea de hasta qué punto los síntomas pueden deberse únicamente a la expectativa".

No son todos los elegidos

Ahora bien, también hay que contar con la respuesta de cada individuo. El profesor José María Ordovás, director de Nutrición y Genética de la Universidad de Tufts (Boston), explica a El Confidencial que, efectivamente, las estatinas han demostrado que cumplen con su función de reducir el colesterol en la sangre y, por tanto, ofrecen un beneficio cardiovascular. Sin embargo, “el diablo está en los detalles. Con respecto a la relación entre el colesterol en sangre y el riesgo cardiovascular, no todos los que tienen colesterol alto tienen riesgo de enfermedad cardiovascular, ni todos los que lo tienen bajo están protegidos".

"Con respecto al uso de estatinas estamos en una situación de ruleta rusa y es muy probable que millones de recetas cada año no sean necesarias e incluso son contraproducentes”

Por otra parte, "las estatinas no funcionan igual para todos. A unos les funciona y a otros no. De la misma manera, unos tienen efectos adversos y otros no”, puntualiza. Por lo tanto, “con respecto al uso de estatinas (y prácticamente cualquier fármaco) estamos en una situación de ruleta rusa y es muy probable que millones de recetas cada año no sean necesarias e incluso son contraproducentes”.

Así es que, con vistas al futuro, “necesitamos marcadores mucho mejores del riesgo individual de enfermedad y de respuesta al tratamiento. Estos son objetivos claves de la medicina de precisión (o medicina personalizada, o medicina del futuro)”.

¿Tendrá fin del reinado?

Los especialistas señalan que están llegando nuevos medicamentos hipolipemiantes, pero también tendrán efectos. Todo parece apuntar a que es prácticamente imposible destronar a las estatinas, una misión que, en opinión de Ibáñez, “no tiene mucho sentido antes de que haya algo tan eficaz”. El internista apunta a que “se pueden hacer pequeños descansos, o dar estatinas en días alternos, pero siempre sabiendo que hay que tomarlas durante toda la vida”.

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Más crítico se pronuncia el profesor de Tufts: “Hasta ahora el imperio de las estatinas ha conquistado el mundo. Sin embargo, todos los imperios tienen su declive (sea Roma o España o…). ¿Cuándo y cómo? No lo sé en este momento. Pienso que su caída vendrá de soluciones que sean más completas. Es decir, que beneficien no solo en términos de colesterol, sino que aborden otros problemas que llevan a la enfermedad cardiovascular. Puede ser el HDL, puede ser la glucosa, puede ser la hipertensión y, cómo no, la inflamación, que en los próximos años despegará como diana terapéutica”.

Sea como sea, el mensaje no es que para qué modificar estilos de vida si una pastilla va a corregir los excesos. “Los humanos siempre hemos estado buscando el milagro”, reflexiona Ordovás. El cardiólogo insiste en que cuando se diagnostica una dislipemia, la primera recomendación que se hace al paciente es que mejore su estilo de vida. “En cualquier caso, es muy importante enfatizar que el colesterol es un factor de riesgo que hay que mirarlo desde muy temprano en la vida, probablemente desde la adolescencia y controlarlo desde muy pronto, ya que, muy probablemente, en el futuro puede tener un impacto enorme en la salud cardiovascular”, concluye.

Cuando el científico japonés Akira Endo descubrió en los años 70 del siglo pasado una molécula de un hongo que era capaz de bajar las cifras de colesterol no sabía que había abierto la puerta de un inmenso tesoro: el de las estatinas.

La mitad de la población española tiene el colesterol alto, uno de los mayores enemigos reconocidos de la salud cardiovascular. Ese estado predispone a sufrir un infarto cardiaco o cerebral, que puede causar la muerte (en el peor de los casos) o secuelas permanentes para el resto de la vida. La cosa no es para tomarla a la ligera, así es que bajar las cifras de colesterol es uno de los primeros objetivos en la prevención cardiovascular.

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