Los fármacos que retrasan el alzhéimer están cada vez más cerca de los pacientes
El avance imparable de la enfermedad alienta la idea de que no existe ningún tratamiento capaz de frenarla. 'PLOS Biology' publica un análisis de cuatro moléculas antiamiloide (la proteína implicada en el origen) y la conclusión es muy positiva
La población mundial envejece, y eso no es malo del todo; lo peor son las limitaciones, los problemas de salud y la dependencia que acarrea vivir hasta edades cada vez más avanzadas. Entre todas las enfermedades asociadas al envejecimiento, una de las más terribles es el alzhéimer, que golpea no solo a quien lo padece (un millón de personas solo en España), también a sus familiares y cuidadores. La Organización Mundial de la Salud estima que en el año 2030 habrá más de 56 millones de enfermos, y en 2050 superarán los 90 millones. Y lo peor: no hay ningún tratamiento que lo ataje, ni que retrase su aparición.
Al menos, esa es la idea que impera en la calle, pero en los laboratorios y centros de investigación, la realidad es muy diferente. En los últimos tiempos se han producido hallazgos relevantes relacionados con cómo se extiende la degeneración del cerebro, nuevos genes implicados en el mal, nuevas formas de detectarlo en la sangre, incluso algún ‘potencial’ nuevo fármaco. Sin restarles relevancia, los ciudadanos no alcanzamos a comprender su verdadero alcance y sentimos que quedan lejos de la cabecera de los pacientes.
Un anuncio alentador
Ahora, Christian Haass, del Centro Alemán de Enfermedades Neurodegenerativas, y Dennis Selkoe, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, anuncian para los próximos meses “un flujo crítico de nuevos datos de ensayos [de fármacos] en fase 3 [son seguros y funcionan] durante los próximos meses”, y defienden que “al contrario de lo que se suele escribir, la búsqueda de tratamientos para el alzhéimer avanza a buen ritmo”.
"La investigación biológica nos ha llevado a la cúspide de los tratamientos que verdaderamente retrasan la enfermedad"
El alemán es abiertamente optimista y afirma: “La investigación biológica nos ha llevado recientemente a la cúspide de los tratamientos que verdaderamente retrasan la enfermedad”.
Esos mensajes surgen a raíz del resultado de su trabajo para descifrar las bases moleculares de la enfermedad de Alzheimer (EA) y buscar explicaciones al escaso avance en los tratamientos.
Hass y Selkoe han analizado las alteraciones en la proteína beta amiloide -que comienzan dos décadas antes de que aparezcan los primeros síntomas del mal-, y los ovillos de la proteína TAU, ambas características de la EA, y también han examinado el papel que tiene la microglia (un tipo de células del sistema nervioso que actúan como células inmunes).
Después, han revisado los ensayos clínicos de cuatro anticuerpos monoclonales que durante la investigación demostraron su capacidad para eliminar las placas de beta amiloide, pero después su efecto en los pacientes no fue tan evidente.
Los porqués del fracaso
En un artículo publicado en 'PLOS Biology', los neurólogos argumentan qué es lo que ha podido suceder para que, finalmente, los ensayos con esos medicamentos se detuvieran y, excepto uno, adacanumab (que cuenta con una polémica aprobación de la FDA americana, pero no de la Agencia Europea del Medicamento), no hayan llegado a la fase de comercialización. Su conclusión es que “trasladar la ciencia preclínica de los fármacos antiamiloides a un claro beneficio clínico ha sido logísticamente difícil y plagado de errores”. Pero confían en que con los nuevos biomarcadores y técnicas de imagen se podrán escoger mejor a los participantes en los estudios y completarlos hasta el final.
Entre el deseo y la realidad
Eso es lo que creen (o quieren creer) los autores del artículo de 'PLOS Biology'. Pero ¿de verdad hay que pensar que pronto habrá medicamentos que ralenticen la EA? Alberto Rábano, neuropatólogo y director del banco de tejidos de la Fundación Cien, también piensa que se están produciendo cambios importantes en el estudio de fármacos contra los depósitos de beta amiloide. “Los nuevos ensayos, algunos de los cuales proporcionarán resultados clave en los próximos meses, se han basado en diferentes estrategias de diseño y selección de los anticuerpos utilizados, en nuevas vías de administración de los fármacos, en periodos de administración más prolongados y en una selección más precisa de los pacientes”, explica a El Confidencial.
De esto a pensar que en poco tiempo los fármacos estarán aprobados para su uso, hay un trecho. “Es imposible hacer una predicción precisa de este tipo, porque, aunque algunos fármacos demostraran alguna eficacia en los próximos meses, los procesos de aprobación por las correspondientes agencias (FDA y la Agencia Europea de Medicamentos) llevarían al menos uno o dos años adicionales”, indica Rábano. “Lo que podemos decir es que algo que hace tiempo podíamos esperar que tardara no menos de 10 años, en este momento podríamos estimar, con prudencia, que podría tardar menos de 5 años”.
Además de pronto, lo deseable es que los medicamentos estuvieran disponibles para todos los afectados, un anhelo que, siendo realistas, es difícil que sea real. En primer lugar, porque la prioridad no será igual para todos los enfermos. “Por lo que conocemos de la biología de la enfermedad y de sus fases de desarrollo, tal como las podemos estudiar en el cerebro post mortem, es esperable que los primeros beneficiarios de este tipo de fármacos serán los que ya han desarrollado lesiones iniciales de alzhéimer en su cerebro pero aún no han dado lugar a síntomas clínicos, o en los que el deterioro cognitivo es aún leve”.
Los pacientes con demencia ya instaurada tienen por delante muchos años de vida y necesitan nuevas generaciones de fármacos
Es decir, el mejor momento para tratar es antes de que la enfermedad se manifieste o nada más comenzar los síntomas. “Es, precisamente, el enorme desarrollo de la investigación en biomarcadores el que permitirá definir con precisión las características de la población en riesgo de desarrollar demencia que se pueda beneficiar de estos tratamientos”, concreta este responsable de la Fundación Cien.
Sin embargo, subraya, “pensando más a largo plazo, no debemos olvidar a los pacientes con demencia ya instaurada, que tienen por delante muchos años de vida en una situación de creciente dependencia y fragilidad, cuya calidad de vida sería esperable que pudiera mejorar también con nuevas generaciones de fármacos".
La población mundial envejece, y eso no es malo del todo; lo peor son las limitaciones, los problemas de salud y la dependencia que acarrea vivir hasta edades cada vez más avanzadas. Entre todas las enfermedades asociadas al envejecimiento, una de las más terribles es el alzhéimer, que golpea no solo a quien lo padece (un millón de personas solo en España), también a sus familiares y cuidadores. La Organización Mundial de la Salud estima que en el año 2030 habrá más de 56 millones de enfermos, y en 2050 superarán los 90 millones. Y lo peor: no hay ningún tratamiento que lo ataje, ni que retrase su aparición.