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El impresionante caso de los cerdos "resucitados"
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BAJO EL MICROSCOPIO

El impresionante caso de los cerdos "resucitados"

Un estudio de Yale demuestra la posibilidad de recuperar ciertas funciones de distintos órganos como el corazón, hígado o riñones en cerdos que habían permanecido en parada cardiaca durante un periodo de una hora

Foto: Médicos consiguen trasplantar un riñón de cerdo a un humano. (EFE/NYU Langone Health/Joe Carrotta)
Médicos consiguen trasplantar un riñón de cerdo a un humano. (EFE/NYU Langone Health/Joe Carrotta)

Antes de nada, dejar bien claro que ni ahora ni nunca la medicina ha podido 'resucitar' a persona o animal alguno, en su acepción de volver a la vida tras la muerte científicamente comprobada. Estamos hablando, y puede ser un avance científico muy importante, de recuperar una serie de órganos cierto tiempo después de que el corazón del animal se haya parado.

El pasado 3 de agosto, la revista 'Nature' –algo así como la 'biblia de la investigación biomédica'– publicaba un trabajo de la universidad norteamericana de Yale, en el que se demuestra la posibilidad de recuperar ciertas funciones de distintos órganos como el corazón, hígado o riñones en cerdos que habían permanecido en parada cardiaca durante un periodo de una hora, sin que durante ese tiempo hubiera llegado sangre ni oxígeno a ninguna parte del organismo. Los animales estaban lisa y llanamente muertos a todos los efectos pocos minutos después de que se les parara el corazón como consecuencia de la no llegada de oxígeno al cerebro y el daño irreversible del mismo.

El artículo atrajo la atención tanto del mundo científico como de la opinión pública en general, por sus enormes implicaciones potenciales de todo tipo, aunque todavía falte un tiempo para verse concretadas en la clínica. En la gran mayoría de los artículos de prensa del día siguiente se hablaba de “órganos resucitados” y en alguno se llegó a hablar de “Porkenstein”, un signo de que nos encontramos en la tenue frontera entre la vida y la muerte: algo extremadamente delicado.

Foto: Primer cerdo modificado genéticamente para estudio de trasplantes de animal a humano, en Corea del Sur. (EFE/Yonhap)

Desde que el mundo es mundo se asocia la muerte de una persona o un animal a la parada irreversible del corazón. Hoy sabemos que la vida radica en el sistema nervioso central, y efectivamente este muere en pocos minutos cuando, tras detenerse el corazón, deja de llegarle sangre y por tanto oxígeno, de no mediar maniobras de reanimación cardiopulmonar. Rápidamente comienzan a producirse alteraciones bioquímicas en las células privadas de oxígeno que se traducen en una serie de cambios funcionales con hinchazón, lesiones estructurales y finalmente su destrucción y muerte. Este proceso, que se produce a distinta velocidad según el órgano y el tipo de células que lo forman (los hay más y menos 'delicados'), es el motivo por el que solo alrededor del 2% de las personas fallecidas pueden finalmente ser donantes de órganos, ya que, si no se mantiene artificialmente la circulación y oxigenación a los distintos órganos mientras se dan los pasos necesarios para la donación, y siempre en un entorno hospitalario controlado, estos se deterioran en cuestión de minutos.

Dispositivos imprescindibles

Pues bien, lo que los investigadores norteamericanos han demostrado es que este proceso de destrucción celular producido tras una parada cardiaca y mantenido durante una hora puede ser detenido y en parte revertido mediante un dispositivo denominado OrganEx, básicamente un sistema de circulación extracorpórea que bombea al cuerpo del animal una sangre artificial diseñada por el grupo de Yale, que sirve de nutriente a las células y en el que el oxígeno es transportado por una hemoglobina sintética específica.

placeholder Prueba de trasplante de órgano de cerdo a humano. (EFE/NYU Langone Health/Joe Carrotta)
Prueba de trasplante de órgano de cerdo a humano. (EFE/NYU Langone Health/Joe Carrotta)

Un dispositivo similar con el nombre de BrainEx había sido utilizado ya por los mismos investigadores en 2019 en cerebros de cerdos muertos cuatro horas antes, para devolver la función a algunos grupos celulares del sistema nervioso del animal, aunque en ningún momento se recuperó la función del cerebro en su conjunto. La conclusión era obvia: se podría extender la experiencia a otros órganos susceptibles de ser trasplantados, adaptando el dispositivo, como de hecho se ha demostrado en este artículo. Unos órganos que con los procedimientos vigentes no habrían recuperado nunca la funcionalidad necesaria para ser trasplantados alcanzaron con esta metodología unas condiciones que permiten albergar esperanzas de que se pueda utilizar en la clínica para aumentar la cantidad y la calidad de órganos para trasplante.

Los propios autores lanzan un mensaje de prudencia en el sentido de que faltan muchas investigaciones antes de su aplicación en humanos, pero las puertas que se abren con lo hecho hasta ahora son realmente enormes y en más de un campo de la medicina. Lo más evidente es conseguir aumentar de manera significativa el número de donantes de órganos al aumentar de una forma importante el tiempo potencial transcurrido desde que se para el corazón hasta que se puede comenzar el proceso de la donación. Además, los datos cualitativos obtenidos con este método cuando se comparan con los métodos actuales de referencia son muy superiores, lo que indica que la calidad de los órganos a trasplantar sería también mucho mejor y, por tanto, también la supervivencia potencial de estos trasplantes.

Pero no quedan ahí las posibles aplicaciones de estos dispositivos: podrían contribuir a mejorar el pronóstico de órganos como el corazón o el cerebro tras sufrir un accidente vascular o un traumatismo, o mientras se les somete a procedimientos de cirugía, reduciendo al mínimo los posibles daños e incluso regenerando zonas dañadas. El procedimiento puede ser revolucionario en muchas situaciones médicas y quirúrgicas.

Y no solo eso: la constatación de que se puede recuperar la función de células seriamente dañadas, incluso del sistema nervioso central (insisto, no en su conjunto, que es lo que caracteriza la vida de un individuo) nos va a obligar a profundizar en el diagnóstico de muerte y probablemente a cambiar algunos de los esquemas actuales de acuerdo con los resultados que se obtengan en humanos. Nada va a ser igual cuando se desarrolle esta investigación y, como se ve, una vez más ciencia y bioética tienen que ir obligadamente de la mano.

Antes de nada, dejar bien claro que ni ahora ni nunca la medicina ha podido 'resucitar' a persona o animal alguno, en su acepción de volver a la vida tras la muerte científicamente comprobada. Estamos hablando, y puede ser un avance científico muy importante, de recuperar una serie de órganos cierto tiempo después de que el corazón del animal se haya parado.

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