Romeo y Julieta... y la diferencia de edad
Un universitario de 18 años en una relación con una madre soltera de 36. La ilusión de los primeros meses no compensa las dificultades y retos que conlleva la convivencia de pareja
Un adolescente de dieciocho años va a una fiesta con unos amigos y en medio de la fiesta conoce a una mujer de treinta y seis años, separada, que vive con una hija de diecisiete años y que está allí porque colabora en la organización de la fiesta. Al final de la misma, este chico se queda charlando con un grupo de jóvenes y esta mujer participa en el diálogo, que se prolonga hasta tarde; finalmente él se queda hablando con ella a solas y están así un par de horas. Ella le pide su teléfono y al día siguiente quedan para salir. Durante una serie de días salen y a las 4 o cinco semanas se van a vivir juntos.
Yo, como psiquiatra, entro en contacto con ellos porque la madre de este adolescente me llama por teléfono, necesita contarme lo que ha sucedido y me dice literalmente: “Él es hijo único y siempre ha sido un poco tímido, retraído, con pocos pero buenos amigos y como estudiante ha sido bueno. Quería estudiar Química, pero finalmente se ha decantado por Farmacia (está estudiando el primer curso). Está contento y le gustan las materias que va estudiando. Él no ha tenido novia ni hasta ahora había salido con ninguna chica y además nosotros le hemos dado una educación en valores religiosos, por eso no entendemos qué ha pasado y estamos hundidos”.
"Es como si ella tuviera dos caras, una amable y otra brutal… Estoy muy hundido, muy triste"
Él estudia en una ciudad distinta de donde viven sus padres. Estaba en un colegio mayor universitario, pero ahora vive con ella. Y continúan hablando sus padres: “Nosotros no podemos creer lo que ha pasado, no nos quiere coger el teléfono, se ha ido del colegio mayor, se ha llevado sus cosas a casa de ella. Queremos una conversación a fondo con él”.
Me van contando los padres la secuencia de los hechos; finalmente han ido a verle y han hablado con él y su mensaje es este: “Estoy enamorado, simplemente es eso. Ella es una mujer maravillosa y nunca había sentido nada así de especial; creo que lo que me ha pasado es la vida misma y el amor llega cuando menos lo esperas… Es mi oportunidad y vosotros como padres no lo entendéis”.
La madre ha necesitado tomar medicación para frenar la enorme ansiedad que siente y para frenar un fuerte insomnio. Ellos me piden unas normas de conducta para saber cómo deben tratar a su hijo pues, entre otras cosas, están desconcertados. Les digo que deben manifestarle su enorme disgusto, que están sufriendo mucho y cuando hablen con él por teléfono o él accede a verles, mostrarle sequedad y lo que realmente están sintiendo.
Les pido el correo electrónico de su hijo, me comunico con él y acepta hablar conmigo por teléfono. Le digo que venga a la consulta un día para charlar los dos sin más compromiso. Acepta y estas son sus palabras: “Yo vengo a verle, pero le tengo que decir que yo no necesito un psiquiatra porque me encuentro muy bien, bueno, estoy mejor que nunca. Yo no sé por qué mis padres han reaccionado así, porque lo más bonito de esta vida es el amor y ella es una mujer que ha cambiado mi vida, soy otro, incluso mis compañeros de clase me dicen que ahora soy más abierto, que me comunico mejor y que me ven feliz”. Yo le digo: “Lo que llama la atención es la diferencia de edad, ella te lleva dieciocho años, lo cual es mucha diferencia, pues tú eres un adolescente; y la segunda, que te has ido a vivir con ella al mes y pico de conocerla…Tienes que saber que la vida conyugal (en sus distintas fórmulas actuales) necesita una preparación y un conocimiento de lo que significa en el fondo y que, probablemente, la decisión más importante de tu vida la tomas a las cinco o seis semanas de conocerla y pasas de estar soltero a estar llevando una vida en pareja. ¿No te parece que es una decisión sorprendente?”.
Me responde así: “Yo no sé si es sorprendente o no, lo único que digo es que yo estoy enamorado y que esa mujer me ha llenado la vida de alegría, he descubierto con ella la sexualidad, me ha enseñado mucho en ese campo y estoy feliz, contento, pletórico y me da pena que mis padres no lo entiendan. Doctor Rojas, yo le diría lo siguiente: lo importante es ser feliz, esa es la meta de la vida, y yo lo estoy”.
Durante los meses siguientes seguí viendo a sus padres en consulta y me iban contando las relaciones telefónicas con su hijo. Pasado un tiempo me dicen ellos: “Doctor Rojas, ¿cuál es el pronóstico de esta situación? Usted tiene experiencia en casos más o menos similares… Nuestro hijo está perdido, ha dejado de ir a clase en la universidad y dice que estudia en la casa de esta mujer”.
Mi respuesta fue esta: “Es un poco difícil dar un pronóstico, pues el tema depende de muchos factores. Él es un adolescente y ella una mujer madura en edad, y todos sabemos que una de las cosas más complejas en esta vida es la convivencia porque es una auténtica prueba de fuego”.
Durante muchos meses no tuve noticias de los padres, ni de su hijo. A los quince meses del inicio de la relación me llaman los padres para contarme que su hijo les ha llamado por teléfono explicándoles que ella le ha echado de la casa, que si la convivencia se hace insoportable y no sabe dónde quedarse a dormir.
A los pocos días vienen los padres a la consulta, con su hijo, que me hacen un resumen de lo sucedido. Luego hablo con él y me dice: “Todo ha sido como un sueño maravilloso, pero yo no sabía que era tan difícil vivir con una persona, ella se quejaba de que yo no colaboraba en casa, que no aportaba dinero, he tenido algún choque fuerte con su hija (que vive con nosotros) y ella me ha llegado a insultar y me ha dicho cosas muy duras… Estoy muy confundido y afectado. Me he ido a vivir con unos compañeros de la universidad, que me están ayudando”.
Le pregunto: “¿Sigues enamorado de ella?”. Y me responde: “No, me he desinflado por lo dura que ha estado conmigo. Es como si ella tuviera dos caras, una amable y otra brutal. Estoy muy hundido, muy triste. Todo lo que me ha pasado con ella últimamente es muy triste”.
Empezamos con un programa de conducta y le termino diciendo: “Vas a empezar de nuevo, poco a poco. Pero tienes que saber que tú tienes una inmadurez sentimental evidente y rotunda; no has sabido gestionar tu vida afectiva y te has dejado llevar por esos impulsos. La vida en pareja, matrimonio o relación conyugal requiere mucha preparación para que funcione bien”.
Si sabemos aportar a nuestra vida, y a la de nuestros hijos, un componente de educación sentimental apropiada, el camino hacia una plenitud sentimental resultará mucho más sencillo de recorrer.
La elección afectiva es la clave de muchos éxitos y fracasos en la vida.
Un adolescente de dieciocho años va a una fiesta con unos amigos y en medio de la fiesta conoce a una mujer de treinta y seis años, separada, que vive con una hija de diecisiete años y que está allí porque colabora en la organización de la fiesta. Al final de la misma, este chico se queda charlando con un grupo de jóvenes y esta mujer participa en el diálogo, que se prolonga hasta tarde; finalmente él se queda hablando con ella a solas y están así un par de horas. Ella le pide su teléfono y al día siguiente quedan para salir. Durante una serie de días salen y a las 4 o cinco semanas se van a vivir juntos.