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Un viejo fármaco de dos euros reduce las secuelas cerebrales del ictus
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Un betabloqueante

Un viejo fármaco de dos euros reduce las secuelas cerebrales del ictus

Un equipo de científicos españoles ha comprobado que dar metoprolol, un medicamento para la hipertensión arterial y las arritmias, en las fases iniciales de un ataque cerebrovascular disminuye la muerte de neuronas y el daño cerebral

Foto: El equipo que ha estudiado el efecto del metropolol. (CNIC)
El equipo que ha estudiado el efecto del metropolol. (CNIC)

El ictus es una enfermedad cerebrovascular devastadora. El 40% de quienes sufren un ictus fallece, y el 33% de los que sobreviven quedan con secuelas permanentes. Es la primera causa de discapacidad adquirida en el adulto y la segunda de demencia, indica el Atlas del Ictus en España. Y aunque el 80% de los casos se pueden evitar, a menudo sucede en personas aparentemente sanas. El pronóstico cambia radicalmente dependiendo de la rapidez con la que se reciba atención sanitaria.

A menudo, los médicos buscan desesperadamente nuevas terapias que permitan minimizar el impacto del ataque, pero puede pasar que la más eficaz sea un ‘viejo conocido’ pensado para otras enfermedades. Eso es lo que ha comprobado un equipo de científicos españoles, que ha encontrado que un medicamento empleado desde hace 40 años para tratar la hipertensión y las arritmias cardiacas reduce las secuelas cerebrales después de un ictus. Además, el coste del fármaco es de unos dos euros.

Foto: Foto: Istock.

El ictus isquémico es el más habitual y se produce cuando se obstruyen las arterias cerebrales, con lo que la sangre no llega al cerebro. Actualmente, existen pocas alternativas terapéuticas para tratar sus consecuencias. Una de las más graves es la muerte de las neuronas provocada por la falta de oxígeno o por la inflamación cerebral que ocurre después de la reapertura de la arteria obstruida.

De animales a los humanos

Para el trabajo, que se ha publicado en el 'Bristish Journal of Pharmacology', investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz (FJD) y del CIBER de Enfermedades Cardiovasculares (CIBERCV) han estudiado el efecto neuroprotector del metoprolol -un betabloqueante de uso habitual- en ratas a las que se les provocó un ictus. Durante el ataque cerebral, los animales recibieron metoprolol intravenoso y mostraron una menor inflamación cerebral y menos muerte neuronal que, a largo plazo, se tradujo en una mejoría en las capacidades neuromotoras.

Los autores admiten que todavía es prematuro vaticinar si la estrategia tendrá el mismo efecto en personas, pero “este tipo de estudios abre la puerta a poder investigar en ensayos clínicos la utilidad de metoprolol en pacientes con ictus cerebral isquémico, algo que podría ayudar a evitar las secuelas neurológicas de los supervivientes”, destaca Borja Ibáñez, director del departamento de Investigación Clínica del CNIC, cardiólogo de la FJD y jefe de grupo en el CIBERCV.

La intención de estos investigadores es “seguir colaborando con grupos de neurólogos especializados en ictus para testar primero si la administración de este tratamiento es seguro en este tipo de pacientes y, segundo, si además resulta eficaz y capaz de prevenir el daño, tal y como ha demostrado serlo en otras patologías”, explica el científico a El Confidencial.

Corazón, covid y ¿ahora cerebro?

El grupo liderado por Ibáñez lleva más de una década estudiando las propiedades del metoprolol. Primero demostraron que era beneficioso en pacientes que estaban sufriendo un infarto de corazón, pero el momento ‘eureka’ se produjo cuando descubrieron el mecanismo por el que el betabloqueante protegía el corazón durante un infarto: la inhibición de la inflamación exacerbada mediada por los neutrófilos (un tipo de células del sistema inmune).

Este hallazgo fue el punto de partida para nuevos estudios. “Cuando descubrimos el mecanismo de acción, pensamos que se podía aplicar a otras patologías, donde la hiperactivación de los neutrófilos juega un papel relevante”, añade Ibáñez.

placeholder Médicos de la UVI del Hospital Universitario de Canarias atienden a un paciente infectado por covid-19. (EFE/Ramón de la Rocha)
Médicos de la UVI del Hospital Universitario de Canarias atienden a un paciente infectado por covid-19. (EFE/Ramón de la Rocha)

Siguiendo esta pista, los investigadores del CNIC han demostrado también que el metoprolol disminuye la inflamación exacerbada en los pulmones de pacientes con covid-19 severo. “El metoprolol, además de bloquear la hiperactivación de neutrófilos proinflamatorios, parece tener la capacidad de favorecer selectivamente la actividad reparadora de los neutrófilos ‘antiinflamatorios’, lo que se traduce en una mejoría de la zona afectada”, explica Agustín Clemente-Moragón, investigador en el CNIC y co primer firmante del trabajo.

El momento perfecto

Este argumento lleva a pensar que el mejor momento de administrar metoprolol es al inicio del ictus, una idea que confirma Clemente-Moragón: “Si nos basamos en los ensayos clínicos que hemos realizado en pacientes con infartos, cuanto antes se administre, mejor. Por lo tanto, todo indica que el mejor momento es nada más entrar el paciente en la ambulancia, antes de que se proceda a reperfundir la arteria obstruida”. Pero, vuelve a insistir, “esto se debería demostrar antes en pacientes con ictus”.

No se puede predecir qué aspecto del ictus mejorará con la terapia, pero las investigaciones apuntan a que el área afectada será menor

A pesar de la prudencia que manifiestan los autores, los interrogantes que abre esta prometedora vía terapéutica son múltiples. Una cuestión es si el tratamiento sería solo para la fase aguda o habría que mantenerlo de forma crónica. Eduardo Oliver, otro de los primeros firmantes del nuevo estudio, matiza que “de momento, solo para la fase aguda”.

Y en cuanto a qué manifestaciones del ictus mejoraría la terapia, Oliver considera que “es pronto para poder decirlo, puesto que va a depender de múltiples factores como el tipo de arteria obstruida durante el ictus o la zona del cerebro afectada. Lo que apuntan los resultados que hemos obtenido en las ratas es que el área afectada sería menor y, por lo tanto, las consecuencias del ictus serían proporcionalmente menores, pero no podemos predecir si esto sucederá así en los pacientes ni en qué aspecto será más o menos beneficioso.

Foto: Foto: iStock.

Para la investigación se han realizado estudios de imagen cerebral muy sofisticados, liderados por el catedrático Manuel Desco, director de la Unidad de Imagen Avanzada del CNIC y jefe de grupo en el Instituto de Investigaciones Sanitarias Gregorio Marañón.

Como explica Valentín Fuster, director general de CNIC, y también investigador de este estudio, “este trabajo ejemplifica un nuevo paradigma perseguido en el centro: estudiar el impacto de la enfermedad cardiovascular y sus factores de riesgo en otros órganos como el cerebro”.

El ictus es una enfermedad cerebrovascular devastadora. El 40% de quienes sufren un ictus fallece, y el 33% de los que sobreviven quedan con secuelas permanentes. Es la primera causa de discapacidad adquirida en el adulto y la segunda de demencia, indica el Atlas del Ictus en España. Y aunque el 80% de los casos se pueden evitar, a menudo sucede en personas aparentemente sanas. El pronóstico cambia radicalmente dependiendo de la rapidez con la que se reciba atención sanitaria.

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