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La española que investiga la epidemia que debería recibir los mismos fondos que el cáncer
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Entrevista a Ana Martínez Gil

La española que investiga la epidemia que debería recibir los mismos fondos que el cáncer

Especializada en química médica, lleva 35 años buscando moléculas para atajar patologías neurodegenerativas. Tiene patentes para ELA y alzhéimer, un trabajo por el que ha recibido varios premios. Aspira a ver uno de sus fármacos en la clínica

Foto: La investigadora Ana Martínez posa para la entrevista con El Confidencial en el Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC. (Ana Beltrán)
La investigadora Ana Martínez posa para la entrevista con El Confidencial en el Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC. (Ana Beltrán)

Ana Martínez Gil (Madrid 1961) iba para bioquímica, pero un ‘muy buen’ profesor de Química Orgánica viró el rumbo que se había fijado cuando comenzó la carrera de Ciencias Químicas en la Universidad Complutense de Madrid. La ciencia nunca sabrá si Alfredo Pérez Rubalcaba (ese era el profesor) privó a la bioquímica de un referente, pero a cambio existe la confirmación de que la especialización en química orgánica ha llevado a Martínez a desarrollar una carrera investigadora, de más de 35 años, centrada en el sistema nervioso, concretamente en algunas de sus enfermedades para las que no existe tratamiento... por ahora, porque algunas de las moléculas desarrolladas por su equipo ya se están ensayando.

Las más de tres décadas dedicadas a la investigación no han impedido a Ana Martínez formar una familia numerosa, dirigir una compañía farmacéutica, ser profesora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), crear su propia empresa y conservar el entusiasmo para seguir al frente de su equipo del grupo de Química Médica y Biológica Traslacional del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB Margarita Salas). Hace unas semanas recibió el Premio Nacional de Investigación Juan de la Cierva, en el área de transferencia de tecnología, que se suma al otorgado hace unos meses por la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM) a la mejor invención protegida (patente) relacionada con la esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Ahora su ilusión es que “llegue al paciente alguno de los proyectos en los que he trabajado”.

placeholder Un investigador del Centro de investigaciones Biológicas del CSIC toma muestras en el laboratorio. (A. B.)
Un investigador del Centro de investigaciones Biológicas del CSIC toma muestras en el laboratorio. (A. B.)

PREGUNTA. Mujer y ciencia es un tema recurrente en los últimos años: techo de cristal, desarrollo personal y profesional, etc. ¿Cómo ha vivido usted estos condicionantes a lo largo de su carrera?

RESPUESTA. Mujer y ciencia es un tema que da mucho que hablar y genera muchos comités y planes de género. En el Instituto de Química Médica del Consejo, donde empecé, teníamos varones, pero muchos, que al terminar su tesis doctoral pasaban a la industria farmacéutica mientras que las mujeres se quedaban.

Yo, personalmente, no he sentido ese techo, porque en todo este tiempo también he pasado por la industria (estuve 8 años al frente de Neuropharma, del grupo Zeltia) y la docencia, y cuando salimos a congresos en el extranjero, hay más investigadoras españolas -también italianas- que de otros países europeos. A nivel internacional, quizá las mediterráneas tenemos más oportunidades de llegar a este mundo que las nórdicas, para las que todavía el asunto es más complicado.

"La revolución social será cuando no se pongan peros a que un hombre coja una reducción de jornada o una excedencia por cuidado familiar"

P. ¿Por qué?

R. Creo que es porque todavía faltan muchas ayudas para la conciliación familiar. Además del trabajo, también tenemos una familia, y alguien -los varones y las mujeres- tiene que meter en su ecuación profesional el término familia. Hay familias que se alternan y otras que no. Tradicionalmente, la mujer tiene una parte muy importante en esa ecuación y, sobre todo, en los momentos en que los hijos son más pequeños y es muy difícil evitar y cambiar ese papel de madre, lo que puede llevar a perder algunas actividades y suponer una limitación.

Yo no lo he vivido; he tenido mis hijos durante mi desarrollo profesional y eso me ha hecho ser muy creativa y buscar alternativas y actividades que fueran compatibles con poder llevar a mi familia adelante. Pero una familia se crea entre dos, y es fundamental tener un marido dispuesto a intercambiar los roles en determinados momentos. Poder se puede.

placeholder Una investigadora trabajando en el laboratorio de Ana Martínez. (A. B.)
Una investigadora trabajando en el laboratorio de Ana Martínez. (A. B.)

P. ¿Cómo ve el tema de la paridad por ley?

R. El repartir las cosas por ley, en principio, no me gusta. Mi juventud se vivió cuando en España nacía la democracia, y poner este asunto por ley, en mi opinión, no es lo mejor.

Hemos avanzado al haber demostrado que la incorporación de la mujer al mundo laboral es positivo, porque flexibiliza las industrias y los proyectos, aporta humanidad en los equipos de trabajo, pero la verdadera revolución social será cuando el varón se integre realmente en la familia, y no se pongan peros a que un hombre pueda coger una reducción de jornada o una excedencia por cuidado familiar. Esto, aún, no se ve siempre con buenos ojos.

P. Quizá estas reticencias se den más en la empresa privada que en la pública. Usted ha pasado por las dos. ¿Ha visto diferencias en cuanto a condiciones sociales, familiares o de conciliación?

R. Realmente no. No sé si es porque he tenido la suerte de que, en la empresa, las leyes de conciliación las ponía yo junto con el presidente, y todos, varones y mujeres, estábamos bien. Era un equipo de 65 personas y no hubo problemas.

Las leyes son para todos, y acogerse a una ley de familia y pedir una reducción de jornada o una excedencia por cuidado de hijos lo puede hacer cualquier hombre o mujer que esté en la administración. Al final, lo que necesitan nuestros hijos, los futuros ciudadanos del país, es que sean cuidados y atendidos por unos padres en un entorno familiar.

placeholder Ana Martínez, durante la entrevista con El Confidencial. (A. B.)
Ana Martínez, durante la entrevista con El Confidencial. (A. B.)

P. Usted pasó a la empresa privada después de 25 años en el CSIC. ¿Qué le llevó a dar ese salto?

R. Realmente yo me moví por transferencia de tecnología. Neuropharma se creó porque licenciaron un par de patentes del CSIC, una venía de mi laboratorio (Tideglusib) para el alzhéimer y otra, relativa a un modelo animal, de un laboratorio diferente al CSIC. Esa empresa era, en realidad, una startup que se constituyó con nuestra investigación.

Cuando decidieron montar laboratorios y empezar a contratar personal me ofrecieron la posibilidad de unirme. Era una propuesta de las que te hacen cuando estás en mitad de una comida riquísima, y lo que haces es comerte las uñas y dejar la merluza, porque sabes que no puedes decir que no, pero que te va a cambiar sustancialmente tu vida.

Foto: Ana Martínez. (CSIC)

Fue una decisión en la que, obviamente, estuve muy de acuerdo con mi marido y vimos cómo podíamos organizar el entorno familiar, y una vez que lo conseguimos, me cambié y estuve encantada de estar allí. Es de las cosas mejores que he podido hacer porque en los 7 años que estuve en la compañía tuve la oportunidad de verla crecer, tener de todo, unos laboratorios preciosos y hasta 65 personas investigando, y llevar a ensayo clínico dos de los compuestos de nuestra investigación, y eso ha supuesto para mí algo muy importante.

Epidemia de neurodegeneración

P. Finalmente, la crisis de 2012 se llevó la empresa por delante y regresó a su trabajo de investigadora en el CSIC…

R. Sí, regresé a mi laboratorio para seguir fomentando proyectos de investigación y tener nuevos resultados. Hemos hecho muchas cosas con compañias farmacéuticas y, junto a mi compañera Carmen Gil, en 2014 fundamos nuestra propia spin off, Ankar Pharma, que quiere ser un puente entre el laboratorio y la clínica; es decir, quiere hacer los desarrollos regulatorios, todas esas tareas que faltan desde que hay una publicación que dice que un compuesto es muy bueno y que cambia todo en un modelo animal hasta que realmente podemos empezar a mirar si es seguro en los seres humanos.

P. Con la extinción de Neuropharma, Tideglusib pasó a otra compañía y ahora la FDA americana ha aprobado un ensayo en fase 3 para distrofia miotónica congénita. ¿Qué se siente cuando otra compañía pone los ojos en un hijo tuyo? Pequeñas compañías biotecnológicas están haciendo los desarrollos y las grandes dan el último empujón. ¿Es un orgullo o da un punto de rabia que otro se apunte el tanto?

R. Es una mezcla de todo. Pero uno se siente bien. De momento, nuestras moléculas todavía están en manos de pequeñas compañías, pero que acabarán vendiéndolas para que una grande las comercialice. Pero lo que está claro es que el desarrollo clínico necesita una inversión multimillonaria que solamente las grandes multinanacionales son capaces de hacer. Ensayos clínicos más pequeños y reducidos para enfermedades raras pueden estar hechos por biotech más pequeñas, pero si realmente están viendo una implicación muy relevante, donde haya que reclutar a cientos de pacientes, tiene que hacerlo una farmacéutica grande, y que esté en manos de una farma grande significa que tu molecula es un gigante.

placeholder Matraces del laboratorio del Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC.
Matraces del laboratorio del Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC.

P. ¿Siempre ha estado relacionada con la investigación del SN?

R. Sí. Desde el año 1996, cuando formé mi propio grupo de investigación y empecé en alzhéimer, y fui ampliando a otras patologías neurodegenerativas, como el párkinson, la esclerosis múltiple y ahora estoy muy focalizada en la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).

"Las enfermedades neurológicas son la epidemia que tenemos ahora, porque vivimos muchos años, y el mayor factor de riesgo es cumplir años"

Me he centrado en el SN por varios motivos. Primero, supone un reto profesional y técnico muy importante, porque el cerebro, y más concretamente la terapéutica, está muy poco estudiado. Hay muy pocos modelos animales que realmente recapitulen la patología humana (no nos parecemos ni a una rata ni a una mosca o un gusano). Técnicamente, tiene el problema de que hay que desarrollar moléculas solubles en agua para que sean administradas por vía oral y, a su vez, capaces de atravesar la barrera hematoencefálica, que es muy rica en grasas, con lo cual también tienen que ser miscibles en aceite. Sabiendo que el agua y el aceite no se mezclan, es facil ver que técnicamente supone un reto importante.

Foto: Un paciente de alzhéimer. (Reuters)

Realmente las enfermedades neurológicas son la epidemia que tenemos ahora en el siglo XXI, porque vivimos muchos años, y el mayor factor de riesgo para padecer estas patologías es cumplir años. La enfermedad de Alzheimer está afectando a entre el 30 y el 50% de los mayores de 85 años, y la esperanza de vida está ahí... Creo que es muy importante que encontremos un freno para esta patología que nos aleja del entorno.

Actualmente, además de reposicionar Tideglusib para ELA, hemos desarrollado moléculas muy innovadoras, que modulan una proteína relevante en la enfemedad y que gracias a Ankar Pharma está siguiendo su camino para poder iniciar la fase 1 y de ahí saltar hacia donde sea necesario.

placeholder La investigadora Ana Martínez posa para El Confidencial durante la entrevista en el Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC. (A. B.)
La investigadora Ana Martínez posa para El Confidencial durante la entrevista en el Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC. (A. B.)

P. ¿Las nuevas tecnologías han acelerado el desarrollo de nuevos fármacos? Antes se hablaba de plazos de hasta 15 y 20 años…

R. De 15 a 20 hemos pasado a de 10 a 15, pero el proceso sigue siendo bastante largo y costoso. De cada 5.000 moléculas que se hacen en el laboratorio, solo una va a llegar a la farmacia, pero hay que seguir ahí. Es un deporte de riesgo y a mí me gusta arriesgar en la vida, porque si no se hace, poco se saca.

El control del alzhéimer

P. Entre ELA y alzhéimer, ¿por cuál siente más afinidad?

R. En estos momentos tengo que decir que por la ELA, pero también tengo que decir que estamos encontrando unas similitudes en las proteinopatías –las proteínas que están aberrantes en las enfermedades– en ambas patologías. No sé si acabaremos cerrando el círculo. Pero sí, ahora estamos muy focalizados en la ELA.

P. Un estudio reciente cuestionaba la etiopatogenia de la enfermedad de Alzheimer de los depósitos de beta amiloide y proteína tau. Mi impresión es que a medida que se sabe más, la madeja se va enrollando más…

R. Creo que hay que tener esperanza en la ciencia, y en ciencia es así: cuanto más se sabe sobre algo, más cuenta te das de lo mucho que falta por conocer. Nos falta mucho conocimiento, pero ahora sabemos mucho más del alzhéimer, y se están cuestionando cosas como si realmente se ha hecho una correcta selección de los pacientes en los ensayos clínicos (si realmente tenía una EA o un proceso cognitivo compatible con este, pero que realmente no lo era).

Estoy convencida de que con todo lo que se sabe de la EA se va a llegar a controlar, probablemente a prevenir cuando aún no hay sintomatología clínica, pero nuestro cerebro está empezando a fallar. Lo que nos falta es saberlo detectar.

"Lo que yo quiero es que se destine a las enfermedades neurodegenerativas tantos recursos y esfuerzos como para el cáncer"

Igual que hace unos años no se miraba como ahora el colesterol en la juventud por su riesgo para tener enfermedades cardiovasculares antes de los 50 años, estoy segura de que todos estos estudios sobre el alzhéimer conducirán a ese biomarcador en sangre que, en un análisis rutinario, permita poner un tratamiento o unos hábitos de vida que sirvan para prevenir la neurotoxicidad prolongada que, junto con los años, acabará desencadenando una enfermedad neurodegenerativa.

P. En el cáncer se ha avanzado mucho en todos estos aspectos: biomarcadores, síntomas, etc, y cada vez hay más supervivencia y más personas que viven con cáncer. ¿Le da envidia?

R. No, lo que yo quiero es que se destine a las enfermedades neurodegenerativas tantos recursos y esfuerzos como para el cáncer. Al ser humano hay que curarle las enfermedades que tiene y, sin duda, el cáncer aumenta más a medida que vivimos más.

Un sueño por cumplir

P. Todavía le quedan años por delante, pero se va acercando a la edad de jubilación. No quisiera jubilarse sin hacer...

R. Mi sueño, como el de cualquier químico médico, es ver en la práctica clínica algo en lo que hayamos trabajado y mejorar la calidad de vida de un paciente o de una familia.

Todavía me quedan 8 o 9 años de estar en activo, y tal vez en ese tiempo pueda llegar a ver ese sueño cumplido. Y si puedo, porque todavía sigo siendo útil y aportando valor a mi grupo, pues aquí seguiré intentando contribuir a la sociedad lo mejor que pueda.

placeholder Un científico del grupo de química médica del CIB. (A. B.)
Un científico del grupo de química médica del CIB. (A. B.)

P. Como decía Margarita Salas, ‘me moriré con la bata puesta’…

R. (risas) ¡No lo sé! Tengo muchísimas cosas que hacer fuera del laboratorio, pero como las hago a diario, si sigo añadiendo valor a mi grupo y no soy una carga, estaré encantada de seguir.

P. Lo mejor y lo peor de su carrera...

R. Lo mejor, el trato con las personas, con los estudiantes, con los pacientes y aprender cada día.

Lo peor, sin duda, la burocracia excesiva en la que estamos envueltos, sobre todo a nivel de investigación pública, y la falta de recursos…

P. ¿Tendría que haber más implicación del sector privado en la investigación?

R. Creo que sí. Debería haber muchos más acuerdos públicos y privados para ir de la mano. Se está avanzando, y yo tengo muchos proyectos mixtos, pero sí, hay que ir avanzando. Nos cuesta mucho.

P. En épocas de crisis siempre se recorta en el presupuesto de ciencia…

R. Menos en esta crisis sanitaria que acabamos de tener, en la que donde más se ha puesto ha sido en la ciencia y los científicos creo que hemos respondido... Espero que esto sirva para que la población y los gobiernos sepan que si se invierte en ciencia, los resultados están ahí. En España, la investigación es muy buena, lo que hay es muy poca inversión.

Ana Martínez Gil (Madrid 1961) iba para bioquímica, pero un ‘muy buen’ profesor de Química Orgánica viró el rumbo que se había fijado cuando comenzó la carrera de Ciencias Químicas en la Universidad Complutense de Madrid. La ciencia nunca sabrá si Alfredo Pérez Rubalcaba (ese era el profesor) privó a la bioquímica de un referente, pero a cambio existe la confirmación de que la especialización en química orgánica ha llevado a Martínez a desarrollar una carrera investigadora, de más de 35 años, centrada en el sistema nervioso, concretamente en algunas de sus enfermedades para las que no existe tratamiento... por ahora, porque algunas de las moléculas desarrolladas por su equipo ya se están ensayando.

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