Confirmada la íntima relación entre tu microbiota y la depresión
Tener una amplia y variada colonia de microorganismos en el intestino no va a impedir que tengas una depresión, pero sí puede mejorar (y mucho) tu salud cerebral y psicológica
Una vez más, la medicina pone el foco de la investigación en la colonia de microorganismos que habitan en nuestro aparato digestivo, y especialmente, en el intestino, para explicar algunas de las patologías que afectan a las personas. En esta ocasión, el hallazgo se ha hecho público a través de dos estudios publicados en la revista Nature Communications. Sus autores han encontrado características específicas en la microbiota de individuos con depresión, un trastorno que, según Fundamed es diagnosticado a casi tres millones de personas, lo que la convierte en la enfermedad mental más prevalente en nuestro país.
¿Cómo influyen las bacterias en la salud emocional?
A priori, cuesta ver la relación que vincula a los microorganismos que viven en el intestino con un cuadro depresivo o cualquier otra patología de carácter mental. Para entenderlo, la doctora Sari Arponen, doctora en Ciencias biomédicas por la Universidad Complutense de Madrid y experta en microbiota, nos recuerda que, hay que tener en cuenta que la salud cerebral y psicológica tiene un origen multifactorial, y no siempre es fácil señalar el desencadenante de una depresión.
"No debemos caer en el error de la dicotomía de 'esta bacteria es la que produce depresión'. Se debería tratar al ser humano como un verdadero 'superorganismo' con estrategias integrales de estilo de vida, donde la microbioterapia será una herramienta más", apunta la experta, quien advierte que "de poco nos sirve dar, por ejemplo, un probiótico concreto como medida única, si la persona no mejora su alimentación, no soluciona las causas de su estrés crónico, no hace ejercicio y no duerme bien. La salud debe ser enfocada con un abordaje de 360º".
Alimentos sin código de barras
Dentro de esas estrategias integrales a las que hace referencia Arponen, enfocadas para alcanzar y mantener el equilibrio mental, los dos pilares fundamentales son: la alimentación y la actividad física, sin perder de vista, la importancia de nuestro estado de ánimo, que también es capaz de alterar la composición de la microbiota.
En cuanto a los alimentos que velan por nuestra salud cerebral y psicológica, la doctora aconseja escoger siempre "por los reales, de mercado o de proximidad, excluir los ultraprocesados y, por supuesto, el alcohol". "Si tuviera que decir algún 'superalimento', me decantaría quizá por el aceite de oliva, la manzana, las sardinas, las setas, los frutos del bosque (especialmente el arándano azul), las coles, la cebolla y su familia, los frutos secos, el chocolate negro, el té verde… Lo cierto es que si examinamos los alimentos de verdad de nuestro entorno, encontraremos que muchos de ellos pueden ser considerados 'superalimentos'", asegura.
Bueno para el organismo, bueno para la microbiota
La otra pata sobre la que se sustenta el equilibrio de la microbiota y, en consecuencia, también de nuestro bienestar emocional, tiene que ver con el estilo de vida. "Es importante evitar el sedentarismo y practicar ejercicio, idealmente en la naturaleza, en ambientes verdes (bosques, campo, montaña) y azules (cerca del mar, lagos, arroyos)", remarca Arponen. Y añade: "Es crucial respetar los ritmos de luz y oscuridad y pasar tiempo fuera con la luz natural, así como no excedernos con la artificial por la noche y descansar cuando toca. Por supuesto, también debemos cuidar de nuestra salud oral, porque en la boca también hay microbiota y tragamos esos microorganismos que luego llegan al intestino".
Una microbiota dañada no puede recuperarse si no cambiamos lo que altera su composición
En el otro lado de la balanza, encontramos los factores que alteran la microbiota y, en última instancia, perjudican nuestra salud intestinal y cerebral. Nos referimos especialmente a una alimentación inadecuada en la que "predominan los productos ultraprocesados, pero también muchos fármacos", señala la experta. Además, "la falta de contacto con la naturaleza, la contaminación, el sedentarismo, o incluso, nuestro estado de ánimo", también interfieren en composición y estado de las cepas bacterianas.
Restablecer la microbiota como terapia
"Una microbiota sana es aquella que cumple con las funciones que necesita nuestro cuerpo para estar sanos", define Arponen. Sin embargo, también aclara que "todavía no hay descrita una composición exacta para esa microbiota sana, aunque, si de bacterias hablamos, hay especies más beneficiosas que otras".
Una vez definido el objetivo, es decir, acercarnos a la microbiota primigenia, ¿qué podemos hacer para alcanzarlo? ¿O tal vez se recupera el equilibrio por sí solo? Arponen responde que "a menos que cambiemos aquello que altera la microbiota, si tenemos un estilo de vida que favorece su alteración, no la vamos a restablecer".
Para ese retorno a la salud intestinal, la experta defiende con rotundidad llevar una dieta equilibrada, carente de productos ultraprocesados y unos hábitos de vida saludable. Pero también hay quien recomienda la ingesta de suplementos de prebióticos y probióticos, como medida complementaria para acelerar el proceso. Un consejo que Arponen comparte con cierta cautela, ya que, aunque no desaprueba su consumo, sí insiste en la importancia de que "sea un profesional de la salud actualizado y formado en microbioterapia quien aconseje estos suplementos, si los necesitamos. Y digo eso, no porque nos vayan a hacer daño, sino porque de esa manera optimizaremos los resultados y amortizaremos mejor la inversión dedicada a ellos".
Eje intestino-cerebro: ¿una carretera de doble dirección?
La alimentación y los hábitos de vida condicionan el tipo de colonización de nuestra microbiota, creando un puente que comunica el intestino con el cerebro. Ahora bien, ¿es esta pasarela un camino de doble dirección? ¿Es posible afirmar que la influencia entre ambos órganos es mutua? Según la experta, así es. "Las bacterias intestinales fabrican sustancias que pueden modular el funcionamiento cerebral o la producción de neurotransmisores. Incluso, pueden sintetizar neurotransmisores, pero muchos de ellos no llegan al cerebro directamente, aunque sí pueden regular, por ejemplo, el funcionamiento del nervio vago, que es el nervio del sistema nervioso parasimpático". Además, "el sistema inmunitario -continúa- recibe señalización tanto del cerebro como del intestino, y esa señalización, a su vez, llega a cada uno de estos órganos".
Una vez más, la medicina pone el foco de la investigación en la colonia de microorganismos que habitan en nuestro aparato digestivo, y especialmente, en el intestino, para explicar algunas de las patologías que afectan a las personas. En esta ocasión, el hallazgo se ha hecho público a través de dos estudios publicados en la revista Nature Communications. Sus autores han encontrado características específicas en la microbiota de individuos con depresión, un trastorno que, según Fundamed es diagnosticado a casi tres millones de personas, lo que la convierte en la enfermedad mental más prevalente en nuestro país.