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Los diferentes tipos de obsesiones: de las lógicas a las irracionales
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Los diferentes tipos de obsesiones: de las lógicas a las irracionales

Se pueden clasificar de muchas maneras, como por ejemplo: según el comienzo, la forma, el contenido, el número, por las compulsiones más frecuentes o en función de las manifestaciones

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En el lenguaje corriente, hablamos de las obsesiones como algo normal y corresponde a aquellas preocupaciones más importantes que en un momento determinado de la vida están en primer plano: “Estoy obsesionado con el examen que tengo en unos días”; “no consigo quitarme de la cabeza a esta chica”… Esto significa que el foco de interés en ese momento está centrado ahí, pero es completamente lógico, ya que son intereses fuertes para la persona.

En psiquiatría hablamos de las obsesiones patológicas, que son las que atrapan, hacen sufrir extraordinariamente y carecen de lógica: son ideas absurdas, falsas, ilógicas, que pueden aparecer también como pensamientos, imágenes o impulsos persistentes que el sujeto reconoce como carentes de sentido, y lucha una y otra vez contra ellas, pero no puede dominarlas. El individuo trata de rechazarlas, pero estas superan sus fuerzas y le invaden poco a poco. De ahí que también se le haya dado el nombre de pensamiento prisión o pensamiento tiránico, por su carácter de reclusión; el individuo se ve forzado y cautivo, encerrado en esas mallas de ideas e imágenes que llegan a instalarse fanáticamente, de modo despótico, dictatorial, absolutista, esclavizándole y gobernando su cabeza.

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Surge así otro concepto muy relacionado con el de obsesión: la compulsión, que consiste en conductas repetitivas, insistentes, que se suceden con terquedad y que no tienen ningún fin u objetivo en sí mismo, sino que se realizan para producir o evitar algo futuro. Aquí también el sujeto reconoce su falta de sentido lógico, pero tiene que hacerlo, se ve forzado a ello. Es una especie de hambre de acciones o río de impulsos: levantarse por la noche y comprobar si la puerta de la casa está cerrada, si las luces están apagadas o la llave del gas cerrada, y esto una y otra vez, ya que se trata por lo general de comprobarlo repetidamente… Una vez que ha visto que la puerta está cerrada, el sujeto vuelve a la cama, pero le asalta la duda: “¿Estaba realmente cerrada la llave o es que a mí me ha dado la impresión?”. Y vuelta a levantarse para revisar esto. De esta forma aparecen los ritos obsesivos. Todo es ilógico, sin base real, pero terrible y dramático. Sufrimiento tremendo en esa agonía de reglas que le impiden vivir con normalidad, haciéndole esclavo de esa lucha de acciones que nunca llegan a liberarle.

Todas las obsesiones están envueltas en una atmósfera de ansiedad, debido a la constante repetición de ciertas conductas. De ahí se deriva en una permanente lucha por frenarlas, por combatirlas, aunque sin éxito.

Las obsesiones son fenómenos que el sujeto reconoce, que los vive con claridad, y por eso su relato es claro, concreto, precisando los pormenores de su trastorno. Tanto las ideas como los pensamientos, imágenes, los impulsos o las conductas repetitivas (compulsiones) son forzadas.

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La personalidad considera las obsesiones como extrañas a sí misma. Brotan del sujeto, pero en ningún momento llega a identificarse con ellas, sino que, por el contrario, lucha contra ellas, trata de frenarlas por la falta de lógica que tienen. Con frecuencia se asocian las obsesiones y compulsiones, dando lugar a lo que hoy se denomina como TOC (trastorno obsesivo-compulsivo).

Clasificación de las obsesiones

Las obsesiones se pueden clasificar de muchas maneras, como por ejemplo: según el comienzo, la forma, el contenido, el número de obsesiones, por las compulsiones más frecuentes o en función de las manifestaciones obsesivas.

Según el comienzo, es habitual ya que en la adolescencia y primera juventud afloran algunos escrúpulos morales que, con el paso de los años, se transforman en obsesiones.

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Según la forma, hay que señalar los trastornos obsesivo-compulsivos, que se llevan implícita una sed de actividades que son simultáneamente queridas y rechazadas; los trastornos obsesivo-fóbicos, que asocian el temor irresistible y un “dominar sin motivo” que se asienta en el escenario mental; o los trastornos obsesivos puros, que no se producen ni como consecuencia de obsesiones ni de fobias (los escrúpulos patológicos, los recuerdos obsesivos y las obsesiones especulativas).

Según el contenido, se pueden distinguir varios tipos:

  • Las referidas a la pureza corporal: limpieza, temor obsesivo a contaminarse, temor a contraer una infección; muchas de ellas podrían clasificarse como temores fóbico-obsesivos. Una persona se lava las manos 20 veces al día y cada vez que lo hace está como unos diez minutos.
  • Las que aluden al orden y a la simetría: se basan en una gran tendencia al perfeccionismo y a la minuciosidad en todo. El individuo dedica gran parte de su tiempo a procurarse este orden: su habitación organizada de un modo preciso, su ropa guardada en el armario de una forma concreta, los libros de aquella otra…
  • En personas con una moral estricta y personalidad obsesiva abundan las obsesiones religiosas. Sobre el sujeto planean los sentimientos de culpa y/o condenación, los pensamientos contra Dios o los santos atormentan su cabeza, acude a confesar una y otra vez, para contar mejor lo que le ha dicho al sacerdote, matizando sus pormenores.
  • Los temas morales se enlazan muchas veces con los religiosos. La obsesión de haber tenido malos pensamientos y el entrar en un autoanálisis sobre la diferencia entre “haber sentido” y “haber consentido” que terminan por dejarle derrotado y perplejo, y repleto de dudas.
  • En cuanto a los temas de peligros interiores y exteriores, el inventario puede ser interminable. Suelen ser malos presagios infundados pero persistentes que deben ser conjurados de los modos más diversos y extravagantes: son fórmulas mágicas.
  • Comprobaciones inútiles. Luces, puertas, llave del gas…

Según el tipo de enfermedad donde se producen, debemos distinguir los fenómenos obsesivos normales (se te pega una canción), las obsesiones secundarias (aquellas que se deben a otras enfermedades: enfermedades neurológicas como el Tourette, enfermedades psiquiátricas como los trastornos depresivos, o enfermedades generales), o la personalidad obsesiva (personas ordenadas, reiterativas, perfeccionistas y muy cumplidoras).

Según el número de obsesiones, que pueden ser simples (aquellas que son únicas), complejas (son propias de las neurosis obsesivas) o múltiples (enfermedad obsesiva). Es necesario hacer un listado de todas ellas, para ordenarlas y ver si podría hacerse un tratamiento conductista.

Según las compulsiones más frecuentes, que suelen consistir en necesidad imperiosa e irresistible de hacer algo absurdo e ilógico, pero que pide paso y empuja a que el sujeto lo realice. Si no lo hace, se apodera de él una ansiedad enorme con muchas manifestaciones físicas: sudoración, temblores, taquicardia… Compellere es una palabra latina que significa verse forzado a hacer algo que uno no quiere.

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Y, por último, según las diversas manifestaciones obsesivas, en las que se distinguen cuatro grupos: los pensamientos obsesivos (que son ideas, imágenes, recuerdos, percepciones, representaciones, etc), las compulsiones, los ritos y ceremoniales obsesivos (son el modo en que el enfermo se defiende de esos pensamientos: son como conjuros mágicos que le liberan momentáneamente).

Distinguir entre obsesiones sanas y enfermizas: esto es esencial, aunque la frontera es borrosa.

En el lenguaje corriente, hablamos de las obsesiones como algo normal y corresponde a aquellas preocupaciones más importantes que en un momento determinado de la vida están en primer plano: “Estoy obsesionado con el examen que tengo en unos días”; “no consigo quitarme de la cabeza a esta chica”… Esto significa que el foco de interés en ese momento está centrado ahí, pero es completamente lógico, ya que son intereses fuertes para la persona.

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