La otra operación histórica en Ucrania: se cumplen 90 años del primer trasplante de órganos
Bajo el bisturí de Yuri Yurijevich Voronoy, una mujer joven con fallo renal vio cómo su vida se alargaba drásticamente décadas antes de la invención de la máquina de diálisis
El próximo 3 de abril, con seguridad en plena guerra de Ucrania, se cumplirán 90 años de la realización, en la ciudad de Jersón, hoy conocida por los acontecimientos bélicos y entonces una remota población de la Unión Soviética, de una gesta que pasó a la historia de la medicina: el primer trasplante de un riñón humano a un enfermo con fallo renal. Corría el año 1933 y pocos se enteraron del acontecimiento que tardó nada menos que tres años en ser comunicado a la comunidad científica, curiosamente en una revista médica española, El Siglo Médico. Traducido al castellano desde el original ruso en que lo escribió el autor, el artículo recibió el barroco título de “Sobre el bloqueo del aparato reticuloendotelial del hombre en algunas formas de intoxicación por el sublimado y sobre la trasplantación del riñón cadavérico como método de tratamiento de la anuria consecutiva a aquella intoxicación”, y apareció en el convulso año de 1936, dentro de una sección de “divulgaciones científicas de actualidad”.
El autor de esta proeza, que muy probablemente no llegó a valorar la magnitud potencial de su intervención, fue un cirujano ucraniano (durante muchos años referido como “ruso” o “soviético”) llamado Yuri Yurijevich Voronoy, nacido en Zhuravka, un pueblo del centro de Ucrania, en 1896. Graduado en medicina en Kiev, se formó más tarde en Járkov, de donde pasó en 1931 a Jersón, donde llevaría a cabo la intervención dos años más tarde.
"La primera paciente que recibió un trasplante renal fue una mujer de 26 años con una intoxicación por cloruro de mercurio"
Es cierto que a diferencia del trasplante cardiaco, cuyos inicios se identifican claramente con la audacia de Barnard en la Sudáfrica de 1967, en el caso del riñón se produjeron varios intentos previos desesperados en unos tiempos en que tampoco existía la diálisis y, por tanto, el fallo de los riñones era equivalente a la muerte del enfermo, con injertos de monos, cerdos u ovejas que, por supuesto, no funcionaron. Sin embargo, no consta que antes de Voronoy se produjera ningún intento de trasplante de un riñón humano, bien fuera de persona viva o fallecida a un enfermo renal.
La primera paciente que recibió un trasplante renal fue una mujer de 26 años con una intoxicación por cloruro de mercurio en un intento de suicidio, lo que conlleva un fallo renal que puede ser agudo o crónico dependiendo de la dosis y otros factores, y que hoy día se trata con diálisis mientras dura la agresión al riñón y este se va recuperando o bien necesita pasar a un tratamiento crónico de diálisis-trasplante. Pero faltaban décadas antes de que la diálisis llegara a la práctica clínica y el equipo ucraniano optó por el trasplante de un riñón procedente de un hombre de sesenta años que acababa de morir de un traumatismo craneoencefálico. El órgano se extrajo, suponemos que con la máxima celeridad posible, pero con el corazón ya parado, porque tampoco existían los respiradores ni, por tanto, la “muerte cerebral”, que es un concepto de los años cincuenta.
El riñón se colocó en la pierna, conectado a la arteria y vena femorales de la receptora, y produjo orina durante algo más de un día, pero a las 48 horas dejó de funcionar, el estado de la paciente empeoró y falleció. Lo prolongado del tiempo transcurrido entre que se paró el corazón del donante y el momento del trasplante, que hoy sabemos es un punto fundamental para el funcionamiento del órgano, y sobre todo una incompatibilidad en los grupos sanguíneos ABO entre donante y receptor con el consiguiente rechazo inmediato del órgano, fueron los motivos más obvios en un análisis objetivo de lo ocurrido, con ojos actuales. Lo curioso es que Voronoy era un experto en trasfusiones y el hecho de trasplantar un riñón incompatible, aparte de no haber muchas más posibilidades inmediatas, se basó en un extraño razonamiento de bloqueo de las células en un caso como aquel de intoxicación, que según él podría haber favorecido la aceptación del riñón por parte del organismo de la receptora.
Tanto en este caso como en otros cinco trasplantes posteriores realizados por el cirujano ucraniano y comunicados a la comunidad científica a finales de los años cuarenta, el objetivo no fue el tratamiento permanente de una insuficiencia renal crónica como es la práctica clínica actual, sino el mantenimiento con vida de enfermos con fallo agudo del riñón potencialmente reversible tras un periodo de tiempo variable sin funcionar hasta que sus riñones nativos se pudieran recuperar, algo que logró en 2 enfermas en las que los injertos funcionaron 4 y 7 días (un verdadero éxito a la vista de que salvaron las vidas de las pacientes). Hay que insistir de nuevo que en la actualidad ni se plantea el trasplante en esta situación temporal al existir la diálisis para mantener con vida al enfermo durante el tiempo necesario.
La historia del trasplante renal cuenta con otros muchos pioneros que sentaron las bases de una actividad que hoy beneficia a 90.000 enfermos de los cinco continentes cada año, más de 3.400 en España. Entre otros muchos, Hamburger dirigió en París, en 1952, el primer trasplante con donante vivo emparentado, de madre a hijo, que funcionó durante 21 días, y Joseph Murray en Boston, el primer trasplante renal con éxito en 1954 al evitar el rechazo por ser, donante y receptor, hermanos gemelos. Nada menos que 21 años tuvieron que transcurrir desde la primera experiencia ucraniana hasta conseguir un éxito definitivo al trasplantar un riñón.
El inmunólogo francés Jean Dausset, nobel de medicina como Murray, descubrió en París el sistema HLA de histocompatibilidad que permitió buscar una mejor concordancia entre donante y receptor, y otros muchos investigadores contribuyeron a desarrollar los fármacos inmunosupresores que, junto con las mejoras médicas, quirúrgicas y de anestesia, han hecho de esta intervención algo habitual en el día a día de los hospitales.
Pero fue en un recóndito lugar, hoy arrasado por la invasión rusa y con décadas de antelación a todos estos logros, donde un oscuro cirujano ucraniano hizo con el riñón algo muy parecido a lo que más de treinta años después realizara Barnard con el corazón. Aunque no tan fotogénico ni por supuesto tan publicitado como el sudafricano, Voronoy y la ciencia ucraniana bien merecen un recuerdo en este aniversario por haber contribuido a mejorar la vida de millones de personas en todo el mundo.
El próximo 3 de abril, con seguridad en plena guerra de Ucrania, se cumplirán 90 años de la realización, en la ciudad de Jersón, hoy conocida por los acontecimientos bélicos y entonces una remota población de la Unión Soviética, de una gesta que pasó a la historia de la medicina: el primer trasplante de un riñón humano a un enfermo con fallo renal. Corría el año 1933 y pocos se enteraron del acontecimiento que tardó nada menos que tres años en ser comunicado a la comunidad científica, curiosamente en una revista médica española, El Siglo Médico. Traducido al castellano desde el original ruso en que lo escribió el autor, el artículo recibió el barroco título de “Sobre el bloqueo del aparato reticuloendotelial del hombre en algunas formas de intoxicación por el sublimado y sobre la trasplantación del riñón cadavérico como método de tratamiento de la anuria consecutiva a aquella intoxicación”, y apareció en el convulso año de 1936, dentro de una sección de “divulgaciones científicas de actualidad”.