Es cierto que los humanos no hibernamos, pero nuestra forma de dormir cambia en invierno
Un análisis de pacientes sometidos a estudios del sueño revela que las personas experimentan más sueño REM en invierno
Ya sea que seamos noctámbulos o alondras matutinas, nuestros relojes corporales están configurados por el sol. Teóricamente, que cambie la duración del día y la exposición a la luz a lo largo del año podría afectar a la duración y la calidad de nuestro sueño. Pero averiguar cómo se aplica esto en la práctica no es fácil. Aunque los estudios en los que las personas evalúan su propio sueño han sugerido un aumento en la duración de este durante el invierno, se necesitan medidas objetivas para determinar cómo afectan exactamente las estaciones.
Un grupo de científicos que estudia las dificultades para dormir ha publicado datos de una investigación en Frontiers in Neuroscience que muestran que, incluso en una población urbana que sufre sueño interrumpido, los humanos experimentan un sueño REM más prolongado en invierno que en verano, y un sueño menos profundo en otoño.
"Posiblemente, uno de los logros más preciados en la evolución humana es la casi invisibilidad de la estacionalidad con respecto al comportamiento", dijo el Dr. Dieter Kunz, autor del estudio, con sede en la Clínica de Sueño y Cronomedicina del Hospital St Hedwig de Berlín. "En nuestro estudio, mostramos que la arquitectura del sueño humano varía sustancialmente según las estaciones en una población adulta que vive en un entorno urbano", explicó.
Polisomnografías y estudios del sueño
Un equipo de científicos dirigido por Aileen Seidler, del grupo de trabajo del Dr. Kunz en la Universidad Médica Charité de Berlín, reclutó a 292 pacientes que se habían sometido a estudios del sueño llamados “polisomnografías” en el Hospital St Hedwig. Estos estudios se llevan a cabo regularmente en pacientes que experimentan dificultades relacionadas con el sueño, utilizando un laboratorio especial donde se pide a los afectados que duerman de forma natural sin despertador. En este entorno, se puede controlar la calidad y el tipo de sueño, así como su duración.
Se tuvo en cuenta que los trastornos del sueño podrían afectar potencialmente a los resultados del estudio. Sin embargo, a su vez, esto conseguía que el grupo de estudio se distribuyese uniformemente a lo largo del año, lo que permitía la investigación de las diferencias de un mes a otro.
El equipo excluyó a los pacientes que tomaban medicamentos que se sabe que afectan el sueño, los que habían presentado fallos técnicos durante la polisomnografía, y aquellos que tenían la latencia del sueño REM de más de 120 minutos, lo que sugería que se había omitido el primer episodio de sueño REM. Una vez realizadas estas exclusiones, quedaban 188 pacientes. La mayoría de sus diagnósticos no mostraron un patrón estacional, pero el insomnio se diagnosticó más comúnmente hacia el final del año.
Más sueño REM en invierno
A pesar de que los pacientes se encontraban en un entorno urbano con baja exposición a la luz natural y alta contaminación lumínica, lo que debería afectar a cualquier estacionalidad regulada por la luz, los científicos encontraron cambios sutiles pero sorprendentes a lo largo de las estaciones.
Aunque el tiempo total de sueño parecía ser una hora más largo en invierno que en verano, este resultado no fue estadísticamente significativo. Sin embargo, el sueño REM fue 30 minutos más largo en invierno que en verano. Se sabe que el sueño REM está directamente relacionado con el reloj circadiano, que se ve afectado por los cambios de luz. Aunque el equipo reconoció que estos resultados deberían validarse en una población que no experimente dificultades para dormir, los cambios estacionales pueden ser incluso mayores en una población sana.
El sueño REM fue 30 minutos más largo en invierno que en verano
“Este estudio debe replicarse en una gran cohorte de sujetos sanos”, advirtió Kunz. Aunque el tiempo de vigilia de la mayoría de las personas actualmente está en gran medida fuera de su control, debido a los horarios escolares o laborales, la sociedad podría beneficiarse de las adaptaciones que permitirían a los humanos responder de manera más efectiva a los cambios de estación. Mientras tanto, irse a dormir más temprano en invierno podría ayudar a adaptarse a la estacionalidad humana.
“La estacionalidad es omnipresente en cualquier ser vivo de este planeta”, dijo Kunz. Además, explicó que "aunque seguimos funcionando sin cambios, durante el invierno, la fisiología humana se regula a la baja, con una sensación de funcionamiento vacío en febrero o marzo". Y propuso que "en general, las sociedades necesitan ajustar los hábitos de sueño, incluida la duración y el tiempo, según la temporada, o ajustar los horarios escolares y laborales a las necesidades de sueño estacionales".
Ya sea que seamos noctámbulos o alondras matutinas, nuestros relojes corporales están configurados por el sol. Teóricamente, que cambie la duración del día y la exposición a la luz a lo largo del año podría afectar a la duración y la calidad de nuestro sueño. Pero averiguar cómo se aplica esto en la práctica no es fácil. Aunque los estudios en los que las personas evalúan su propio sueño han sugerido un aumento en la duración de este durante el invierno, se necesitan medidas objetivas para determinar cómo afectan exactamente las estaciones.