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El cerebro inflamado del alcohólico: una pescadilla que se muerde la cola
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El cerebro inflamado del alcohólico: una pescadilla que se muerde la cola

Los cerebros de los que padecen dependencia del alcohol están llenos de una molécula llamada IL-1β. Los efectos de estas citoquinas promueven el consumo de alcohol, lo que crea un círculo vicioso muy peligroso

Foto: Foto: iStock.
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Da igual cuánto intentemos engañarnos en nuestro día a día: el alcohol es malo. A pesar de eso, cada dos por tres, aparecen excusas que justifican el consumo de esta sustancia, como que una cerveza o una copa de vino al día no es mala. Desde luego, el alcohol con moderación no tiene por qué poner en serio peligro nuestra vida, ni mucho menos, pero beneficioso no es, para nada.

Además, si tenemos en cuenta los riesgos que conlleva el consumo de alcohol, podemos enfrentarnos a uno de los mayores peligros de nuestra vida. Se trata de una sustancia adictiva que provoca serios cambios en nuestro organismo y en nuestra mente, pudiendo llevarnos a extremos que comprometen nuestra vida.

"Estos cambios inflamatorios pueden explicar el porqué de la impulsividad que se observa en la gente con AUD"

Ahora, un nuevo estudio elaborado por investigadores del Scripps Research Institute en California (EEUU) ha descubierto un mecanismo por el que aquellas personas que padecen el trastorno por uso de alcohol (comúnmente conocido como AUD por sus siglas en inglés) se encuentran inmersas en un círculo vicioso mediado por la inflamación cerebral que produce el alcohol, y cuyo efecto más preocupante es el aumento del consumo alcohólico. Pero vamos por partes.

¿Qué es el AUD y cómo sé si lo tengo?

El criterio diagnóstico para el consumo excesivo de alcohol es complicado. Más allá del hecho de que cualquier cantidad de este compuesto químico no es buena para nuestra salud, determinar si un individuo lo padece es difícil y se basa en las respuestas del sujeto a una serie de preguntas:

  • ¿Has bebido más o durante un periodo más largo de lo que tenías planeado?
  • ¿En algún momento has querido dejar de beber, pero no has podido lograrlo?
  • ¿Pasas mucho tiempo de tu día a día bebiendo o recuperándote de la resaca?
  • ¿Sientes una fuerte necesidad de beber?
  • ¿Beber (o tener resaca) ha interferido en tu vida familiar o laboral?
  • ¿Has seguido bebiendo a pesar de que esta conducta estuviese generándote problemas a tu familia y amigos?
  • ¿Has dejado de realizar actividades que te gustasen para poder seguir bebiendo?
  • ¿Has realizado actividades peligrosas bebiendo? (Ejemplos de esto pueden ser conducir vehículos bajo la influencia del alcohol o practicar sexo inseguro).
  • ¿Has seguido bebiendo a pesar de que te hiciese sentir depresión y ansiedad?
  • ¿Sientes que necesitas beber cada vez más para sentir los efectos del alcohol?
  • ¿Has sentido síntomas de la abstinencia del alcohol? (Estos incluyen los problemas para dormir, la irritabilidad, la ansiedad, la depresión, el cansancio, las náuseas, la sudoración excesiva y, en casos muy graves, la fiebre, las convulsiones y las alucinaciones).

Si la respuesta a una de estas preguntas es "sí", es posible que padezcas AUD, y esa probabilidad aumenta con cada sí añadido. Es por esto que las autoridades médicas recomiendan asistir a un profesional sanitario si este es el caso, con el objetivo de detener el desarrollo del posible AUD a través de diferentes terapias, entre las que destaca la medicación.

Cerebro alterado

Como comentábamos al inicio, el alcohol es un compuesto químico muy potente que provoca serios cambios en todo nuestro organismo. De esto somos conscientes muchos de nosotros que, aunque no padezcamos AUD, alguna vez en nuestra vida hemos bebido de más, y sabemos bien que el alcohol etílico cambia la forma que tiene de funcionar nuestro cerebro de forma absolutamente radical.

Tanto es así que el etanol altera las vías neuroquímicas de nuestro cerebro, haciendo que, curiosamente, bebamos más. Los investigadores del Scripps Research Institute han ahondado más en este fenómeno, descubriendo que este círculo vicioso está mediado, nada más y nada menos que por nuestro sistema inmune. Así lo publicaban hace unos días en la revista médica Brain, Behavior and Immunity.

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Foto: iStock.

La molécula mediadora es la interleucina 1beta (IL-1β para los amigos), que se encuentra en una concentración mucho mayor en los cerebros de los sujetos de estudio (esta vez ratones) alcohólicos que en aquellos que no tienen una dependencia del alcohol. La IL-1β es capaz, junto con el consumo de alcohol, de provocar inflamación cerebral en determinadas áreas muy concretas: aquellas que se han relacionado estrechamente con la toma de decisiones.

Como explica una de las principales autoras del estudio, la doctora Marisa Roberto, "estos cambios inflamatorios pueden explicar el porqué de la toma de decisiones arriesgadas y la impulsividad que se observa en la gente con AUD. Además de eso, nuestros hallazgos son muy emocionantes, dado que sugieren una nueva vía médica para tratar el AUD, gracias al uso de medicamentos antiinflamatorios que sean capaces de tener como objetivo único la vía del IL-1β".

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Esta molécula, la IL-1β, llevaba bajo sospecha largo tiempo. Es producida por nuestro sistema inmunitario, y estudios anteriores, aunque sin pruebas concluyentes, habían señalado que era muy posible que la mutación en los genes encargados de codificar la IL-1β aumentasen la facilidad que tiene ese determinado sujeto para sufrir una adicción al alcohol. Por decirlo de otro modo (y salvando mucho las distancias), son mutaciones en nuestros genes que nos incitan a seguir bebiendo. Esto se determinó, en gran parte, gracias a múltiples autopsias de personas con AUD que habían muerto en un estado de embriaguez, que tenían en sus cerebros concentraciones de IL-1β muy por encima de los límites normales.

Como explica otro de los autores del estudio, el doctor Florence Varodayan: "Desde hace tiempo sospechábamos que la IL-1β desempeñaba un papel fundamental en el AUD, pero los mecanismos cerebrales exactos no estaban nada claros". Gracias al trabajo de los doctores, se determinó que la presencia en el córtex prefrontal (la zona de nuestro cerebro encargada de regular tanto nuestras emociones como nuestra conducta) de la IL-1β era extraordinaria en los ratones que tenían dependencia del alcohol.

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Pero el gran descubrimiento era que esos niveles de IL-1β persistían a pesar de desintoxicar a los ratones, produciendo cambios e inflamación en su cerebro, en las zonas exactas encargadas de la dependencia alcohólica.

Es de esperar que en el futuro no muy lejano, este descubrimiento abra la vía a nuevos métodos para luchar contra el AUD. Hasta entonces, aunque existen mecanismos, tanto farmacológicos como psicológicos para hacerle frente a la dependencia del alcohol, la mejor forma de evitar esta enfermedad es beber responsablemente, y si creemos que esto puede suponer un problema, dejar de beber del todo. Aunque algunos crean que no, es posible llevar una vida completamente feliz sin requerir el etanol.

Da igual cuánto intentemos engañarnos en nuestro día a día: el alcohol es malo. A pesar de eso, cada dos por tres, aparecen excusas que justifican el consumo de esta sustancia, como que una cerveza o una copa de vino al día no es mala. Desde luego, el alcohol con moderación no tiene por qué poner en serio peligro nuestra vida, ni mucho menos, pero beneficioso no es, para nada.

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