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Los españoles que duermen cinco horas (o menos): "No es mi prioridad ahora"
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INSOMNIO VOLUNTARIO

Los españoles que duermen cinco horas (o menos): "No es mi prioridad ahora"

Entre los dormilones y los insomnes, hay una categoría creciente: la de los que deciden dormir poco para aprovechar su tiempo, como el escritor Sergio del Molino

Foto: Foto: iStock.
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Escribía Borges sobre Funes el memorioso que le era difícil dormir, porque “dormir es distraerse del mundo”. Los españoles seguimos estando por encima de la media europea en cuanto a tiempo medio de sueño diario, con 7,13 horas según los datos del CIS. Sin embargo, cada vez son más los que sufren problemas de sueño. Según la Sociedad Española del Sueño, entre un 20 y un 48% de la población española ha tenido en algún momento problemas para dormir y entre un 10 y un 15% sufre de insomnio crónico.

Lo que quiere decir, si nos ponemos a echar cuentas, que por cada persona que duerme mucho hay otra durmiendo muy poco, y viceversa. Entre los dormilones y los insomnes hay, no obstante, otra categoría mucho menos estudiada y que cada vez es más común. La gente que duerme poco porque no quiere, porque no le apetece o porque no le renta, no porque no pueda. Un perfil que dice mucho acerca de las mecánicas del mundo moderno (y el antiguo, que ya decía Cervantes que al Quijote se le quedó el cerebro seco por no dormir para leer novelas de caballerías).

"Había tanto que conversar y que beber, que dormir me parecía un desperdicio"

Como ha explicado en varias ocasiones, uno de estos grandes no dormilones es Sergio del Molino, autor de La España vacía. El ensayista explica a El Confidencial que duerme entre cinco y siete horas, “y casi siempre con interrupciones”. Antes dormía aún menos. Es uno de los practicantes de ese sueño bifásico que, al parecer, arrasaba en la Edad Media. “Lo normal es que me despierte tras tres o cuatro horas”, añade. “Me levanto, leo un poco, veo medio capítulo de una serie o trasteo en el ordenador y vuelvo a la cama dos o tres horas más, si puedo. A veces, una hora”.

Desde la adolescencia, siempre ha dormido así. Del Molino achaca sus hábitos de sueño a la sensación de estar perdiéndose algo mientras descansaba, como le ocurría a Funes el memorioso. “¡Había tanto que leer y que ver!”, recuerda. “Y luego, cuando descubrí los bares, tanto que salir, tanto que beber y tanto que conversar con tantos amigos, que dormir me parecía un desperdicio”. A sus 43 años, ya no piensa exactamente igual y disfruta más durmiendo, “pero en el fondo de mi corazón aún siento que traiciono a la vida cuando duermo y que debo acostarme más tarde y madrugar más”.

placeholder Sergio del Molino, autor de 'La España vacía' e insomne voluntario. (Patricia Garcinuño)
Sergio del Molino, autor de 'La España vacía' e insomne voluntario. (Patricia Garcinuño)

Una generación después, a sus 23 años, Teresa Mondría, ecléctica e imparable (postgraduate fellow en La Caixa, colaboradora de Igeneris y Future Policy Lab, entre otros), tiene unos ritmos parecidos a los de Del Molino. Aunque de media intenta dormir cinco o seis horas, admite que “en periodos en que tengo que hacer más cosas, puedo llegar a dormir tres o cuatro”. Algo que intenta evitar, porque ya no tiene el mismo aguante que cuando era (más) joven.

“Por mi estilo de vida, es difícil dormir más; aunque me gustaría mejorarlo, ahora dormir no es mi prioridad número uno”, explica. “Sobre el papel, es muy fácil decir que hay que dormir ocho horas al día, igual que se dice que hay que hacer ejercicio todos los días, pero luego no es tan sencillo”. Mondría añade que como no quiere reducir su vida al trabajo e intenta hacer algo de vida social todos los días, ha terminado recortando horas de sueño. Preparó su admission para estudiar un máster en EEUU por las noches, por lo que “entre unas cosas y otras te plantas en la madrugada, y no soy capaz de irme a dormir antes”.

"Hay tantas cosas que hacer y tan poco tiempo que es difícil sacar ocho horas"

Intento dormir más, pero no sé si me saldría, debería tener un horario de sueño o un ritmo vital que me permitiera parar ocho horas al día”, añade. “Pero hay tantas cosas para hacer fuera del trabajo y tan poco tiempo material que es muy difícil sacar ocho horas al día para dormir, aplaudo a la gente que puede, pero en el momento en que tienes que ir a la oficina, prepararte la comida del día siguiente, etc., hay muchas cosas que te comen el día”. Ahí está el quid de la cuestión: hay tantas cosas que hacer hoy que las horas del día se quedan cortas.

Moriré cuando esté dormido

Del Molino recuerda que en la mayor parte de casos que ha conocido, este hábito surge en la adolescencia. “No he tratado con gente con ansiedad ni a la que le angustie dormir poco, pero sí con gente que ha canalizado cierta hiperactividad con el insomnio”, responde. “No me reconozco en el retrato de un obsesivo, ni un workaholic, ni de alguien con cuadros de ansiedad”. Más bien, se trata de “gente disfrutona, que aprovechaba la noche y las horas que robaba al sueño para cultivar pasiones, pero muchas veces sin ánimo productivo”.

Por ejemplo, “verse todo Rohmer por puro placer cinéfilo”. Como ocurre también en el caso de Mondría, que no utiliza el tiempo nocturno ahorrado para trabajar sino para vivir, porque le resulta difícil abandonar el alto ritmo que sigue durante el día. “En general, creo que si duermes poco es porque tienes altas cargas de actividad”, añade. “Si no tengo una alta carga, tampoco duermo más, porque entiendo que el cuerpo se acostumbra a unos niveles de estrés y de estar alerta que es difícil dormirte”.

La clave se encuentra no tanto en que no nos guste dormir como en que disponemos de cada vez menos tiempo libre, que ha de compensarse a través de las horas de sueño. Como recuerda Carlos Egea, presidente de la Federación Española de Sociedades de Medicina del Sueño (Fesmes), “desde principios de siglo hemos perdido alrededor del 10% del tiempo que dedicábamos al ocio”. Según el INE, los españoles disponemos de menos de cuatro horas de tiempo libre al día. Un tiempo que se reduce a medida que aumentan las cargas laborales y familiares: trabajo, hijos, etc.

"Cuando no nos desarrollamos continuamente, sentimos que perdemos el tiempo"

“Nuestras formas de organizarnos social e individualmente han cambiado de un tiempo a esta parte”, explica el psicólogo social José Antonio Llosa, investigador en Workforall Project, el Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial de la Universidad de Oviedo (CeCoDet). “Antes era fácil desconectar del empleo cuando salías, ahora existen elementos modernos y contemporáneos como la empleabilidad que dicen que tu vida laboral va a depender de tu desarrollo personal, de tus competencias y de las habilidades que desarrolles. De ese modo, crece tu grado de responsabilidad sobre tu futuro. Eso hace que tengamos una tendencia mayor a desarrollarnos continuamente, y cuando no lo hacemos, sentimos que estamos perdiendo el tiempo”.

Un proceso aún más acentuado entre las mujeres. Según la Encuesta del empleo del tiempo del CIS, el tiempo destinado al trabajo ha aumentado al mismo tiempo que disminuía el dedicado a la vida social y la diversión. Como explica Carmen Magdaleno, de 36 años, "con una hija sí me privaba del sueño voluntariamente, ella se iba a dormir sobre las ocho y yo no me acostaba hasta las 12 para poder vivir y hacer todo lo que no podía durante el día, escribir, ver películas, poner y tender lavadoras, la vida de pareja… Mucha actividad concentrada en cuatro horas". Con su segunda hija, la situación cambió porque era de sueño más difícil, así que "tuvimos que empezar a aprovechar cualquier oportunidad de dormir que se nos presentase". "La vigilia forzada cuando tu cuerpo necesita desconectar es una tortura y destroza tu salud mental, yo ya no entiendo el ocio nocturno", concluye.

placeholder Pedro Serrahima, exdirector de Pepephone.
Pedro Serrahima, exdirector de Pepephone.

La conciliación termina explotando por las horas de sueño, también entre los hombres. Una historia que cuenta Pedro Serrahima en el libro de Miguel Ángel Uriondo, La píldora Serrahima, lo define bien. “Como yo era jefe de muchas cosas, tenía a mucha gente alrededor todo el rato y no conseguía avanzar. Entonces me llevaba mucho trabajo a casa”, rememora en el libro. “Entonces, un día, me cambió la vida. Mi hijo Álvaro, con ocho o nueve años, apareció muy enfadado, me dejó un dibujo encima de la mesa y se fue. El dibujo era mi silla de trabajo, su padre con el ordenador y un niño llorando al lado porque no le hacía caso. Ese fue el último día en el que un hijo mío me ha visto trabajar fuera de horas. Ahí me sentí un hijo de puta. Es cruel llegar a casa, que tu hijo quiera estar contigo y estés trabajando. Desde entonces, si tenía que hacer algo me levantaba a las cuatro de la mañana, no me veían y trabajaba muy bien a esas horas”.

Es una costumbre cada vez más frecuente: ante las constantes interrupciones causadas por la tecnología, levantarse un poco antes (o acostarse después) para aprovechar esas horas de silencio. “En dos horas, rindes lo que en una semana y la creatividad se te dispara porque estás muy concentrado”, añadía Serrahima. “Todas las cartas de Pepephone que he escrito han sido entre las dos y las ocho de la mañana. ¿No duermes mucho? No me pasa nada”. Como añade Llosa, “en la vida laboral española dedicamos muchas horas al empleo, eso quiere decir que tenemos problemas para articular nuestra vida profesional y social”.

Los españoles duermen por debajo de la media entre semana y por encima los findes

Aunque en el caso de la historia de Uriondo el esfuerzo estaba ligado a una gran empresa, los datos recogidos por Pedro M. Rey-Araújo y Melchor Fernández Fernández en una investigación publicada en la Revista Internacional de Sociología muestran que, aunque por lo general las clases más bajas suelen manifestar disponer de más tiempo libre, el tiempo que dedican a garantizar su subsistencia es mayor.

No lo intenten en su dormitorio

Algo en lo que coinciden todos los insomnes voluntarios es que suelen compensar sus momentos en vela de lunes a viernes con grandes atracones los fines de semana. Mondría, por ejemplo, explica que nunca hace planes durante las mañanas de sábados y domingos para poder recuperarse, cuando puede llegar a dormir 13 horas seguidas. Algo semejante le ocurre a Del Molino: “Recupero algunas horas los fines de semana, esto es un hábito también antiguo”.

placeholder Camino de la cama, ¿es donde mejor se está? (Unsplash/Spacejoy)
Camino de la cama, ¿es donde mejor se está? (Unsplash/Spacejoy)

Un ciclo de agotamiento y desconexión que es muy propio de nuestra época, como reconoce Egea, que explica que, según los datos de Fesmes, de lunes a viernes el 60% de la población duerme menos de siete horas, mientras que en vacaciones o fines de semana el tiempo de descanso está muy por encima de la media necesaria. “Por esto todos los fines de semana tenemos jet lag social y queremos que el lunes sea fiesta”, añade.

No lo intenten en su casa, ni siquiera aunque puedan ser funcionales, añade Egea. Según las revisiones científicas, aquellas personas que duermen seis horas o menos tienen una menor esperanza de vida porque aumentan sus problemas cardiovasculares. A no ser que uno sea uno de esos excepcionales cortodurmientes, que pueden dormir menos de siete horas de manera natural. Sin embargo, no se sabe qué porcentaje exacto de la población pertenece a ese grupo, y es común sobrevalorar nuestra capacidad para dormir poco.

"Prefiero hacer cualquier cosa a dormir otra hora"

¿Una hora durmiendo es una hora perdida? Para Egea, es un “error garrafal”. “Es como decir que disfrutar de un plato es una hora perdida o que respirar dos veces por minuto es una hora perdida”, responde. Otra cosa es que cada cual haga sus cálculos y, al final, viva menos para vivir más, solo que en menos años. Como responde Del Molino cuando se le pregunta por esa hora perdida, “yo prefiero hacer cualquier cosa a dormir una hora más”.

Escribía Borges sobre Funes el memorioso que le era difícil dormir, porque “dormir es distraerse del mundo”. Los españoles seguimos estando por encima de la media europea en cuanto a tiempo medio de sueño diario, con 7,13 horas según los datos del CIS. Sin embargo, cada vez son más los que sufren problemas de sueño. Según la Sociedad Española del Sueño, entre un 20 y un 48% de la población española ha tenido en algún momento problemas para dormir y entre un 10 y un 15% sufre de insomnio crónico.

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