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Síntomas y tratamiento del cáncer de tiroides, uno de los más comunes (y de los más olvidados)
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Guía con las claves de la enfermedad

Síntomas y tratamiento del cáncer de tiroides, uno de los más comunes (y de los más olvidados)

Cuando se desarrolla un tumor maligno en esta glándula, es crucial cogerlo a tiempo. Por ello, conocer cuáles son los signos que delatan su presencia, así como los factores de riesgo, resulta esencial

Foto: Tiroides en nuestro organismo. (iStock)
Tiroides en nuestro organismo. (iStock)

Cuando hablamos de cáncer, podemos tender a pensar en los que consideramos los más comunes: pulmón, próstata, mama, colon o incluso páncreas. Pero la realidad es que algunos de los que tienen una mayor prevalencia pasan casi desapercibidos por parte de la población general. Esto, por desgracia, supone un riesgo, porque es posible que, si tenemos la mala suerte de ser uno de los afectados, no estemos tan atentos como deberíamos a los síntomas que pueden alertarnos de su presencia.

Según datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), el cáncer de tiroides fue en 2020 el noveno cáncer más diagnosticado a nivel mundial, por delante de la leucemia, el de páncreas, el linfoma o el de vejiga. En sus estimaciones para la totalidad del año 2023, consideran que en España se diagnosticarán durante este año 1.433 nuevos casos de esta enfermedad. La prevalencia, claro está, es más alta, y se sitúa en los 17.857 afectados.

En algunos casos, como los microcarcinomas papilares, se puede recomendar al paciente no realizarse ningún tipo de tratamiento

Respecto a su peligrosidad, teniendo en cuenta que no existe el cáncer que no sea extraordinariamente malo, el de tiroides es de los que tienen un mejor pronóstico. Según datos de la SEOM, la supervivencia observada neta a los cinco años del cáncer de tiroides de los pacientes que fueron diagnosticados en el periodo 2008-2013 alcanza el 82,3% en el caso de los hombres y 88,9% en el caso de las mujeres. De hecho, solo los tumores de próstata y de testículo tienen un pronóstico igual de bueno.

A pesar de esto, acudir al médico si presentamos los síntomas clave es fundamental. Es por esto que, desde Alimente, vamos a analizar, punto por punto, cuáles son los factores de riesgo, qué dolencias son una señal de aviso de que la enfermedad podría estar presente, en qué consiste y cuál es el tratamiento. Pero vamos por partes.

Qué es la tiroides y su cáncer asociado

Se trata de una glándula situada en la base de nuestra garganta, justo por debajo de la nuez, con forma de mariposa y que libera diversas hormonas encargadas de regular, entre muchas funciones, el rimo cardiaco, la tensión sanguínea, la temperatura corporal, así como la acumulación de grasa en nuestro organismo. Como explican desde la SEOM, esta glándula genera tres tipos de hormonas: la T3, la T4 y la calcitonina. Para producirlas, necesita un elemento químico muy particular: el yodo, que debe ser ingerido a través de nuestra dieta (y en casos peligrosos de insuficiencia, ser administrado en forma de suplementos).

Decimos que se padece un cáncer de tiroides cuando en esta glándula aparecen crecimientos anormales producidos por la reproducción incontrolada de algunas células que tienen un carácter infeccioso (aquí radica la diferencia entre los tumores benignos y malignos, en su capacidad de extenderse -o no- a otras áreas de nuestro cuerpo).

Cuáles son los síntomas

Al principio, explican desde la reputada Clinica Mayo, en EEUU, los tumores de tiroides no presentan un cuadro clínico claro. La ausencia de síntomas en sus etapas iniciales es una de las principales causas de que se retrase el diagnóstico más de lo que debería. A pesar de eso, según crece el tumor, pueden aparecer los primeros síntomas, como son la inflamación del cuello, la dificultad para tragar y, también, los cambios en nuestra voz (provocados por la presión anormal que ejerce el tumor sobre nuestras cuerdas vocales).

placeholder Ecografía de tiroides, uno de los métodos diagnósticos más comunes. (iStock)
Ecografía de tiroides, uno de los métodos diagnósticos más comunes. (iStock)

Desde la Clínica Mayo nos aportan una lista completa de los síntomas del cáncer de tiroides:

  • Una bola en el cuello que se puede sentir palpando la piel.
  • Nódulos linfáticos inflamados en el cuello.
  • Dificultad para tragar.
  • Una sensación de que las camisas completamente abrochadas aprietan mucho más de lo habitual.
  • Cambios en la voz, especialmente una ronquera persistente que no desaparece.
  • Dolor continuo en el cuello y en la garganta, que no tiene que depender necesariamente del acto de tragar.

En el caso de que sintamos alguno de estos síntomas, lo más prudente será asistir a nuestro médico. No debemos esperar, en ningún caso, a que aparezca más de uno.

Causas y tipos de cáncer de tiroides

Estos crecimientos incontrolados se deben a que las células de la tiroides responsables desarrollan cambios en su ADN (normalmente llamados mutaciones). En la mayor parte de los casos, esas mutaciones son inofensivas (pues implican, principalmente, la muerte -o no proliferación- de la célula afectada), pero en determinados casos, esa alteración genética conlleva la multiplicación descontrolada de la célula (al igual que la de su descendencia).

Esas células, además, son capaces de invadir tejido sano y producir una multiplicación de esos órganos infectados (proceso llamado metástasis).

placeholder La palpación de la tiroides es lo primero que realizará el médico. (iStock)
La palpación de la tiroides es lo primero que realizará el médico. (iStock)

Los tipos de cáncer de tiroides se clasifican en dos grandes grupos.

El primero son los cánceres de tiroides diferenciados. Estos son los que tienen lugar en células de la tiroides que, en un estado sano, producen y almacenan hormonas tiroideas (llamadas células foliculares). Dentro de esta gran clasificación existen tres subgrupos:

  • Cáncer de tiroides papilar. Se trata de la variedad más común. El grupo de población más afectado por él son las personas con edades comprendidas entre los 30 y los 50 años. No se trata (en la mayor parte de los casos) de cánceres agresivos y el tratamiento resulta muy efectivo.
  • Cáncer de tiroides folicular. Es poco frecuente y se suele dar en mayores de 50 años. A pesar de su rareza, no suele propagarse a los ganglios linfáticos (que suele ser la autopista por la que las células cancerosas recorren el cuerpo y se instalan en otros órganos). En el caso de que acabe metastatizando, suele hacerlo a los pulmones y a los huesos.
  • Cáncer de células de Hürthle. También poco frecuente. Sus síntomas, diagnóstico y tratamiento varía con respecto a las variedades más comunes. Esto, en parte, se debe a que es un cáncer agresivo que tiende a expandirse por el cuello, creando estructuras e invadiendo, finalmente, otras partes de nuestro organismo de forma rápida.
  • Cáncer de tiroides poco diferenciado. Se trata de uno de los más peligrosos (y de los más desconocidos). Aunque es muy raro, también es el tipo de cáncer diferenciado más agresivo y, por desgracia, no responde a los tratamientos habituales.
Foto: Modelo anatómico del sistema reproductor masculino. (iStock)

Además, existen otros tres grandes grupos (con características especiales que los separan de los diferenciados):

  • Cáncer de tiroides anaplástico. Otro de los peligrosos. A pesar de ser raro, se reproduce con rapidez y resulta, según explican desde la Clínica Mayo, difícil de tratar. Los tratamientos, a pesar de no ser muy efectivos eliminando la enfermedad, sí que pueden ralentizarla. Suele aparecer en personas mayores de 60 años de edad. Es tan agresivo que sus síntomas pueden hasta provocar dificultad para respirar, dada la presión que ejerce el tumor sobre la tráquea.
  • Cáncer medular de tiroides. Es el que afecta a las células que producen una de las hormonas mencionadas anteriormente, la calcitonina (denominadas células C). Este crecimiento provoca que los niveles de esta hormona en el torrente sanguíneo aumenten de forma desproporcionada (lo que puede permitir un diagnóstico muy temprano). Se ha documentado que una elevada proporción de estos casos tiene un componente hereditario. A pesar de esto, sigue siendo raro.

Además, existen algunos otros tipos que se consideran muy poco frecuentes, menos comunes que las enfermedades raras, como puede ser el linfoma de tiroides o el sarcoma de tiroides.

Factores de riesgo del cáncer de tiroides

Algunas condiciones médicas discriminan entre diferentes grupos de población. Este también es el caso del cáncer de tiroides. Desde la Clínica Mayo informan de que los principales factores de riesgo son:

Ser mujer. Este cáncer es considerablemente más común entre el sexo femenino que en el masculino. Las causas de que esto sea así no están, a día de hoy, demasiado claras, pero todo parece apuntar que los niveles de estrógenos podrían jugar un papel importante.

placeholder Foto: iStock.
Foto: iStock.

Exposición a radiación. Las células de la tiroides son especialmente sensibles a la radiación ionizante, como la que se utiliza en tratamientos de radioterapia o en las pruebas diagnósticas como las radiografías y los TAC. Del mismo modo, algunos accidentes nucleares (como el de Chernóbil) liberan a la atmósfera yodo radioactivo, que de entrar en contacto con él, puede almacenarse en la tiroides.

Síndromes genéticos hereditarios. Como apuntábamos anteriormente, determinadas alteraciones de nuestros genes pueden aumentar el riesgo que tenemos de desarrollar cáncer en nuestra glándula tiroidea.

Diagnóstico del cáncer de tiroides

Si presentamos alguno de los síntomas de esta enfermedad, deberemos acudir rápidamente a nuestro médico de cabecera. En el caso de que nuestros síntomas, en efecto, apunten hacia este problema de salud, los facultativos nos harán una serie de exámenes y pruebas:

  • Examen físico. Consiste en la palpación del cuello, principalmente la tiroides y el área circundante, en busca de algún bulto que pueda confirmar crecimientos excesivos de células. Del mismo modo nos realizarán una entrevista para comprender si tenemos alguno de los factores de riesgo.
  • Análisis de sangre. Se realiza con el objetivo de estudiar la función tiroidea. Si los niveles de las hormonas T3, T4 o calcitonina son anormales, podría significar que existen demasiadas células produciéndolas.
  • Pruebas de imagen. Si las pruebas anteriores apuntan a un tumor tiroideo, o si son inconcluyentes, se puede proceder a realizar una ecografía para obtener imágenes precisas de la estructura y formación de la glándula. También se pueden realizar resonancias o TAC.
  • Biopsia. De encontrar crecimientos anormales, se extraerá una pequeña muestra de tejido para proceder a su análisis en un laboratorio. El resultado de esta prueba suele ser definitivo.
  • Diagnóstico por imagen con marcadores radioactivos. Como comentábamos anteriormente, la tiroides absorbe algunas sustancias que pueden tener isótopos radioactivos (como el yodo). Esto permite que, con la utilización de una cámara especial (que detecta la radiación), se pueda ver qué zonas de la tiroides absorben este isótopo y cuáles no. Dado que las células absorben el yodo, esta prueba puede iluminar células de la tiroides desprendidas que se encuentren en zonas del cuerpo muy alejadas de la tiroides.
  • Pruebas genéticas. Dada la estrecha correlación entre diversas enfermedades y trastornos de nuestro ADN con el cáncer de tiroides, es posible llevar a cabo una secuenciación de nuestro código genético para confirmar que tenemos (o no) esos problemas.

Una vez finalizadas estas pruebas, nuestro oncólogo procederá a determinar en qué estadio se encuentra la enfermedad con un número entre 1 y 4 (siendo 1 el más temprano y fácil de tratar, y el 4 el más avanzado y peligroso). Dependiendo del tipo de cáncer de tiroides, se aplicará una escala que puede variar para adaptarse a la progresión normal de la enfermedad.

Cómo se trata el cáncer de tiroides

Este dependerá, siempre, del criterio del médico, el tipo de tumor y el estadio en el que se encuentre. Del mismo modo, los facultativos tendrán también en cuenta la opinión del paciente y, en muchas ocasiones, podrán ofrecernos alternativas. La mayor parte de las veces, debido a que es un cáncer que no suele ser agresivo y que se detecta de forma prematura, el pronóstico suele ser excelente.

Hay que tener en cuenta que, en algunos casos, como el de los microcarcinomas papilares (de minúsculo tamaño), se puede recomendar al paciente no realizarse ningún tipo de tratamiento, debido a la poca agresividad del tumor, que tiene, según explican desde la Clínica Mayo, "poco riesgo de crecer o diseminarse". En estos casos se procede a realizar una vigilancia muy frecuente y activa del tumor para controlarlo. Normalmente, aunque esto puede depender de diferentes protocolos médicos, se realizarán entre 2 y 3 análisis de sangre y ecografías al año.

En el supuesto de que el microtumor crezca, sí se comenzará con el tratamiento habitual.

Este suele consistir, para empezar, en una cirugía que tiene el objetivo de eliminar las partes afectadas por el tumor, pero que en casos graves puede provocar la extirpación completa de la glándula tiroides. Del mismo modo, también se pueden extirpar de forma completa o parcial los ganglios linfáticos del cuello, si el equipo médico cree que pueden estar también comprometidos.

placeholder La tiroides, en rojo. (iStock)
La tiroides, en rojo. (iStock)

El segundo tratamiento más habitual es la terapia hormonal tiroidea. La idea de este procedimiento es reemplazar las hormonas tiroideas depués de la cirugía o suprimir el crecimiento de las células cancerosas de la tiroides. Existe una hormona, llamada hormona estimulante de la tiroides, producida por la glándula pituitaria, que aumenta el funcionamiento de la tiroides, así como el de las células cancerosas que en ella se pueden encontrar. Es por esto que se puede proceder a eliminar químicamente ese precursor del crecimiento tiroideo con el objetivo de limitar la progresión del cáncer.

En tercer lugar, se puede recurrir al yodo radioactivo. Lo que puede ser una causa de cáncer de tiroides también puede ser un tratamiento. La administración de este isótopo radoiactivo se realiza con el objetivo de que destruya las células tiroides, así como las cancerosas que puedan quedar después de la cirugía. Este tratamiento solo suele realizarse en determinados tipos de cáncer de tiroides diferenciados. Durante el tratamiento, que solo dura unos días, es posible que nos obliguen a mantenernos alejados de otros seres humanos y animales, pues la radiación puede ser tóxica para ellos.

Por último, en la lista de tratamientos comunes del cáncer de tiroides tenemos la ablación por alcohol. Esta consiste en la inyección de etanol en tumores pequeños con la ayuda de una ecografía para guiar la aguja hasta el lugar preciso. El alcohol tiene el peculiar efecto en las células tiroideas de hacer que reduzcan considerablemente su tamaño. No es un tratamiento muy habitual y se suele utilizar en personas cuyo estado de salud no se considera lo suficientemente bueno como para ser sometidas a una cirugía.

Foto: El diagnóstico precoz es esencial. (iStock)

Además de estos cuatro tratamientos, en el caso de que el cáncer de tiroides se encuentre en un estadio más avanzado, se puede proceder a realizar otra serie de procedimientos. Los más comunes son la radioterapia (que consiste en la administración de un haces de alta energía -como rayos X- a las zonas afectadas por el tumor y que matan las células que tocan), la quimioterapia (tratamiento con medicamentos diseñados para evitar la mitosis -reproducción- de células que se dividen rápidamente). Por último, en el caso de que el cáncer se haya expandido hacia los pulmones, el hígado o los huesos, es posible administrar "tratamientos de destrucción de células cancerosas por calor y frío", explican desde la Clínica Mayo. Tanto las bajas como las altas temperaturas son capaces de provocar la muerte celular selectiva. En el caso del calor, el tratamiento se denomina ablación por radiofrecuencia, y en el del frío, crioablación.

Todo esto hace que la detección y tratamiento del cáncer de tiroides sea relativamente fácil y, por tanto, su pronóstico resulte masivamente favorable. A pesar de esto, es importante mantenernos alerta (sobre todo si tenemos algún factor de riesgo) para que, en el caso de que lo padezcamos, podamos hacerle frente de forma efectiva cuanto antes.

Cuando hablamos de cáncer, podemos tender a pensar en los que consideramos los más comunes: pulmón, próstata, mama, colon o incluso páncreas. Pero la realidad es que algunos de los que tienen una mayor prevalencia pasan casi desapercibidos por parte de la población general. Esto, por desgracia, supone un riesgo, porque es posible que, si tenemos la mala suerte de ser uno de los afectados, no estemos tan atentos como deberíamos a los síntomas que pueden alertarnos de su presencia.

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