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Las claves de la diabetes tipo 2: causas, síntomas, diagnóstico y peligros de esta enfermedad
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un problema metabólico

Las claves de la diabetes tipo 2: causas, síntomas, diagnóstico y peligros de esta enfermedad

Este problema hormonal tiene serias consecuencias en todo nuestro organismo. Pérdida de sensibilidad, de audición, ceguera, problemas cardiacos y vasculares... No son pocas las complicaciones que acarrea

Foto: Foto: iStock.
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La biología, no solo la del ser humano, sino la de todo ser vivo sobre la faz de la Tierra, es un reloj extraordinariamente preciso y complicado. Está formado por miles de procesos químicos y físicos, únicos, que se aseguran de mantener cada una de las piezas funcionando al unísono. Cierto es que, en nuestro día a día, estamos familiarizados con algunos de ellos (a fin de cuentas es a lo que se dedican todas las proteínas, enzimas, hormonas, neurotransmisores... de nuestro organismo).

Cuando alguno de esos procesos químicos falla, una de las consecuencias más habituales es que padezcamos una enfermedad (no hay que olvidar que la definición oficial de esta palabra es "el estado producido en un ser vivo por la alteración de la función de uno de sus órganos o de todo el organismo"), y una de las más conocidas y de las más temidas es la diabetes, en concreto el tipo 2.

Con la diabetes, las células dejan de responder a las órdenes de absorber glucosa que les da la insulina y controlar así los niveles de azúcar

Aunque, como muchas otras enfermedades, el factor hereditario puede jugar un papel fundamental, la aparición de la diabetes tipo 2 está en muchos sentidos ligada a nuestro estilo de vida, por lo que conocer los factores de riesgo, así como los síntomas que delatan su presencia, en qué consiste la enfermedad, los tratamientos disponibles y el pronóstico a medio y largo plazo es esencial.

Qué es la diabetes tipo 2

Como explican desde la reputada Clínica Mayo en EEUU, esta enfermedad se caracteriza por la incapacidad de nuestro cuerpo para regular y usar los niveles de glucosa (azúcar) en sangre como combustible. A medio plazo, esto provoca un aumento de la cantidad de glucosa que circula por nuestro torrente sanguíneo. A pesar de que necesitamos, sí o sí, la glucosa para sobrevivir, una cantidad excesiva es muy perjudicial, dado que puede provocar daños irreversibles en los sistemas circulatorio, nervioso e inmunitario.

Se produce por dos factores relacionados entre sí. El primero es que las células de nuestro organismo, principalmente las musculares, las adiposas (grasas) y las hepáticas (hígado), adquieren una resistencia a la molécula de la insulina, que es la encargada de regular los niveles de esta (el marcador que les dice que absorban glucosa). Esto provoca que los niveles de glucosa no desciendan como deberían.

Foto: La enfermedad renal crónica ya es un problema de salud pública. (iStock)

El segundo es que el páncreas, el órgano que se ocupa de la generación de la insulina, no puede producir la cantidad suficiente como para obligar a dichas células a absorber la glucosa y controlar así los niveles de azúcar en sangre.

El mecanismo por el que se genera insulina es relativamente sencillo. En primer lugar, consumimos azúcar (ya sea en forma de hidratos de carbono, que se rompen fácilmente en moléculas de glucosa que entran en nuestro torrente sanguíneo, o con la metabolización de grasas y proteínas, que es un proceso algo más largo pero efectivo). Esos niveles elevados de azúcar son detectados por nuestro sistema nervioso, que ordena al páncreas generar insulina para contrarrestarlo. Esa insulina entra junto al azúcar en nuestra sangre y recorre el cuerpo, ordenando a las células absorber glucosa. Esto provoca que el nivel de azúcar disminuya y el sistema nervioso ordena al páncreas dejar de generar insulina. Eso, una y otra vez, en busca de un equilibrio.

Los factores de riesgo

La aparición de la diabetes tipo 2, a pesar de la relevancia del factor hereditario (nuestras probabilidades de sufrir la enfermedad aumentan si alguno de nuestros progenitores la padece) es muy dependiente de nuestro estilo de vida (al contrario de lo que ocurre con el tipo 1). Los factores de riesgo reconocidos son:

  • Sobrepeso. Los índices de masa corporal malsanos, llegando hasta la obesidad.
  • Distribución de la grasa corporal. Se ha demostrado que la acumulación de grasa abdominal, en vez de en las caderas o en los muslos, está relacionada con unas mayores probabilidades de padecer la enfermedad. Según datos de la Clínica Mayo, se considera que los hombres con una circunferencia de la cintura de más de 101,6 cm son un grupo de población de riesgo, y en el caso de las mujeres, si esta medida supera los 88,9 cm.
  • Inactividad física. El ejercicio (o en este caso su ausencia) juega un papel fundamental en el desarrollo de la enfermedad. Esto se debe a que actúa de dos formas diferentes. Por un lado, reduce la cantidad de glucosa en sangre. Por el otro, es capaz de prevenir o remediar otros factores de riesgo como el sobrepeso.
  • Colesterol en sangre. Se ha descubierto que los niveles bajos de lipoproteínas de alta densidad (HDL), también conocidas como colesterol bueno, aumentan el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
  • Edad. Al contrario de lo que ocurre con el tipo 1, el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 aumenta sustancialmente con la edad, sobre todo a partir de los 35 años.
  • Diabetes gestacional. Aunque no se trata de la misma enfermedad, las mujeres que hayan padecido esta afección o que hayan dado a luz a bebés con un peso superior en el momento del parto a los 4 kg tienen un riesgo mayor de padecer diabetes tipo 2.
  • Ovario poliquístico. Aunque las razones todavía no están muy claras, a pesar de investigarse con ahínco, se ha observado una clara correlación entre este problema de salud ginecológico y la diabetes tipo 2.

Los síntomas

El inicio de la enfermedad es silencioso. La diabetes tipo 2 no se detecta el día que aparece, sino que sus síntomas se van haciendo día a día algo más evidentes. Este proceso, explican desde la Clínica Mayo, puede prolongarse durante años hasta que aparecen los síntomas. Los más importantes son:

  • Aumento de la sensación de sed.
  • Una mayor frecuencia urinaria.
  • Aumento del apetito.
  • Pérdida de peso involuntaria.
  • Fatiga crónica.
  • Visión borrosa.
  • Llagas de larga duración que no sanan o tardan mucho en hacerlo.
  • Infecciones, sobre todo en las extremidades.
  • Entumecimineto y hormigueo de pies y manos.
  • Problemas cutáneos, caracterizados por parches de piel oscura en axilas y cuello.

Complicaciones

Al tratarse de una enfermedad sistémica metabólica, su repercusión en nuestra salud es absolutamente mayúscula. Esto supone que pueden aparecer, según va avanzando, una serie de problemas graves, como explican desde la Clínica Mayo:

Enfermedades cardiovasculares. Los problemas de corazón o de vasos sanguíneos son algunos de los más comunes entre los pacientes de diabetes tipo 2. Trombos, embolias, ateroesclerosis, hipertensión o ictus son solo algunas de las más comunes.

Daños nerviosos. Los problemas con la gestión de nuestros niveles de glucosa pueden dañar (e incluso destruir) los nervios de nuestro cuerpo. Esta es una de las principales razones de que aquellos que tienen diabetes noten una sensación de hormigueo en las extremidades o, incluso, una pérdida total de la sensibilidad. Por otra parte, también pueden quedar dañadas las vías nerviosas del corazón o del tracto digestivo, lo que puede provocar arritmias, vómitos, náuseas, diarrea o estreñimiento. Por último, solo en el caso de los hombres, los mencionados daños nerviosos puede causar disfunción eréctil.

placeholder La dieta mediterránea es perfecta para los diabéticos. (iStock)
La dieta mediterránea es perfecta para los diabéticos. (iStock)

Enfermedad renal. La diabetes es una de las principales causas de que en España haya tantos casos de enfermedad renal crónica. Es probable que, según avance la diabetes, aquellos que la padecen puedan necesitar diálisis o, incluso, un trasplante de riñón.

Pérdida de visión. El avance de la enfermedad puede provocar daños oculares, resultando en enfermedades de la vista como pueden ser las cataratas o el glaucoma. Además, debido a su efecto sobre los vasos sanguíneos, es posible que la diabetes cause la muerte de parte de nuestra retina, provocando una pérdida irreversible de la vista.

Infecciones cutáneas. Este tipo de invasiones por patógenos externos aumentan en los pacientes de diabetes tipo 2, tanto por bacterias como por hongos. Esta es una de las razones de que la candidiasis sea tan común entre los pacientes de diabetes (incluso en los que no están diagnosticados).

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Largo proceso de cicatrización. Las heridas (como llagas o cortes) en la piel tardan mucho más en sanar. Esto, en primer lugar, aumenta el riesgo de infección. En segundo lugar, si sumamos los patógenos a una posible pérdida de la sensibilidad en las zonas afectadas, el riesgo de que sea necesario realizar una amputación de los miembros afectados aumenta considerablemente entre los pacientes de diabetes.

Problemas de oído. Se ha detectado que las personas que sufren diabetes tipo 2 tienden a sufrir una pérdida de audición más relevante que la que ocurre entre personas sanas.

Problemas para dormir. La apnea del sueño, explican desde la Clínica Mayo, es común entre aquellos afectados por la diabetes tipo 2. Esto, apuntan desde la reputada institución médica, puede deberse a que, del mismo modo, la obesidad es un factor de riesgo principal en el desarrollo de este problema respiratorio.

Demencia u alzhéimer. Se ha observado un aumento de la incidencia de alzhéimer y demencia entre aquellos afectados por la diabetes tipo 2 aunque no se han descubierto los mecanismos por los que esto tiene lugar. Del mismo modo, también se ha observado un deterioro acelerado de la memoria y otras capacidades cognitivas entre aquellos que sufren la enfermedad metabólica.

¿Cómo se diagnostica la diabetes?

Si hemos presentado alguno de los síntomas anteriormente mencionados, debemos acudir cuanto antes al médico. Este, siguiendo el protocolo, nos realizará (o mandará que se nos realicen) una serie de pruebas y test para determinar qué es lo que nos pasa (y si es diabetes, claro). Como explican desde la Clínica Mayo, la prueba principal (y con la que se suelen determinar la mayor parte de los casos) es una prueba de hemoglobina glucosilada A1C.

Este análisis es capaz de determinar el nivel promedio de glucosa en sangre en los últimos dos o tres meses. El problema (y lo que hace de esta prueba un recurso tan vital) es que si se hace un simple análisis de sangre en un momento dado, la glucosa puede estar alta o baja tanto si sufres diabetes como si no. Los niveles que se consideran clave son:

  • Glucosa media por debajo del 5,7%. Este es el valor normal e indica que no existe problema alguno.
  • Entre el 5,7% y el 6,4%. Es en este momento cuando se considera que el paciente se encuentra en un estado de prediabetes. La resistencia a la insulina ha aumentado, pero todavía no existen síntomas claros.
  • Más del 6,4%. Significa que el paciente sufre diabetes siempre y cuando este resultado haya dado positivo en dos pruebas distintas.

En el caso de que el paciente presente algún tipo de problema de salud que haga que la prueba no sea fiable, se puede recurrir a otra serie de pruebas como pueden ser varios exámenes aleatorios de glucosa en sangre, un examen de glucemia en ayunas o un examen de tolerancia oral a la glucosa (que es muy común durante el embarazo).

Tratamiento de la diabetes

Debido a la radical importancia que tiene nuestro estilo de vida tanto en la aparición como en el desarrollo de la enfermedad, se suele recomendar a los pacientes adquirir hábitos de vida saludables. Los principales tratamientos son:

  • Cambio de la alimentación. Se recomienda un horario regular en las comidas, una reducción del tamaño de las porciones, el aumento de la ingesta de fibra alimentaria, sobre todo la que venga de frutas y verduras sin almidón, así como de cereales integrales; la ausencia de granos y harinas refinadas, una reducción de la cantidad de lácteos grasos y carnes con alto contenido de lípidos y la sustitución de los aceites por otros sanos, como el AOVE.
  • Del mismo modo, se aconseja realizar un serio aumento de la actividad física en aquellos que padecen diabetes, con el objetivo de reducir la cantidad de glucosa en su torrente sanguíneo. Es necesario hacer una puntualización aquí, dado que es recomendable que este ejercicio sea de tipo aeróbico (resistencia) en vez de musculación.
placeholder Agujas de insulina. (iStock)
Agujas de insulina. (iStock)
  • Control de la glucosa. Dado el peligro que suponen los niveles altos de esta molécula en sangre, los pacientes de diabetes deberán, de forma rutinaria, realizarse a sí mismos pruebas para saber en qué rango se encuentran. Se suele utilizar un medidor de glucosa (para el que se da un pequeño pinchazo que provoca un muy leve sangrado). Otros mecanismos pueden ser los test de glucosa en orina.
  • Medicamentos. El más conocido, la insulina, suele empezar a utilizarse cuando la enfermedad está más avanzada. Se considera muy efectivo (aunque requiere mediciones constantes de los niveles de azúcar, así como administraciones periódicas). Otros tratamientos farmacológicos ampliamente utilizados son la metformina, que disminuye la fabricación de glucosa por parte del hígado; las sulfonilureas y las glinidas, que, como explican desde la Clínica Mayo, ayudan al organismo a aumentar su producción natural de insulina; las tiazolidinedionas, que aumentan la sensibilidad de las células a la insulina; los inhibidores de la dipeptidil-peptidasa 4, que de forma moderada disminuyen los niveles de glucosa, o los antagonistas del receptor del glucagón tipo 1 (conocidos como GLP-1), destinados a reducir la velocidad a la que tiene lugar la digestión, lo que hace que la glucosa entre en el torrente sanguíneo de forma más moderada.

La diabetes tipo 2 es una enfermedad muy seria que requiere un control médico constante, dado que sus complicaciones pueden ser más que peligrosas. En el momento en el que notemos alguno de los síntomas, sobre todo si tenemos antecedentes familiares o estamos en otro grupo de riesgo, debemos acudir al médico cuanto antes.

La biología, no solo la del ser humano, sino la de todo ser vivo sobre la faz de la Tierra, es un reloj extraordinariamente preciso y complicado. Está formado por miles de procesos químicos y físicos, únicos, que se aseguran de mantener cada una de las piezas funcionando al unísono. Cierto es que, en nuestro día a día, estamos familiarizados con algunos de ellos (a fin de cuentas es a lo que se dedican todas las proteínas, enzimas, hormonas, neurotransmisores... de nuestro organismo).

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