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Relativizar es la clave para lograr la felicidad
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'TENER PERSPECTIVA'

Relativizar es la clave para lograr la felicidad

Aprender a dar a las cosas la importancia que realmente tienen (y no la que percibimos desde nuestros puntos de vista subjetivos) es esencial para lograr el estado mental al que todos aspiramos

Foto: Foto: iStock.
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En la actualidad vemos como personas que tienen todo lo que se puede necesitar (familia, amistades, salud, trabajo, etc) entran en situaciones de estrés y ansiedad por, digamos, “la gota que colma el vaso”. Mucha de esa presión viene dada por el entorno en el que nos encontramos, por la familia, por nuestro grupo social, por nuestro entorno laboral, incluso por la edad; qué trabajo tenemos, qué ingresos, qué potencial, qué estudios, si tenemos o no familia, si le dedicamos o no tiempo, lo que esperan de nosotros nuestros más allegados, y últimamente, las redes sociales: cuántos seguidores tenemos, cuántos likes...

"La satisfacción por el trabajo bien hecho, terminado en su momento, retrata a la persona que lo hace"

Estas situaciones de riesgo se pueden controlar si aprendemos a relativizar; es decir, aprender a darles a las cosas que nos pasan la importancia que realmente tienen. Hay que tener capacidad para valorar los hechos que nos suceden en su justa medida. Eso es fácil de decir, pero más difícil de poner en práctica. Para hacer esto en nuestra vida ordinaria, que es un modo de combatir la ansiedad, son necesarias las siguientes premisas:

  1. Saber valorar los sucesos con una visión a futuro. Esto quiere decir que seamos capaces de mirar en la lejanía, no quedándonos en la anécdota negativa de ese momento o de esa circunstancia. Para eso hace falta tener una buena inteligencia emocional, utilizando bien todos los componentes de la afectividad (sentimientos, emociones, pasiones, etc) y los instrumentos de la razón (lógica, el pensamiento operativo, el ser muy práctico a la hora de elaborar una respuesta, etc). Evitar el apasionamiento excesivo o la reacción brusca que se salga de lo que debería ser normal.
  2. Desdramatizar. Evitar convertir un problema real en un drama. Muchas veces puede ser por la inmediatez de los sucesos o por la sorpresa de su aparición, y reaccionamos de forma desproporcionada, dramática, contundente, de forma exagerada, haciendo que los demás tengan una reacción de rechazo hacia nosotros por escudarse de ese momento de ímpetu. Hay que sopesar los sucesos.
  3. Tener una reacción que sea proporcionada a lo ocurrido. Esto no es otra cosa que un aprendizaje que entraría dentro de la experiencia de la vida, que es un saber acumulado que se ha ido depositando en uno mismo a lo largo de la biografía y que tiene una enorme importancia.

Si aprendemos a relativizar de forma sana, dando a las cosas la importancia que realmente tienen, estamos un paso más cerca de alcanzar la felicidad que es la llamada universal de todo ser humano. Todo hombre quiere por encima de todo alcanzar la felicidad, pero pocos realmente lo consiguen. Da la impresión de que la felicidad no es de este mundo. Como si fuera algo fugaz que circula a nuestro alrededor, pero que nunca llegara a invadirnos interiormente. ¿Cómo se puede definir? Podemos decir que es todo aquel conjunto de cosas buenas que cualquier hombre es incapaz de no querer. Pero hay que decir antes que nada que la felicidad es un estado de ánimo, es una experiencia subjetiva, interior, que analiza la propia vida y extrae de ella una impresión positiva (felicidad) o negativa (infelicidad).

Se siente feliz aquella persona ocupada en desarrollar esa inclinación natural, esforzándose por llenar su vida de contenido, superando todas las dificultades que irán surgiendo con el tiempo en el intento de conseguir esa empresa. ¿Qué cosas son las que pueden hacer feliz al hombre? ¿El dinero, la riqueza, el poder, la fama, la gloria, la salud, el bienestar, los distintos placeres, el verse libre de preocupaciones? La felicidad es siempre una ilusión, un proyecto incompleto, inacabado, que está siempre en proceso. Pero de una forma concreta, la felicidad descansa sobre dos pilares: encontrarse a sí mismo, por un lado, y tener un proyecto de vida, por otro. Ahí se esconde la felicidad, desde mi punto de vista.

Foto: Foto: iStock.

Ser feliz es, por tanto, aquella operación que hace el hombre, gracias a la cual tiene una personalidad equilibrada, hecha, sólida, firme, con sello propio, con la cual se siente identificado, a gusto, satisfecho, tranquilo, en paz interior. Esta es la puerta inicial de entrada a la felicidad. Una persona desequilibrada, desajustada, neurótica, inmadura, sin hacer, será muy difícil que se sienta feliz, porque no se ha encontrado consigo misma, no ha hallado la clave para armonizarse por dentro y tener una conducta adecuada y positiva por fuera.

El proyecto de vida no es otra cosa que anticipar el futuro programándolo de forma aproximada. El proyecto personal debe tener cuatro ingredientes esenciales: amor, trabajo, cultura y amistad. Estas van a ser las notas fundamentales que lo definen. Si la felicidad es proyecto, futuro, anticipación quiere decir que la felicidad consiste en vivir con ilusión, en vivir hacia delante, con esperanza.

"El amor es, así, un regalo de la naturaleza, gracias al cual la vida se ilumina y todo cobra un relieve especial"

El amor es la pieza clave de la felicidad. No hay felicidad sin amor. Por el amor tiene sentido la vida. Nada hay tan grande como el amar. El amor es fuerza que nos impulsa a seguir buscando nuevos caminos a recorrer. Pero existe una gran variedad de estilos y formas de amar. Desde el amor a la patria, pasando por el amor a la justicia, al orden, las antigüedades, hasta llegar al amor entre un hombre y una mujer, o el amor a Dios. Aquí nos vamos a referir especialmente al amor humano, al que se establece entre dos personas.

Según esto, podemos afirmar que el amor es un sentimiento grato, positivo, gozoso, de alegría, mediante el cual quedamos prendidos de otra persona, con la que queremos compartir la vida. El amor es, así, un regalo de la naturaleza, gracias al cual la vida se ilumina y todo cobra un relieve especial. No hay que perder de vista que el amor es como un fuego que hay que alimentar a base de cosas pequeñas; primero arde el material más ligero y después arden los ingredientes más pesados, que le darán estabilidad al fuego.

El trabajo es algo decisivo en la vida de un hombre. Nos pasamos la vida trabajando. No hay felicidad sin amor y sin trabajo, ambos conjugan el verbo ser feliz. La satisfacción por el trabajo bien hecho, terminado en su momento, retrata a la persona que lo hace.

La cultura es libertad, porque es criterio y saber a qué atenerse. La cultura es lo que queda después de haber olvidado todo lo aprendido. Esta diseña un modelo humano, un modo de adecentar la realidad. La cultura llega a convertir cualquier pirueta personal en algo inteligente.

Foto: Las personas felices siguen un ritual cada día y alcanzan la paz mental. (Cookie_studio para Freepik)

La amistad es, como dije en un artículo anterior, más duradera que el amor, pero menos intensa; requiere cuidados y mucha atención. Está sujeta a los vientos exteriores, a las vicisitudes y altibajos de la vida.

Felicidad es conseguir que lo que uno soñó en sus años de juventud se haga realidad, pero sabiendo moderar las ambiciones.

En la actualidad vemos como personas que tienen todo lo que se puede necesitar (familia, amistades, salud, trabajo, etc) entran en situaciones de estrés y ansiedad por, digamos, “la gota que colma el vaso”. Mucha de esa presión viene dada por el entorno en el que nos encontramos, por la familia, por nuestro grupo social, por nuestro entorno laboral, incluso por la edad; qué trabajo tenemos, qué ingresos, qué potencial, qué estudios, si tenemos o no familia, si le dedicamos o no tiempo, lo que esperan de nosotros nuestros más allegados, y últimamente, las redes sociales: cuántos seguidores tenemos, cuántos likes...

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