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Estas son las tres epidemias modernas
  1. Bienestar
'TENER PERSPECTIVA'

Estas son las tres epidemias modernas

Las peculiaridades de nuestros tiempos nos han llevado a sufrir determinados problemas mentales que debemos atajar cuanto antes. Además, son capaces de afectar a todos los rangos de edad

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Vivimos tiempos de extravío. Hoy conviven al mismo tiempo tres epidemias majestuosas: la depresión, el estrés y la ruptura de pareja. No sabría decir el orden de llegada… Habría mucha tela que cortar para situar su cronología, pero lo que sí me parece evidente es que están las tres en primer plano de la realidad social. El mundo se ha vuelto un formidable contraste. Veo mucha gente desorientada en lo principal… Perdida, sin rumbo, como flotando.

Epidemia significa enfermedad que se propaga durante algún tiempo en una zona y afecta simultáneamente a gran número de personas. Se trata de un fenómeno colectivo, que tiene a expandirse y cuyas raíces pueden ser analizadas y puestas al descubierto con el fin de ver qué se puede hacer para corregirlo.

"La depresión es la enfermedad de la melancolía. La palabra ha pasado al lenguaje coloquial y su uso y abuso está a la orden del día"

La psicología se ha vuelto el nuevo sistema global de referencia y de interpretación de la realidad, igual que, en referencia a los idiomas, el inglés es ahora la lengua internacional por excelencia; es el latín moderno. El mundo se ha psicologizado. Antes psicología y psiquiatría sonaban raro, y ser psiquiatra era una cosa extraña, curiosa… Hoy los psiquiatras nos hemos convertido en los médicos de cabecera. El psiquiatra se cuela, bucea, se mete en los entresijos de esos hechos y busca las razones por las que esto (las tres epidemias de la que hablamos) se ha ido dando, intentando poner orden y concierto en una realidad personal, notarial, que está ahí y que es menester explicar.

La depresión es la enfermedad de la melancolía. La palabra ha pasado al lenguaje coloquial y su uso y abuso está a la orden del día. Hay dos tipos, dos modalidades: las endógenas, que vienen de dentro y que son debidas a un desorden bioquímico cerebral complejo, que tienen un fondo hereditario y que son estacionales (especialmente en primavera); tienen buen pronóstico, se curan en torno al 90% de ellas y hoy contamos con medicamentos que frenan la recaída. Estas siguen dándose de forma más o menos estable; hoy las conocemos mejor y se las diagnostica más fácilmente con los instrumentos modernos con los que contamos. Pensemos en las depresiones infantiles, que hace unos años pasaban desapercibidas.

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Las depresiones exógenas, la segunda modalidad, pueden ser llamadas reactivas y son debidas a acontecimientos negativos de la vida: los macrotraumas, que son impactos de gran fuerza que dejan al ser humano tendido al borde de lo peor, y los microtraumas, que son hechos negativos pequeños o de mediana intensidad, pero que forman un sumatorio, una constelación de factores nocivos que dan lugar a un estado de ánimo de tristeza, apatía, decaimiento, falta de ganas de vivir, desilusión… Estas depresiones se han multiplicado por el tipo de vida que vivimos, y muchas de ellas arrancan, brotan, emergen, saltan en la falda de la crisis económica o de la rotura de la familia, con todo lo que eso trae consigo. Las depresiones exógenas tienen un pronóstico incierto y su evolución depende de los hechos que las han desencadenado.

La segunda epidemia a la que nos referimos es el estrés, que consiste en un ritmo trepidante de vida sin tiempo para nada más que para trabajar. Hay también dos modalidades: el estrés real, que se debe a estar siempre desbordado y sobrepasado de cosas y actividades, y que se da con especial frecuencia en los ejecutivos, los empresarios, los periodistas y en todos aquellos profesionales que no saben poner cota a su actividad profesional y que antes o después entran en el bucle de la profesionalitis sin freno. La otra es el estrés psicológico, que no es tan objetivo como el anterior y que se da en personas que se agobian, que se aceleran sin necesidad y que son auténticas fabricadoras de ansiedad. A veces, ambos tipos de estrés se dan a la vez… Evitar el estrés es saber trabajar con orden e ilusión.

Sabiendo planificar las cosas que uno tiene que llevar a cabo y aprendiendo a decir que no a demandas y peticiones y tirones excesivos de trabajo. Dice el Eclesiastés: “Ama tu oficio y envejece con él”. El amor por el trabajo bien hecho es una forma de excelencia. Que uno sea capaz de dominar su actividad laboral y encauzarla y dirigirla de la mejor manera y que no sea al revés. No hay trabajo pequeño si se hace con amor y profesionalidad. Las buenas maneras nos abren las puertas que no puede abrir el mejor libro de instrucciones.

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La tercera epidemia, la de las rupturas matrimoniales o de pareja, sí podemos decir que es más reciente en el mundo moderno. Hoy asistimos al espectáculo de una pareja rota tras otra. Aquí y allí. ¿Quién nos iba a decir hace tan solo tres décadas que este iba a ser uno de los peores males de nuestro tiempo? ¿Qué significa esto, qué está pasando, cuáles son las causas y los motivos que han desencadenado este feroz tsunami de proporciones gigantescas? Son muchas las cosas que han ido sucediendo para que esto se dé. No es fácil dar una respuesta única porque son numerosos los ingredientes que nos hospedan aquí y que han originado que tantas parejas salten por los aires y aparezcan los llamados niños pingpong, que van de aquí para allá cada semana, con todo lo que significa ese trasiego para la personalidad del que aún está en formación.

Veo la palabra amor falsificada. Hay un uso, un abuso y una manipulación de la palabra amor. ¡A cualquier cosa se le llama amor! Hay que devolverle a este término su fuerza, su calidad y su exigencia. Amar a una persona es decirle: "Voy a intentar que tú nunca mueras para mí, que seas mi primer argumento; voy a poner de mi parte para darte lo mejor que yo tengo… Voy a intentar sacar lo mejor de mi persona y de la tuya". El amor de la pareja es una tarea laboriosa que tiene un alto porcentaje de artesanía psicológica.

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Y en medio de este ideal de vida, realista y exigente a la vez, nos encontramos con una sociedad en la que han ido residiendo de forma gradual y progresiva una serie de contenidos, unas veces claros y otros desdibujados: el hedonismo, el consumismo, la permisividad y el relativismo, y todos aquellos hilvanados por el materialismo y la falta de espiritualidad. Y el drama está servido en bandeja. Ya que con ese paisaje a la vista hay que saber ir a contracorriente y no dejarse llevar por las modas del momento.

El ser humano de nuestros días necesita maestros y testigos. Los primeros enseñan lecciones que no vienen en los libros. Los segundos son modelos de identidad reales que encarnan valores vividos en primera persona. El mundo necesita ver personas atractivas, modernas, que arrastren con su ejemplo y con su conducta.

Vivimos tiempos de extravío. Hoy conviven al mismo tiempo tres epidemias majestuosas: la depresión, el estrés y la ruptura de pareja. No sabría decir el orden de llegada… Habría mucha tela que cortar para situar su cronología, pero lo que sí me parece evidente es que están las tres en primer plano de la realidad social. El mundo se ha vuelto un formidable contraste. Veo mucha gente desorientada en lo principal… Perdida, sin rumbo, como flotando.

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