La 'pesadilla' del covid persistente: "Soy una joven de 29 años atrapada en el cuerpo de una anciana"

Arritmias, quemaduras en la piel sin razón aparente, fatiga, fotosensibilidad, dolores articulares, insomnio y mucosas secas. Estos son algunos de los síntomas con los que Sonia Ruiz —nombre falso porque prefiere no desvelar su identidad— tiene que vivir diariamente desde que se contagió de covid. Fue un 13 de marzo de 2020, fecha que tiene clavada porque ha cambiado su vida. Ha pasado de ser una mujer sana a tener tres visitas semanales al hospital, donde la tratan en 11 especialidades médicas distintas.

Todo ello es causa del covid persistente, que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) padecen entre el 10 y el 20% de la población. El organismo define la dolencia como "una variedad de síntomas prolongados que algunas personas presentan después de haber padecido la enfermedad. Esos síntomas pueden persistir desde la enfermedad inicial o presentarse después de la recuperación. Pueden aparecer y desaparecer, o reaparecer con el tiempo". Además, explican que la afección puede menoscabar la capacidad para realizar actividades cotidianas, como trabajar o llevar a cabo labores domésticas.

Y, precisamente, es la situación que está viviendo Sonia. Antes de que empezara su pesadilla, su sueño era ser guardia civil. "Ahora llevar el bolso en el hombro me genera agujetas al día siguiente. Si salgo a pasear me tengo que sentar a medio camino, es como si fuera una persona mayor atrapada en un cuerpo de una joven de 29 años", confiesa.

Una historia parecida tiene Almudena Luengo, que cada día convive con 18 síntomas diferentes. En su caso, el virus llegó a su vida en enero de 2021 y ya le quedaron síntomas, pero le empeoraron notablemente tras volver a contagiarse en enero de 2022. "Estuve tres meses encerrada en casa, trabajando como podía. Mis capacidades cognitivas se vieron muy afectadas hasta tal punto que he olvidado recuerdos y tengo que mirar el reloj 15 veces para saber qué hora es", asegura Almudena. Ahora mismo no puede salir prácticamente de casa. "Es bastante duro porque tengo 36 años y tenía muchos planes en mi vida que no voy a poder cumplir. He pasado de ser muy independiente a ser dependiente", lamenta. A ella le ha ayudado mucho seguir trabajando, ya que ha tenido la suerte de poder hacerlo en remoto y de contar con la comprensión de la empresa durante este tiempo.

Sin embargo, Conchi Martín es fisioterapeuta en un hospital y no puede teletrabajar. Desde noviembre de 2020, que un dolor costal agudo, derivado del covid, la obligó a cogerse una baja, ha estado trabajando de manera intermitente. Antes de contraer la enfermedad, era una persona activa: solía montar en bici y prefería unas vacaciones en la montaña para poder hacer rutas caminando. "Ya no queda nada de eso. Si voy a comprar, ya no puedo hacer nada más durante el día", cuenta a este periódico. En una situación similar se encuentra Juana Alañón, que también es fisioterapeuta. Cogió el virus cuando se decretó el estado de alarma en España y, tras cinco semanas de baja, se reincorporó a su puesto. "Me di cuenta de que no podía trabajar, ahora he conseguido una adaptación en la que atiendo menos pacientes y tengo más tiempo de descanso. Aun así, me agoto de una manera que no es normal, vengo a mi casa muerta", declara. Para ella, lo más frustrante es el cambio drástico que ha sufrido su vida. "Se acabó ser capitana de barco, viajar con una mochila de siete kilos a la espalda o volver a la vida social que tenía antes. Me agota mantener una conversación", suspira.

Y es que, en los adultos, los síntomas más comunes son la fatiga, la dificultad para respirar y la disfunción cognitiva. Por este motivo, Lupe López pide visibilización para esta enfermedad: "Necesitamos que sepan que estamos aquí".

Incapacidad laboral

Por su parte, Beatriz Barrio, a sus 47 años, ya cuenta con la incapacidad laboral. Los dolores musculares, la disautonomía, la fibromialgia o el deterioro cognitivo le impedían seguir ejerciendo la fisioterapia.

Aun así, reconoce la "suerte" que ha tenido con su médico de cabecera, porque el camino para conseguirla no siempre es fácil. "Tras los 365 días de baja, te llama el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) para que vayas a un tribunal que evalúe tu caso. A mí me la ampliaron 180 días más que no llegué a cumplir porque me notificaron la incapacidad permanente antes", confiesa.

Unidades cerradas

Además, desde la Asociación Madrileña de Covid Persistente (AMACOP) denuncian que la Comunidad de Madrid ha cerrado todas las unidades poscovid que había. "La última en cerrar fue la del Hospital de La Paz. Nosotros reivindicamos la necesidad de que estas unidades se mantengan abiertas. Por ejemplo, el Hospital Zendal se podría utilizar para atender a los pacientes incapacitados por la pandemia", remata el presidente de AMACOP, José Méndez.