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El drama de la convivencia: llega el momento de la verdad
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El drama de la convivencia: llega el momento de la verdad

La convivencia en la pareja es el punto máximo del trayecto que comienza en el enamoramiento y se apoya en la realidad diaria; es el punto de encuentro de lo que cada uno lleva en su interior

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Cualquier amor, antes o después, se encuentra con una realidad concreta y determinada: la convivencia; esa situación por la cual dos personas que se quieren lo comparten todo. La convivencia es el punto máximo del trayecto que comienza en el enamoramiento y se apoya en la realidad diaria; es el punto de encuentro de lo que cada uno lleva en su interior.

La vida diaria sigue siendo la gran cuestión. Todas las teorías, ideas preconcebidas, argumentos y estilos psicológicos confluyen en una misma realidad, que consiste en vivir bajo el mismo techo. Es el momento de la verdad.

La convivencia diaria es dura, porque exige esfuerzos repetidos para aceptar al otro como es y, a la vez, ayudarle a cambiar en lo que sea necesario. En los casos, en los cuales el otro no puede cambiar, es preciso revisar si se trata de algo negativo de esa personalidad, que afecta solo al que convive con él, o algo objetivamente duro e insalvable. No obstante, cuando el cambio es imposible, hay que aceptarlo con amor y paciencia. En la aceptación serena está la superación del dato. Además, ¿quién ha dicho que el amor no tiene una parte de resignación? Es un trabajo laborioso. El amor de la vida ordinaria.

Foto: Foto: Unsplash/@freestocks. Opinión

Convivir es, ante todo, compartir. Tomar parte en la vida ajena y hacer partícipe de la propia. Es una prueba complicada en la que demostramos muchas cosas concretas de nuestro modo de ser y, en definitiva, el destino final de cualquier pareja. No olvidemos que la primera fuente cultural es la familia, ya que en ella (además de en la escuela) es donde se alimenta el niño y más tarde el adolescente. El papel de la familia es esencial en el desarrollo de la personalidad y en la configuración de la psicología.

Claves para convivir

Hay cinco puntos clave para una correcta convivencia conyugal.

El conocimiento adecuado de uno mismo: cuando uno sabe cómo es, tiene bien estudiadas las coordenadas de su psicología, todo se desarrolla mejor. Conocer las cualidades y los defectos propios constituirá la base, el punto de partida. Esto implica enfrentarse a uno mismo e intentar aportar soluciones psicológicas para resolverse como problema; es decir, ahondar, profundizar, captar, para así llegar a conocerse.

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Foto: iStock.

Teniendo conciencia de las aptitudes y limitaciones personales, será más fácil controlar las borrascas y tempestades que ineludiblemente habrán de sobrevenir a esa vida compartida. Uno no se conoce a sí mismo cuando es inseguro, inmaduro o tiene una personalidad poco sólida, mal estructurada. La madurez de la personalidad no es un destino definitivo, al que uno llega y se instala de por vida, sino una meta de niveles progresivos que nunca alcanzan la cota máxima, siempre se puede escalar una posición más elevada.

El esfuerzo diario para fortalecer la relación: es necesario esforzarse diariamente en pulir, limar y rectificar aquellos aspectos de la personalidad que dificultan, entorpecen o impiden el trato y la relación cotidiana. Se trata de luchar poco a poco por desterrar lo negativo y modelar los aspectos menos positivos del propio comportamiento; una tarea de reforma personal ligera, pero continua, suave y sosegada, pero firme y consistente. Sin estos propósitos concretos es imposible esperar cambios que favorezcan una mejor relación.

Foto: Foto: Unsplash/@louiscesar. Opinión
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El hombre necesita una especie de pequeña contabilidad en la que registrar y anotar el debe y el haber del día a día, un inventario y balance, observando cómo fluye la vida cotidiana. Por eso lo mejor es proponerse metas muy concretas y tratar de conseguirlas con firme voluntad. Es frecuente ver en la consulta de un psiquiatra personas que afirman no poder cambiar. Sin embargo, la personalidad puede rectificarse, someterse a una operación quirúrgica menuda, pero muchas veces decisiva, para corregir los rasgos de mal carácter, la queja continua, la incapacidad de ver el lado bueno de los demás, los prejuicios, el egoísmo de pensar solo en uno mismo…

Al cambiar esquemas rígidos por otros más flexibles y tolerantes, la convivencia se aligera y adquiere un carácter más ágil y armónico

¡Qué satisfacción se experimenta cuando uno se esfuerza y gana la batalla! Se van desmontando así esquemas rígidos, intransigentes, que dan paso a otros más flexibles y tolerantes. La convivencia se aligera y adquiere un carácter más ágil y armónico.

La comprensión mutua: para la buena convivencia son imprescindibles dos actos: entender, que significa literalmente tender hacia el otro y llegar a su encuentro; y comprender, que quiere decir ponerse en el lugar del otro, abrazar, unirse, hacer propios los intereses y problemas del otro. Por eso comprender es aliviar, disculpar, tender una mano.

placeholder En la convivencia en pareja tiene mucha importancia ponerse en el lugar del otro. (iStock)
En la convivencia en pareja tiene mucha importancia ponerse en el lugar del otro. (iStock)

Cuando le decimos a alguien "comprendo lo que te pasa, me hago cargo de lo que te sucede", estamos rodeándole con nuestro corazón. En la convivencia de pareja esto tiene mucha trascendencia, puesto que el ritmo de vida, las ocupaciones de cada uno y el cansancio recíproco, entre otras cosas, pueden hacer que se descuide u olvide este punto. La falta de comprensión por parte, justamente, de la persona que en teoría más debería comprendernos es una vivencia dura, una contradicción que, si se prolonga, si va siendo una constante, puede perjudicar la vida de la pareja, pues la introduce poco a poco en una crisis grave.

El respeto es atención, consideración, deferencia, que hace tener en cuenta la dignidad del otro. En una palabra: tolerancia

El respeto y la estimación recíproca: la vida es muy larga y el roce diario produce cierta erosión. El respeto es atención, consideración, deferencia, que hace tener en cuenta la dignidad del otro, apreciándole en lo que vale; en una palabra: tolerancia. Este es el camino para alcanzar una apreciación mutua, en medio de la diversidad de formas de ser y pensar. Así se aprende a escuchar al otro, a dejarle hablar, a facilitar el diálogo. Se puede estar en desacuerdo sobre un tema concreto, pero esta divergencia se ha de expresar sin ofender ni faltar. Hay que aceptar de buen grado la diversidad; cuando se tiene una visión más amplia, el horizonte se ensancha y se hace más llevadera la vida y su dinámica. No pasar nunca las líneas rojas del respeto de palabra, acciones, nunca es nunca.

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Orden y detalles pequeños: ha de existir en la vida un orden, unas conexiones y secuencias sucesivas. Cuando va demasiado deprisa, como ocurre hoy en día, es casi inevitable la sensación de caos. El orden es el placer de la razón. Resulta sedante, portador de serenidad y sosiego. Cuando se dan estas condiciones psicológicas, el hombre es capaz de pensar cómo puede mejorar su convivencia conyugal, qué medios concretos puede poner. Hay que intentar mejorar toda relación de pareja, pues toda convivencia es perfectible. Lo conveniente es centrarse en la vida precisa y limitada de cada día, y poner allí lo mejor que uno tiene. Porque la vida se hace con pequeños detalles.

Armonía

La convivencia debe ser una escuela donde se ensayan, forman y cultivan las principales virtudes humanas: la naturalidad, la sencillez, el espíritu de servicio, la generosidad, la paciencia, la fortaleza, la sinceridad… Un sinfín de elementos que configuran un trato delicado que contribuirá a la armonía de la convivencia.

La capacidad diaria para convivir es un termómetro que registra la altura, la anchura, la profundidad y la categoría del perfil de la personalidad de cada uno. Es la hora de la verdad, el momento en que sale a la luz lo que cada uno lleva dentro. Asimismo, es importante que toda educación esté regida por la voluntad, la base real para conseguir una convivencia buena, estable, inteligente, con capacidad de maniobra para superar escollos y con suficientes recursos psicológicos para salir airoso de las tormentas y marejadas propias de esta navegación.

Cualquier amor, antes o después, se encuentra con una realidad concreta y determinada: la convivencia; esa situación por la cual dos personas que se quieren lo comparten todo. La convivencia es el punto máximo del trayecto que comienza en el enamoramiento y se apoya en la realidad diaria; es el punto de encuentro de lo que cada uno lleva en su interior.

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