Los rasgos característicos de la personalidad depresiva: ¿debemos tratarla?
Son personas calificadas de negativas y aguafiestas, incapaces de disfrutar. Es un error creer que se trata de una depresión, y hacerles ver que su forma de ser es enfermiza y perjudicial es el primer paso hacia pautas de conducta sanas
La personalidad depresiva es aquella forma de ser centrada en una visión pesimista de sí misma y del entorno, con una tendencia a sentir displacer ante cualquier acontecimiento de la vida y cuyo ánimo está habitado generalmente por una mezcla de pesimismo, tristeza, aburrimiento y apatía.
Su conducta se solapa a veces con otras manifestaciones, pero en la mayoría de las ocasiones su estilo es patente, claro, diáfano; es lo que la gente llama una persona negativa. Suele reducir su vida exterior y sus intereses, y en ella van creciendo la preocupación y las rumiaciones internas. Se centran en sí mismos, lo que les lleva a tener pocas amistades.
En tanto que patrón de conducta fuertemente arraigado, la personalidad depresiva suele caracterizarse por una forma de percibir, sentir, pensar y comportarse melancólica.
La percepción es la captación de la realidad en su complejidad. Aunque todos los sentidos tienen también mucha importancia, la vista adquiere protagonismo, puesto que el mundo entra por los ojos. Son muy diversas las leyes que regulan este proceso. Mientras que para el conductismo todo depende de la relación estímulo-respuesta, para la psicología cognitiva la cuestión es diferente: nuestra mente recibe del exterior una serie de datos, información que a continuación se procesa y ordena; más tarde se elaboran conceptos e interpretaciones de la realidad.
Según este esquema, la personalidad depresiva es negativista, con tendencia a oponerse a los criterios de los demás (oposicionismo indirecto); atiende más a lo malo que a lo bueno, como si su mirada psicológica estuviera selectivamente inclinada a lo negativo, algo que va fijando en estos sujetos un fondo cáustico, despectivo, distante, frío, como sin alma.
Lo negativo siempre por delante
Desde un punto de vista sentimental, la personalidad depresiva se muestra melancólica, con falta de ilusiones. La ilusión es el envoltorio de la felicidad, el tirón que empuja la vida hacia delante, y aparece quebrado en este tipo de personalidad. El descontento y la desilusión son, pues, una constante; incluso contagian a los demás su desmoralización, se trate del tema que se trate. Por eso la gente huye de estos sujetos, a los que tachan de aguafiestas.
Respecto a su forma de pensar, son incapaces de embarcarse en ninguna empresa, ya que a priori piensan que todo saldrá mal; prefieren la pasividad, el no hacer nada. Su afectividad lánguida y derrotista les lleva a adelantarse en negativo, por lo que suelen abstenerse y participar poco. Ejercen un fuerte autocontrol y han aprendido a quedarse al margen: no dicen nada, expresan lo justo y muestran un escaso interés por lo que sucede a su alrededor.
"Son frecuentes los monólogos interiores, generalmente autocríticos, lo que se llama pensamientos intrusivos negativos"
Todo esto se amalgama en su interior dando lugar a una serie de vivencias subjetivas: bajo nivel de autoestima, cierto complejo de inferioridad, inseguridad, fijarse siempre en lo peor que en lo mejor, etc. Son frecuentes los monólogos interiores, generalmente autocríticos, lo que se llama pensamientos intrusivos negativos.
Personalidad o enfermedad
Es posible confundir este cuadro de la personalidad depresiva con una auténtica depresión. La diferencia debe establecerse en la temporalidad de los hechos: en el primer caso, los acontecimientos son como son desde que el sujeto tiene un comportamiento elaborado, o sea, desde casi siempre, es una forma de ser; en la depresión, sin embargo, todo sucede a partir de un momento concreto, y si el tratamiento es correcto, irá desapareciendo en unas semanas para remitir totalmente.
Por último, si nos referimos a la vertiente del comportamiento, uno de los síntomas externos más frecuentes de la conducta de la personalidad depresiva es la anhedonia: dificultad grave o incapacidad para sentir y para disfrutar; es la consecuencia de la visión escéptica de la vida, el derrotismo y la actitud seria ante la existencia. A ella se suma un cansancio exagerado, incluso anterior a cualquier esfuerzo.
Hace años se incluía esta personalidad en este grupo psicológico a los llamados neurasténicos, quienes evitan abrirse a otras personas, no buscan recompensas, ya que existe un déficit intrínseco por falta de esperanza y valoran muy poco las propias posibilidades. A ello se suma la hipersensibilidad psicológica: sufren por todo en demasía y es fácil que se sientan heridos por los demás; cualquier pequeño fallo se vive de forma dramática, sobre todo hacia el interior, ya que su capacidad de expresión hacia fuera es muy escasa. Tienen problemas para relacionarse ya desde pequeños.
El error frecuente es pensar que se trata de una depresión. El primer paso es hacer ver al sujeto lo qué le pasa
Hasta aquí la sintomatología. En cuanto al tratamiento, el error frecuente es pensar que se trata de una depresión. El primer paso debe ser hacerle ver al sujeto lo que le pasa, para que tome conciencia de que su forma de ser y funcionar es enfermiza, inadecuada y perjudicial. Si no se logra esto, el resto tendrá poco valor.
La psicoterapia permite diseñar pautas de conducta sanas para que estos sujetos vayan modificando y corrigiendo su patrón extraviado. Se actúa sobre los sentimientos, la forma de pensar y las manifestaciones de la conducta. El establecimiento de una relación positiva entre el médico y el paciente es esencial; una alianza en la que la figura del terapeuta tenga la suficiente fuerza como para diseñar nuevos esquemas mentales (pensar en positivo, no distorsionar la realidad, ser más lógicos en la elaboración de ideas y conceptos tanto personales como del entorno).
No obstante, en muchos casos es preciso administrar fármacos antidepresivos, ya que se combinan el trastorno de la personalidad y una depresión clínica añadida.
La personalidad depresiva es aquella forma de ser centrada en una visión pesimista de sí misma y del entorno, con una tendencia a sentir displacer ante cualquier acontecimiento de la vida y cuyo ánimo está habitado generalmente por una mezcla de pesimismo, tristeza, aburrimiento y apatía.
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