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Falsos mitos de la microbiota: los científicos alertan sobre las mentiras más frecuentes
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Investigación

Falsos mitos de la microbiota: los científicos alertan sobre las mentiras más frecuentes

En un editorial que publica 'Nature Microbiology', microbiólogos británicos revelan las ideas equivocadas más extendidas sobre las bacterias que viven en nuestro intestino. Perpetuar errores conduce a desconfiar del papel del microbioma

Foto: Foto: iStock.
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La microbiota intestinal es una de las grandes estrellas de la investigación biomédica de la última década. Científicos, centros de investigación pública y privada, ciudadanos, divulgadores, etc, se han rendido a sus encantos, que son muchos, porque descubre cómo influye en nuestra salud la relación que mantenemos con los microorganismos que viven en nuestro intestino y esboza la idea de que podemos evitar problemas importantes (obesidad, diabetes, demencia, etc) cuidando de esas bacterias. La idea es tan atractiva que moviliza ingentes cantidades de recursos humanos, económicos y materiales.

Por eso, hay que ser extremadamente cautos y rigurosos con lo que se dice, para no menoscabar la confianza que tiene la sociedad en la ciencia del microbioma y no morir de éxito. Este es el mensaje que quieren transmitir los profesores británicos Alan Walker, de la Universidad de Aberdeen, y Lesley Hoyles, de la Universidad de Nottingham, en un editorial publicado en Nature Microbiology.

Foto: La Dra. Sari Arponen, autora del libro '¡Es la microbiota, idiota!'.
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Para apuntalar su mensaje, los autores exponen y argumentan las ideas erróneas más comunes sobre la microbiota, afirmaciones que, a base de repetirlas, se han aceptado como ciertas. “Unas están más extendidas que otras y algunas son relativamente triviales, pero, en conjunto, ponen de relieve que la desinformación es omnipresente en la literatura sobre el microbioma humano”, exponen, y “teniendo en cuenta el papel del microbioma humano en la salud, es crucial que las afirmaciones se basen en pruebas”, subrayan.

El ritmo de la investigación del microbioma humano se ha acelerado mucho en los últimos 15 años, admiten, pero es un camino que comenzó a andarse ya a finales del siglo XIX

Lo primero que desmienten los microbiólogos es que la investigación del microbioma sea un campo de estudio nuevo. “El ritmo de la investigación del microbioma humano se ha acelerado mucho en los últimos 15 años”, admiten, pero es un camino que comenzó a andarse ya a finales del siglo XIX, cuando se aisló la Echerichia coli o se describieron bifidobacterias.

Números mágicos

Las cifras siempre son una gran ayuda a la hora de dimensionar un asunto, y en esto de la microbiota son especialmente representativas. Así, se repite una y otra vez que la microbiota humana pesa entre uno y dos kilos. ¿De dónde parte esa afirmación? Los autores aseguran que no han encontrado la fuente original de la que procede el dato, y “es poco probable que sea cierto en la mayoría de los casos”. Después de exponer cuál es el contenido en heces del colon y su consistencia, concluyen que “el peso total de la microbiota es de unos 500 g, incluso inferior en algunos casos”.

placeholder El peso de la microbiota varía entre personas, pero se estima que es de medio kilo. (iStock)
El peso de la microbiota varía entre personas, pero se estima que es de medio kilo. (iStock)

Derrumbado este mito, pasan al siguiente: por cada célula humana, hay 10 bacterias. “Este mito parece que parte de un cálculo improvisado en la década de 1970”. Los análisis más detallados indican que la proporción real es de 1 a 1, eso sí, es una estimación general, porque “la proporción varía de una persona a otra y depende de factores como el tamaño corporal de huésped o la cantidad de materia fecal que lleve en el colon”.

Microbiota patológica

Los autores del editorial de Nature Microbiology sostienen que cada vez es más frecuente la afirmación de que la mayoría de las enfermedades están causadas por un patobioma, es decir, “interacciones nocivas entre las comunidades microbianas y su huésped”, un término “demasiado simplista e intrínsecamente erróneo”.

Foto: Una flora intestinal sana implica un metabolismo sano. iStock

Defienden que “los microorganismos y sus metabolitos no son ni buenos ni malos, simplemente existen y su impacto en nosotros como huéspedes depende en gran medida del contexto”. Por ejemplo: la presencia de la bacteria E. coli en el colon es inofensiva, pero si invade la uretra provoca una infección de orina.

En este contexto, muchos achacan la obesidad a un desequilibrio entre dos tipos de bacterias: firmicutes y bacteroidetes, pero, en realidad, “se basa en estudios en roedores y en hallazgos aislados de estudios humanos, con reproductibilidad escasa”. Subrayan que “no hay firmas taxonómicas reproducibles de la obesidad en los humanos” y lo que interesa es el impacto del entorno.

Otro de los mitos es que la microbiota se hereda de la madre, algo que no es absolutamente cierto. Durante el parto, algunos de los microorganismos se transmiten de la madre al hijo y persisten hasta la edad adulta. Pero es en los primeros años de vida cuando la microbiota se desarrolla y depende de factores ambientales como la dieta, la genética del individuo o los tratamientos con antibióticos.

Mitos técnicos

Los otros errores que presentan los profesores británicos son la heterogeneidad a la hora de secuenciar y analizar comunidades microbianas. Para que los resultados sean confiables, es necesario que los estudios se hagan con las mismas técnicas y metodología.

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Además, alertan de que no es cierto que la mayor parte de la microbiota humana no se pueda cultivar, sino que las lagunas que hay en las colecciones de cultivos se deben a que no se han intentado cultivar antes y, además, de que muchas especies de la microbiota humana han aumentado. “Es un excelente ejemplo de cómo a veces los dogmas ampliamente aceptados no son ciertos”, aseguran.

Walker y Hoyles subrayan que su intención con este editorial no es señalar ni cuestionar el trabajo de otros científicos, sino evitar que se pongan en marcha (y se financien) investigaciones improductivas y que se socave la confianza del público en el terreno de la microbiota.

Reacciones

El editorial ha tenido respuesta por parte de algunos miembros de la comunidad científica. Toni Gabaldón, profesor de investigación ICREA y jefe del grupo de Genómica Comparada del Instituto de Investigación Biomédica (IRB Barcelona) y del Barcelona Supercomputing Centre (BSC-CNS), ha declarado a la agencia Science Media Centre (SMC) que comparte las opiniones de los autores y que más que a los científicos que trabajan en microbioma, lo que recoge el artículo afecta a los no expertos y al público general, que son los que pueden caer en errores: “El campo del estudio del microbioma (como otros campos en rápida expansión) sufre de la existencia de dogmas y simplificaciones asumidos tempranamente basándose en una información muy limitada y que tenemos que corregir y modular a medida que conocemos más. Una de las cualidades más importantes de la ciencia es su capacidad de autocorrección”.

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Rob Knight, director del Centro de Innovación del Microbioma y catedrático en la Universidad de California en San Diego, comparte la opinión de Gabaldón y añade que faltan aspectos sobre la asociación entre microbioma y enfermedad: “Para ser útil como prueba clínica, un microbio o un patrón del microbioma no tiene por qué causar la enfermedad, sino simplemente actuar como un marcador preciso de la enfermedad. Además, creemos que es realmente cierto que algunos de los marcadores son diferentes en distintas poblaciones, pero reales para cada población individualmente. Esto es igual que el hecho de que un mismo medicamento pueda ser más eficaz para un grupo de personas que para otro: no significa que no se deba utilizar el medicamento, sino que hay que averiguar para quién funciona en lugar de dárselo a todo el mundo”.

La microbiota intestinal es una de las grandes estrellas de la investigación biomédica de la última década. Científicos, centros de investigación pública y privada, ciudadanos, divulgadores, etc, se han rendido a sus encantos, que son muchos, porque descubre cómo influye en nuestra salud la relación que mantenemos con los microorganismos que viven en nuestro intestino y esboza la idea de que podemos evitar problemas importantes (obesidad, diabetes, demencia, etc) cuidando de esas bacterias. La idea es tan atractiva que moviliza ingentes cantidades de recursos humanos, económicos y materiales.

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