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¿Los nuevos fármacos para adelgazar darán la puntilla a la obesidad?
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Ventajas y peligros

¿Los nuevos fármacos para adelgazar darán la puntilla a la obesidad?

Un editorial en 'Science' alerta de los peligros que acarrea fiar la lucha contra este grave problema de salud, de consecuencias socioeconómicas gigantes, a los modernos y eficaces medicamentos. Buenos para todos, accesibles para pocos

Foto: Los antidiabéticos GLP1 son muy eficaces para perder peso. (iStock)
Los antidiabéticos GLP1 son muy eficaces para perder peso. (iStock)

La pandemia de obesidad avanza con paso firme, contra viento y marea, a prueba de planes y estrategias nacionales y mundiales. Las cifras son abrumadoras: hace tres años, en 2020, había 2.600 millones de personas con sobrepeso y obesidad, pero serán 4.000 millones en 2035, ilustra el Atlas Mundial de Obesidad 2023. España no es inmune a la enfermedad, que afecta al 53,8% de los ciudadanos (un 36,6% tiene sobrepeso y un 17,2% obesidad), algo más que el 50% que había inmediatamente después de la pandemia, según una encuesta de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO).

Foto: Foto: Getty/Lars Baron.
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El problema preocupa, y mucho, primero a quienes lo padecen -que ven como su calidad de vida cae casi de forma directamente proporcional al exceso de peso-, y después a investigadores y sanitarios -que buscan estrategias eficaces para adelgazar-, además de a los gobernantes, que asisten al aumento de la factura de los costes derivados de la obesidad (4,32 billones de dólares en 2035, calcula la Fundación Mundial contra la Obesidad).

Buenos sí, caros también

En ese escenario tan desalentador, han emergido en los últimos tres años nuevos medicamentos muy eficaces, que consiguen pérdidas de peso relevantes, en torno al 10%, incluso hasta del 20%. Lo paradójico es que esas moléculas, en un principio, no se diseñaron contra la obesidad, sino contra la diabetes 2, que, en buena parte de los casos, es una consecuencia de la obesidad. De aquí que un requisito para su empleo sea en personas con diabetes y sobrepeso, una exigencia necesaria a la hora de la financiación.

Foto: Foto: iStock.

También se han desarrollado formulaciones con cantidades inferiores de principio activo para utilizarlas en personas con obesidad y sin diabetes. En esos casos, hay que pagarlos y no son baratos.

En un editorial que publica Science, los psiquiatras Cynthia M. Bulik, del Instituto Karolinska, en Estocolmo, y Andrew Hardaway, de la Universidad de Alabama, se preguntan si con los nuevos y muy eficaces fármacos para perder peso, “décadas de gordura” pasarán a ser “un capítulo cerrado de la historia de la salud pública”.

La gente lo intenta todo para bajar de peso: dietas, dispositivos, cirugías... Los fracasos son la norma y evocan inutilidad y vergüenza

Los autores señalan que, a diferencia de otras enfermedades crónicas, la obesidad es visible. “La gente lo intenta todo para bajar de peso: dietas, programas de pérdida de peso y ejercicio, psicoterapia, dispositivos y cirugías. Los repetidos fracasos son la norma y evocan inutilidad y vergüenza”, y señalan a “una sociedad que estigmatiza, discrimina y culpa a las personas”.

Este es el punto de partida para plantar cara a la obesidad: reconocer que es una enfermedad. “La obesidad es una enfermedad crónica, progresiva y recidivante. Una vez diagnosticada, no hay retorno”, afirma Albert Lecube, jefe del servicio de endocrinología del Hospital Arnau de Vilanova, en Valencia.

Los kilos se esfuman

Bulik y Hardaway sostienen que “la medicalización de la obesidad ha inspirado abundante investigación que explica la compleja red de sistemas biológicos que garantizan que comamos para sobrevivir”, y desentrañar la biología del péptido 1 similar al glucagón (GLP-1) “permitió desarrollar los agonistas de los receptores de GLP-1 inicialmente para tratar la diabetes tipo 2 y ahora están revolucionando el tratamiento de la obesidad y el sobrepeso”.

placeholder Los anti GLP-1 promueven la sensación de saciedad. (iStock)
Los anti GLP-1 promueven la sensación de saciedad. (iStock)

Esos medicamentos estimulan la liberación de insulina para normalizar el nivel de glucosa en la sangre, ralentizar el vaciado gástrico y prolongar las señales de saciedad del intestino al cerebro. “El apetito disminuye, la saciedad aumenta y los kilos parecen esfumarse. ¿Conseguirán estos medicamentos de gran éxito combatir la obesidad? Y ¿serán para todos o solo para unos pocos privilegiados?”, reflexionan los psiquiatras.

Suministro para diabéticos

El editorial recuerda que son fármacos caros -liraglutida (Saxenda) para un mes cuesta en torno a 280 euros, y semaglutida (Ozempic) en torno a 130 euros- y su uso para perder peso puede acarrear falta de disponibilidad para los diabéticos. Desde hace unos meses, existen problema de suministro de Trulicity (dulaglutida, de Lilly) y de Ozempic (semaglutida, de Novo Nordisk), que las compañías intentan paliar. ¿El motivo? Una demanda excesiva, que no se resuelve solo con aumentar la producción de principio activo, porque “se presentan como inyectables precargados que implican una gran complejidad de fabricación, desde los materiales hasta el diseño”, explica el médico de familia Julio Sagredo, de la redGDPS.

Foto: Foto de archivo de dos cajas de Ozempic. (Reuters/George Frey)

Además, la cuantía del precio tiene todavía más importancia si se tiene en cuenta que la obesidad es para siempre y quizá haya que tomar el fármaco de por vida, puesto que “el peso perdido se recupera cuando se toma de forma discontinua”, recuerda el editorial. Bulik y Hardaway sugieren que para hacer que sean medicamentos para toda la vida, tal vez, sea necesario desarrollar nuevas formas de administración más cómodas que la inyección semanal, así como moléculas que mantengan la masa muscular.

El peligro del 'para siempre'

Una última duda es la de cuáles son los riesgos de tomar esos fármacos durante toda la vida: “¿producen habituación [el cuerpo se acostumbra a ellos y pierden efecto]? ¿Disuaden de hacer ejercicio físico con regularidad? ¿Qué implicaciones tienen ciclos repetidos de pérdida y recuperación de peso? ¿Qué potencial de abuso presentan con fines cosméticos extremos, trastornos alimentarios o para deportes en los que la delgadez es importante?”.

Foto: Foto: iStock.

“Abordar estas cuestiones es esencial para evitar consecuencias imprevistas provocadas por el éxito meteórico de estos medicamentos”, advierten los psiquiatras, “y no abandonar el tratamiento de todos los factores que contribuyen a la obesidad para garantizar que la próxima generación no necesite medicación de por vida para mantener la salud metabólica”.

Muchos países concentran sus esfuerzos en prevenir la obesidad infantil, que aumenta a un ritmo más rápido que en los adultos y que, según el Atlas Mundial, afectará a 400 millones de niños. España cuenta con un plan estratégico que abarca el periodo 2022-2030 y que aspira a dar la vuelta a las preocupantes cifras de sobrepeso y obesidad entre los menores.

¿Cambiar el rumbo de la obesidad?, es la pregunta del editorial. Hay demasiadas variables en la ecuación.

La pandemia de obesidad avanza con paso firme, contra viento y marea, a prueba de planes y estrategias nacionales y mundiales. Las cifras son abrumadoras: hace tres años, en 2020, había 2.600 millones de personas con sobrepeso y obesidad, pero serán 4.000 millones en 2035, ilustra el Atlas Mundial de Obesidad 2023. España no es inmune a la enfermedad, que afecta al 53,8% de los ciudadanos (un 36,6% tiene sobrepeso y un 17,2% obesidad), algo más que el 50% que había inmediatamente después de la pandemia, según una encuesta de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO).

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