¿Le pongo un riñón de cerdo quimérico o prefiere uno transgénico?
El rechazo de órganos es un gran problema médico. Las nuevas tecnologías permiten alterar el ADN de cerdos para que hagan órganos 'a medida'. ¿Cuál es el límite?
¿Llegará un día en que un enfermo con insuficiencia renal y/o su médico podrán elegir entre un riñón humano, uno de cerdo transgénico, o bien de cerdo quimérico o hasta uno fabricado con una impresora 3D? ¿Y lo mismo con un hígado, un corazón o cualquier otro órgano? Podría ser, pero veamos cómo están las cosas por el momento.
A principios de septiembre se ha publicado una investigación desarrollada en China, con la participación de un científico español, el castellonense Miguel Ángel Esteban, que podría cambiar en el futuro la dinámica de los trasplantes de órganos y tejidos. Investigadores de la Universidad de Guangzhou (antigua Cantón) han conseguido por primera vez cultivar un esbozo de riñón con un 60% de células humanas, en el seno de embriones de cerdo de 25-28 días. Se une a una serie de noticias producidas desde finales de 2021 hasta hace tan solo unas semanas en las que riñones y corazones obtenidos de cerdos genéticamente modificados se trasplantaron a personas en muerte cerebral, e incluso un corazón a un paciente que sobrevivió durante dos meses.
"Lo de las impresoras 3D, con mucho porvenir para la piel y algunos tejidos, están aún muy verdes para el riñón y otros órganos"
Como el factor común de todos estos experimentos son los cerdos, de donde se obtienen los órganos y no es fácil a primera vista entender las diferencias y saber cómo pueden evolucionar estas investigaciones, qué beneficios terapéuticos nos pueden aportar y qué técnica tiene un mejor futuro, conviene analizar de qué estamos hablando.
Desde los años noventa se lleva intentando que el cerdo se convierta en una potencial fuente ilimitada de órganos para trasplante. Para evitar el obligado rechazo entre especies al realizar el trasplante se pretendió “humanizar” los órganos mediante manipulaciones genéticas: los llamados cerdos transgénicos, cuyos órganos se trasplantaban a primates como especie más parecida al hombre. Se consiguió eliminar el rechazo inmediato con supervivencias de semanas o meses de los primates tras el trasplante de riñones o corazones, pero poco más. Las dificultades en la manipulación genética en aquellos años, los pobres resultados y el riesgo de transmisión de virus a través del cerdo frenaron estas experiencias.
Décadas más tarde, esta misma filosofía de generar cerdos transgénicos ha vuelto con fuerza gracias a una empresa, REVIVICOR, sita en Blacksburg, una pequeña ciudad del estado de Virginia, que con la colaboración de diversas universidades americanas ha permitido crear una verdadera “fábrica de órganos”, a la que todavía queda un largo camino, pero que ya ha sentado las bases de una revolución médica sin precedentes.
Con cerdos transgénicos de esta empresa, desde finales de 2021 se han realizado ya tres trasplantes de riñón y dos de corazón a personas en muerte cerebral, y lo más espectacular, un trasplante cardiaco porcino realizado en la Universidad de Maryland, a un enfermo que no podía acceder a un corazón humano. El animal elegido como donante, de 1 año de edad y 100 kg de peso había sido sometido a 10 modificaciones genéticas destinadas básicamente a evitar el rechazo del órgano, la generación de trombos y el crecimiento excesivo del órgano trasplantado: un corazón verdaderamente humanizado. Tras una buena evolución inicial, el paciente falleció a los dos meses por causas no muy claras, pero en las que parece que un virus presente en el cerdo que sirvió de donante tuvo bastante que ver. Una nueva era, aunque aún llena de interrogantes por resolver, se abría en los trasplantes de órganos.
Así las cosas, el grupo de la Universidad de Guangzhou publica en Cell Stem Cell, una revista científica de alto impacto, el trabajo antes citado (por cierto, mucho más seriamente que sus colegas americanos, más aficionados a la nota o la rueda de prensa) con el que mete estos animales quiméricos en la carrera por ser los candidatos a constituirse en fuente futura de órganos para trasplante. El procedimiento seguido tiene poco o nada que ver con el de los cerdos transgénicos. Se utilizan en ambos casos estos animales porque sus órganos tienen muchas similitudes morfológicas y funcionales con los humanos, además de reproducirse fácilmente, ser de crecimiento rápido y no representar una especie amenazada como sí ocurre con los simios. Obviamente, hay que seguir los mismos procedimientos de aislamiento, detección y eliminación de posibles virus y los mismos cuidados, pero ahí acaban las similitudes.
Se conoce como quimerismo la coexistencia en un mismo individuo de material genético de procedencias distintas o, en el terreno que nos ocupa, de animales en los que se injertan células u órganos de individuos de otra especie. No en vano y para demostrar las dificultades del asunto, la palabra quimera se utiliza como sinónimo de algo fantasioso y utópico. Desde hace una década se ha venido investigando la viabilidad de estas quimeras entre diversas especies, primero entre animales pequeños como ratón y rata en los que el científico albaceteño afincado en California Juan Carlos Izpisúa demostró que órganos de los primeros podían crecer y formarse en los embriones de las segundas. El mismo Izpisúa demostró en grandes mamíferos, hombre y cerdo u hombre y mono, que líneas celulares humanas podían crecer y convivir con las de los embriones de estas especies.
Sobre estas bases, el equipo chino ha ido un paso más allá, creando, a partir de células madre humanas, un riñón quimérico con un 60% de células humanas en el seno de embriones de cerdo de 25-28 días a los que previamente se les habían eliminado los genes que dan lugar a sus propios riñones. Aún con mucho camino por delante, como reconocen los propios autores, estamos en la buena senda para disponer de cerdos incubadora donde cultivar órganos humanos a la carta para un determinado enfermo puesto que el material genético de los mismos sería el de las células madre del enfermo, inoculadas en el embrión porcino.
Aún queda mucho para que veamos el trasplante de estos riñones u otros órganos generados por este método a un humano, en esto van detrás de los transgénicos, pero la posibilidad de que los órganos quiméricos a la carta eliminaran el rechazo y la necesidad de tomar medicamentos inmunosupresores de por vida, con lo que ello significaría de eliminación de efectos secundarios, es tan atractiva que hace que proseguir en esta línea merezca la pena.
Tal como van las cosas, es muy posible que en unos años, ante un enfermo que necesite un riñón, un corazón o cualquier otro órgano, nos encontremos con la posibilidad de ofrecerle uno procedente de una donación humana, de un cerdo transgénico o bien fabricarle uno a medida con un cerdo quimérico. Imposible a día de hoy decir cuál será mejor, aunque mucho tendrán que prosperar estas investigaciones para competir con el gold standard humano. En todo caso, se podría aliviar bastante la desproporción oferta-demanda de órganos en el mundo, pero a cambio tendremos otro problema añadido: ¿cómo se van a financiar estas fábricas de órganos que desde luego no van a ser nada baratas? ¿O serán solo para quienes se lo puedan pagar?
Ah, lo de las impresoras 3D de las que tanto se habla, con mucho porvenir para la piel y algunos tejidos, están aún muy verdes para el riñón y otros órganos. Lo trataremos en otra ocasión.
¿Llegará un día en que un enfermo con insuficiencia renal y/o su médico podrán elegir entre un riñón humano, uno de cerdo transgénico, o bien de cerdo quimérico o hasta uno fabricado con una impresora 3D? ¿Y lo mismo con un hígado, un corazón o cualquier otro órgano? Podría ser, pero veamos cómo están las cosas por el momento.
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