Confía en tu médico, pero pregúntale más: cómo afrontar el cáncer de próstata

Según datos de la Sociedad Española de Oncología Médica, en 2023 se diagnosticarán en España un total de 29.002 nuevos casos de cáncer de próstata. Esto convierte a esta enfermedad en el tercer tipo más común, tras el de mama y el de pulmón (aunque seguido muy de cerca por el de colon).

A pesar de lo común que es, se trata de uno de los cánceres con mejor perspectiva. Esto se debe a que se suele diagnosticar rápidamente debido a los más que claros e incómodos síntomas que produce (dificultad para orinar o sangre en la orina o en el semen). Su desarrollo lento, además, retrasa el paso a nuevos estadios. Dicho de otro modo, se extiende con dificultad.

Los hombres prefieren que sus médicos usen un lenguaje común y accesible, que no esté plagado de terminología técnica

Esto se refleja en la tasa de mortalidad: alrededor del 3,8% de las muertes totales que producen los cánceres se deben al de próstata, lo que contrasta claramente con su elevada incidencia. A pesar de eso, un diagnóstico temprano y un tratamiento rápido y efectivo es completamente esencial. Es por esto que investigadores de la Universidad de Ottawa, en Canadá, han elaborado un nuevo estudio en el que valoran qué aspectos de la relación médico-paciente son esenciales para un buen tratamiento del cáncer de próstata.

Para llevar a cabo su análisis científico, los investigadores revisaron y analizaron un total de 29 estudios e identificaron cuatro temas principales:

1. Los hombres prefieren que sus médicos usen un lenguaje común y accesible, que no esté plagado de terminología técnica.
2. Los pacientes quieren más información.
3. Los hombres que padecen esta enfermedad desean que las consultas sean más largas y que los médicos expliquen todos los pormenores.
4. Por último, también desean una relación de confianza y respeto con sus oncólogos.

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Gracias a este estudio también se concretó qué aspectos de la relación médico-paciente son contraproducentes: que el paciente llegue con las decisiones tomadas, de antemano, acerca del tratamiento; que los pacientes tengan una actitud de pasividad frente a las amenazas para su salud, y que los pacientes interpreten que el proceso de diagnóstico y tratamiento interfiere directamente en su bienestar.

Por supuesto, no está todo en nuestras manos, pero nuestra actitud hacia los médicos puede suponer una mejora sustancial en el resultado del tratamiento de esta enfermedad tratable (en la mayor parte de los casos). Debemos preguntar y no llegar a la consulta con ideas preconcebidas.